El aficionado Manuel Siurot
Historias del Fandango
El insigne pedagogo Manuel Siurot fue un gran aficionado al cante flamenco. Rescatamos fragmentos de una charla suya de 1937

Hace unos años, se conoció el texto de una conferencia que Manuel Siurot pronunció en 1937, hablando de flamenco, ante el micrófono de Radio Sevilla, el mismo que usaba el general Queipo de Llano para sus arengas bélicas durante la guerra civil. Dijo que hablaba para los soldados, en una alocución en la que contó sus muy ricas vivencias y conocimientos del cante. A aquella intervención se refirieron ya Camilo Gómez en este mismo periódico (21.10.2018) y Ramón Soler, que la encontró manuscrita en un libro de viejo y la publicó íntegra en el número 153 de la revista flamenca “Candil”, de 2005, con una amplia semblanza sobre el autor. Vamos a dejarle espacio y sigamos el relato de su rica oratoria.
La dignidad del flamenco
De sus años de niño fragüero, Siurot recordaba a gitanitos cantando mientras forjaban las herraduras en el yunque, niños de los que aprendió cantes de viejos. Él reconocía al flamenco una respetabilidad que generalmente se le negaba en su tiempo: “Los que ríen del cante flamenco no están en condiciones de estudiar al pueblo andaluz”. Y reflexionaba: “El cante flamenco es individual, no se puede cantar a coro; no se sujeta a reglas; cada uno que canta hace lo que quiere; no hay más ley que el compás de la guitarra cuando la hay, y a pesar del individualismo, de la libertad y de la personalísima manera de ejecutar, se obtiene tal cantidad de belleza, que quedan expresados muchas veces estados inéditos del alma, y por eso la emoción llena nuestros ojos de melancolía cuando nos dejamos guiar por los duendes de las seguiriyas o de las soleares”.
De Silverio Franconetti, que murió cuando Siurot tenía 17 años: “Cantaba como nadie las seguirillas y no era gitano. Es decir, que la melodía llorona, y sin embargo viril, del cante legítimamente cañí no la interpretó nadie en el siglo XIX como este hombre mezcla de español e italiano. Era el amo del cante”.
Refería el gusto español por las parejas en todo: en los toros (Joselito y Belmonte y tantas otras), en las devociones (La Virgen de la Macarena y la Esperanza de Triana), en el cante (Juan Breva y El Canario; Fosforito y Chacón)…
Confesiones de Chacón
Nos dejó comentarios de sus conversaciones privadas con Antonio Chacón, sólo tres años mayor que él: “Mire usted, don Manuel, como en aquel tiempo no había aún fonógrafo y El Mellizo cantaba como cantaba, yo tenía catorce o quince años y soñaba con aquel cante tan limpio, tan puro, tan difícil… Yo era un pobrecito. Pude reunir cinco duros y cuando los tuve busqué al Mellizo y le dije: -Mire usté, señó Enrique, tome usté estos cinco duros y cante usté cinco duros de la malagueña de usté que quita el sueño. El Mellizo le dio la sesión, pero no le cobró”.
Siurot retrataba desde su memoria tiempos esplendorosos del flamenco, cuando Fosforito el viejo cantaba en el café del Burrero y Chacón en el de Silverio: “Hubo que concertar las horas para que el mismo público pudiera oír a los dos en los dos cafés. Sevilla la artista, este inmenso poeta que se llama Sevilla, peregrinaba todas las noches de café cantante a café cantante para oír a los dos chavales que traían revolucionado el mundo de la emoción popular”.
Veneración por Manuel Torre
Recordaba las tertulias de Huelva en las que participaba y su admiración de siempre por Manuel Torre. “Gitano por todos los cuatro costados. Un alma cañí y una voz sonora, de hombre, un clarín humano. Era desigual. O frío, tan frío que no había quien lo aguantase, o caliente, poeta y creador tan extraordinario que no se le podían resistir las ‘gañafás’ de la emoción de su cante. Cuando cantaba así, era sencillamente arrollador. No se podía con él… La seguirilla de Manolito Torre tuvo a raya mucho tiempo a Chacón. Chacón era el amo en malagueñas, granadinas, cante de Levante, cartageneras, caracoles y hasta en soleares…, pero en seguirillas, es decir, en el doctorado del cante gitano, ni Chacón ni nadie. La seguirilla del gitano de Jerez traía embobado al otro jerezano, que no era cañí… ”.
Se acordaba de la tertulia del óptico Baldomero Campos, tan aficionado como él, en su casa de La Placeta, a la que asistía siempre el joven torero Manolito el Litri y en la que se hablaba sobre todo de cante; se idolatraba a los dos Manueles del momento: al joven torero y al cantaor de Jerez. “Yo he visto en Huelva –decía Siurot- a más de cincuenta gitanos llorando a lágrima viva con aquel prodigio de Manolito Torre al cantar:
Vamos a jincarno e roíya
que ya viene Dió.
Olía a incienso, a pureza, a dolor consolado, a vuelo de Jesucristo sobre las almas, a triunfo del amor. «Que ya viene Dios… que ya viene Dios…». Las lágrimas de los que no lloran nunca, acudían a los ojos…Manuel Torre era grande, grande…”. Éste le reconoció en una ocasión a Siurot, ya muy enfermo de tuberculosis y próximo a la muerte, la grandeza cantaora de Chacón: “Mirasté don Manué, Chacón ha sío el único en el mundo y había que echarle de comé aparte. No habío quien puea compararse con él. El rey, don Manué”. Nobleza obliga.
Al final de aquella charla en Radio Sevilla, Siurot confesó: “Pensaba hablar de Juan Breva, de la Trini, la Parrala y del fenómeno que se llama la Niña de los Peines… Pensaba hablar del fandanguillo… No tengo tiempo, otra vez será”. Pero no hubo más. Lástima.
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