Fila siete

Viento en las velas

Hago uso de este título porque lo he tomado de una de las mejores películas sobre piratas que se haya realizado en la historia del cine: Viento en las velas (1965), de Alexander Mackendrick. No, no la verán en las distintas emisiones cinematográficas de las excesivas cadenas de televisión, que, en su gran mayoría, están en manos de incompetentes programadores, ignorantes del cine, al que el medio televisivo hace un flaco favor con reiteraciones abusivas de títulos que se repiten una y otra vez, en tanto que se olvidan otros de indiscutible calidad e interés. El tema viene a cuento cuando una película ¡Piratas! (2012), de una desusada pero valiosa factura, trae el tema de los filibusteros a la gran pantalla una vez más.

Desde luego si se trata de escribir sobre piratas de leyenda en el cine y de las aventuras míticas de los más famosos bucaneros de la historia, lo que ya he hecho en más de una ocasión en esta sección, si nos referimos a los filibusteros que protagonizan estos geniales personajes de ¡Piratas!, que ahora campea con éxito en las salas cinematográficas de todo el mundo, hemos de referirnos a unos corsarios muy singulares, instrumentados con esa ironía clásicamente inglesa, siempre dispuesta a un aventurero abordaje, que mezclan humor con la pátina intrigante de los mejores relatos del género. Aunque todo mito tiende a lo hiperbólico y exagerado y el cine suele caer en esos excesos fácilmente, el género ha dado muestras muy coherentes y apasionantes de esa leyenda forjada por estos forajidos de los mares, como es el caso que nos ocupa.

Decía en mi crítica de ¡Piratas!, que en pleno apogeo de la animación en nuestra salas donde ahora mismo están proyectándose nada menos que cinco títulos, extraña que en plena época de la digitalización cinematográfica, de los diseños por ordenador, los programas informáticos capaces de recrear los más increíbles objetos e imágenes y de la disposición de toda suerte de avances tecnológicos para cualquier artífice del género, esta película recurra a los monigotes de plastilina articulados cinematográficamente por el viejo sistema del stop motion. Sin embargo la sabia habilidad de un veterano animador, que se nos reveló en la ingeniosa Evasión en la granja (1999), Peter Lord, satiriza a los viejos bucaneros en una competencia que nada tiene que ver con la narrativa habitual de las películas de piratas aunque nos brinde similares emociones y singulares atractivos.

Con todas sus concesiones hacia la grey infantil, que será su más directa audiencia, no faltan sus guiños a los mayores, sobre todo a quienes recuerden los films de piratas que tanto abundan en la antología cinematográfica de todos los tiempos. Cuando la mayoría de esas aventuras nos presentaban a unos corsarios bravucones, pendencieros, crueles y malencarados, dispuestos siempre al asalto, a los más violentos abordajes y a todo tipo de reyertas, los protagonistas de ¡Piratas!, irrumpen con un talante muy distinto donde predomina sobre todo el humor. Los bucaneros de esta historia pretenden convertirse en el Pirata del Año, que no es una mala competición. Sobre todo si lo que consigue es divertir al público.

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