Vibraciones placenteras
Fila siete
Multicines La Dehesa Islantilla. - T. O.: 'Hysteria'. - Producción: Reino Unido y Estados Unidos, 2011. - Duración: 99 minutos. - Dirección: Tanya Wexler. - Guión: Stephen Dyer y Jonah Lisa Dyer. - Fotografía: Sean Bobbitt. - Música: Gast Waltzig. - Montaje: John Gregory. - Intérpretes: Maggie Gyllenhaal, Hugh Dancy, Rupert Everett, Jonathan Pryce, Felicity Jones, Gemma Jones, Sheridan Smith, Ashley Jensen.
Curiosamente, esta comedia romántica nos parece a simple vista una visión más acogedora y ligera de Un método peligroso (2011), de David Cronenberg, que viéramos el año pasado. La película se sirve como principal motivo argumental de las circunstancias que rodearon el proceso de invención del vibrador eléctrico en la época victoriana. Sirve ello, además, para recrear ambientalmente de una manera bastante ortodoxa, época tan peculiar. En principio, el asunto parece insinuar o plantear temas escabrosos y atisbos de cierta osadía, pero tal como se desarrollan los acontecimientos la sangre no llega al río. Al menos no suscita ni el más ligero sonrojo.
Y así la historia, que se desarrolla en la Inglaterra del siglo XIX, nos presenta al médico Joseph Mortimer Granville, quien inventó el primer vibrador eléctrico para tratar de aliviar lo que en aquellos tiempos se consideraba "histeria femenina", un estado nervioso cuyos síntomas eran la falta de sueño, la retención de líquidos, los espasmos musculares, la pérdida de apetito y, sobre todo, una acusada irritabilidad. En la sala de espera del doctor Mortimer aguardan su consulta recatadas damas de la alta sociedad británica. El ilustre galeno tratará sus desequilibrios psicológicos y emocionales, proporcionándoles un método que, además de ser placentero para su sensualidad, cura sus perturbaciones.
La realizadora, además de adentrarse, en la medida que le anima su argumento, en los hábitos sexuales de la época victoriana, con un tono romántico ciertamente mordaz y un tanto sofisticado, trata de descubrir el entorno en el que se produce la invención del mágico vibrador como panacea consoladora de tanto sofoco femenino. A la vez, y con buen acierto, expone agudamente las notables diferencias sociales en aquellos tiempos. Surge también, parece inevitable, la historia de amor entre el sanador protagonista, el joven médico que encarna eficazmente Hugh Dancy, y la entusiasta hija de su preceptor, sufragista, feminista y partidaria de favorecer a las clases socialmente más desvalidas. Papel que desempeña con especial desenvoltura Maggie Gyllenhaal.
No todos los buenos intentos de la directora redondean el resultado final del producto, pero parece válido ese punzante acercamiento a un inquietante compromiso social. Sobre todo nos parece advertir que Tanya Wexler opta por un planteamiento entre lo apasionado y lo respetable, con las más discretas alusiones a la tradición y el progreso según convengan. Con el pretexto de la comedia de costumbres no escasean las ocasiones de sugerir los efectos de la hipocresía social y otros prejuicios propios del tiempo sin ahondar en críticas demasiado evidentes.
En general, el reflejo del tiempo y de determinadas circunstancias propenden a un esquematismo excesivo y el relato en ocasiones no acierta en su mejor expresión romántica y chispeante como puedan esperar algunos espectadores. Lo mejor, como siempre que tenemos en la pantalla intérpretes británicos, la actuación de estos.
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