Trenes que viajan por el tiempo

Víctor Jiménez afianza su posición en la poesía con 'La mesa italiana', que edita Renacimiento

Víctor Jiménez.
Víctor Jiménez.
Charo Ramos Sevilla

09 de junio 2015 - 05:00

Un soneto abre La mesa italiana (Renacimiento) y da las claves de este poemario que no guarda relación con manuales gastronómicos ni con la moda master chef que sacude las televisiones de todo el mundo. El poema hace referencia a los actores de un reparto que se reúnen para leer conjuntamente y en privado un guión y es la puerta para acceder a este viaje de Víctor Jiménez (Sevilla, 1957) por todos los hombres que ha sido el también autor de los celebrados libros Taberna inglesa y El tiempo entre los labios desde que naciera en el barrio de San Bernardo, en una casa próxima a las vías de ese tren que cruza en diversas ocasiones su nueva entrega de versos.

La mesa italiana, que su autor presenta hoy (19:30) en la sevillana Biblioteca Pública Infanta Elena dentro, del ciclo Letras Capitales y acompañado por otro poeta, cómplice y amigo, Antonio García Barbeito, emplea como título de distintos poemas referencias a películas conocidas para exponer esa "efímera cartelera de incertidumbres" que es la vida de cada uno. Sin embargo, como recuerda en el esclarecedor prólogo y a propósito de ese juego equívoco otro gran escritor, Juan Lamillar, no es éste un poemario sobre cine: "El libro no nos habla de las películas que los títulos parecen anunciar sino que se ampara en ellos para desplegar una geografía (una cinematografía) personal de circunstancias y sentimientos". "Aunque hay que recordar", añade Lamillar, "que, si la poesía es una cuestión de miradas, el cine amplía esa condición y la convierte en su fundamento".

La memoria, como en anteriores trabajos de Víctor Jiménez, que se gana la vida como profesor de instituto y ya vertió muchas de sus experiencias en las aulas en el poemario Al pie de la letra (La Isla de Siltolá, 2011), cumple un papel decisivo en estas páginas que invitan a la reflexión y a la melancolía. "Huyo de la poesía hermética. Como le ocurre a los cantaores con el pellizco, en mi experiencia de lector necesito que los versos me golpeen el corazón. En general, para que la poesía sea buena, quien la lea tiene que asimilarla como suya, revivir su experiencia en el poema, leer los versos ajenos sintiéndolos propios", reflexiona este autor de palabras austeras y versos limpios que, sin mediar alharacas, ha construido una de las voces más personales e intensas de su generación. Y soleares tan punzantes como ésta: "No sé nunca en esta fecha,/ por más vueltas que le doy,/ qué regalarle a tu ausencia".

En los versos de Jiménez palpita la tradición sevillana que viene de Bécquer, los Machado y Cernuda y continúa con maestros a los que cita con gratitud, como Rafael Montesinos, Fernando Ortiz y Aquilino Duque.

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