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Día del Libro
El Día del Libro fue ayer en Huelva el de la lectura y el de la escritura, el de la poesía y el de la narrativa, el de los autores onubenses, reivindicados en un acto que toma cuerpo ya cada 23 de abril, cita ineludible en el Salón de Plenos de la Diputación Provincial para transformar las letras en un ejercicio de oralidad, canto unánime para fomentar cultura.
Quizá fue casual pero tampoco podría entenderse una lectura pública que no empezara en esta tierra sin las palabras escritas por el Nobel onubense. La diputada de Cultura, Lourdes Garrido, moguereña, lo tuvo claro con su paisano Juan Ramón, y fue la venerada prosa de Jiménez en Platero y yo la que arrancó el soniquete en el lugar, con nada más apropiado que ese capítulo, Idilio de abril, tan propio para esta primavera de Huelva, aunque las nubes no la dejaran ayer lucirse como corresponde a la lírica jornada.
Juan Ramón Jiménez abrió una lectura continuada de horas, desde ese momento del mediodía hasta larga avanzada la tarde, convocados poetas y literatos de la provincia, personalidades públicas y anónimas, incluyendo una ministra, la de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luisa Carcedo, que se desprendió del uniforme político por un momento para encontrarse como lectora de las creaciones de onubenses, más o menos reconocidos también, protagonistas por un día de ese reencuentro obligado con la literatura que alimenta cada día la vida un poco más.
Así no
Porque es temprano y no dan ganas de despertar conciencias.
Porque amanece con una templanza inédita y se desfigura el dolor.
Porque ha cantado el gallo a su hora para anunciar clarividencia.
Porque sobra tiempo para seguir inventando pasiones.
Porque la luz es un pedazo de sombra encendida.
Porque todos los días no se tiene el cuerpo rebelde.
Porque se pueden hacer mucho mejor las cosas.
Porque el horizonte siempre sugiere una nota de esperanzas.
Porque a veces –piensan algunos hombres– es preferible callarse.
Porque no soy general ni mando en el mundo.
Que si no, cambiaría los modales de los señores diputados,
les sometería a diario al examen de la realidad,
les haría pasar hambre y miedo durante dos legislaturas,
les descuidaría los privilegios,
les retiraría la siesta en el desván del escaño,
les mandaría a hacer gárgaras un tiempo prudencial,
les gritaría pidiéndoles sensatez, cordura y honestidad.
Porque no soy sobrino de dios
que si no se iban a enterar quienes nos descuidan y nos engañan.
Ramón Llanes. 26 otoño 2018.
Lo dijo el poeta tharsileño Ramón Llanes, en esa “celebración del día de la vida”, entendiendo el libro como vida misma, acaso el invento más grande de la creación, defendió, entre una proclama a la indulgencia por una infidelidad consentida: “Amor, si algún día me engañas, que sea con un libro”.
La plataforma Poetas de Huelva por la paz ha estado este año también, como el pasado, detrás de esta lectura continuada, no de El Quijote ni de Juan Ramón sino de autores onubenses, de creaciones de poetas y narradores que fueron ayer punta de lanza de este particular alegato por el alimento del alma.
Quizá siempre ha estado dirigido a los jóvenes, aunque deba ser extendido a los adultos que un día olvidaron que los tiempos pasados y los mundos soñados, los lugares que buscamos y nunca encontramos, como rescató Lourdes Garrido de una texto de Lauro Anaya, se encierran siempre en las páginas de los libros, dispuestas a ser abiertas para regar la mente. “Sólo siendo grandes lectores tendremos una garantía de que evolucione la sociedad con sentido común”, que apuntó la diputada de Cultura.
La poeta Paqui Aquino, enrolada en la plataforma de autores onubenses, ejerció de conductora del acto después de recordar sus primeras andanzas como lectora de cuentos de hadas, como transmisora de historias a sus hijos cada noche. Y compartió el redescubrimiento de la escritura que hizo muchos años después, cuando la poesía y los relatos se hicieron propios, cuando los clubes de lectura alentaron su afición. Cuando convenció de que no hay vida posible sin libros y sin la emoción que en ella despiertan.
Y así este acto de proclama literaria se convirtió en un ejercicio de generosidad. Porque todo es posible cuando un libro se abre ante nosotros. Y porque todos necesitamos que alguna vez nos lo recuerden.
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