Seisdedos, las idas y las vueltas
En la galería que la Caja Rural mantiene abierta en la calle Botica se muestra el último trabajo que el pintor llevó a Cuba.
CUANDO Juan Manuel Seisdedos pinta, construye. Elabora de forma minuciosa formas geométricas esenciales, pero procura darles vida, alma. Ahí está la diferencia y quizás por ello el color es tratado en su paleta con tanto rigor, con tanta austeridad. También podría decirse que su pintura es conceptual, pero se preocupa el artista de hacer que aparezcan entre esas formas esenciales algunas imágenes, figuras, quizás soñadas o intuidas apenas por el espectador, tal como es la intención del pintor de evitar que el espectador pueda adscribir su obra a algo que no sea su propia idea de la pintura, de la expresión plástica como diálogo interior. En realidad, lo que Seisdedos hace es pintar, aunque no sólo para él. Puede que lo que en última instancia está haciendo es jugar con nosotros, con quienes nos quedamos delante de su obra intentando escudriñar qué secretos misterios se esconden detrás de un tratamiento de la materia, de la forma por supuesto que también, tan pulcras y exactamente definidas. Juega por lo tanto con nuestros sentimientos y nuestras emociones, dejándonos soñar, permitiéndonos que nos adentremos en las formas que él mismo ha ido intuyendo mientras descubre gozoso la esencia de lo que es en Seisdedos pura teoría del arte: elaborar, construir formas hermosas.
Formas esenciales, composiciones en extremo exigentes que logran equilibrios que pueden ser ficticios, pero siempre creíbles, reales, como esas figuras que en alguna ocasión aparecen y desaparecen en sus obras. El mundo que retrata el pintor, muy real y amparado en la forma, en la construcción posible, está dotado en consecuencia de magia. Otra contradicción aparente, porque un pintor de su andadura, con un recorrido esencialmente dedicado a la materialización de cosas hermosas, de buena factura, esconde una sonrisa detrás del soporte sobre el que juguetea en un diálogo imposible. Es él con él, intimista y rotundo a un tiempo. De ahí una pincelada austera, en la que no se derrocha nada de materia, que utiliza exclusivamente para manchar primero y luego ir construyendo pacientemente en la soledad de su estudio y de su alma, para disponer trazos perfectos que se superponen hasta construir pinturas rigurosas y serias, exactas, muy trabajadas, tanto que el espectador debe esforzarse, escrutándolas cuidadosamente, para alcanzar a entender lo que el artista ha establecido como diálogo propio, hermético y, de nuevo el juego con el arte como forma de expresión: comunicación. Pinturas cerradas mientras concluidas, pero abiertas a todo aquél que quiera dejarse llevar por su manera de entender y ver -interpretar- el mundo que le rodea. La forma rigurosa y exacta, el movimiento insondable de un mundo en perpetua transformación que Seisdedos conoce, con el que dialoga a sus anchas y luego atrapa, en realidad, para nosotros, dichosos espectadores.
En la galería que la Caja Rural mantiene abierta en la calle Botica, se muestra el último trabajo que el pintor llevó a Cuba. A estos lienzos ha añadido su obra más recientísima, todo lo que ha estado pintando en su estudio triguereño en los últimos meses. Ocurre con Juan Manuel Seisdedos que dejó galerías, marchantes y una fecunda carrera, reconocida en manuales y guías de artistas plásticos contemporáneos españoles de la segunda mitad del siglo XX para regresar, para volver a su tierra y dedicarse sólo a pintar. En pocas ocasiones tenemos ocasión de contemplar la obra de un artista excepcional en una galería onubense. Ahora van a estar en la citada galería durante el tiempo que dura el Otoño Cultural Iberoamericano auspiciado por la fundación de la Caja Rural. Es una oportunidad única para dejarse atrapar por el discurso meditado y rotundo, tremendo en la fuerza que desprende cada una de sus obras. También está su estudio, visitable en el Centro de Arte Harina de Otro Costal de Trigueros, donde el artista promueve la presencia de otros compañeros suyos de profesión, de pintores pero también de poetas, de músicos, de gente del teatro, porque en Juan Manuel Seisdedos el mensaje, la necesidad de comunicación como función primera del arte, es todo lo amplia que la obra bien hecha, de buena factura, pueda ofrecerse a los demás. Un lujo, una suerte que tenemos los onubenses con el gesto de volver a su tierra para crear lejos de todo lo que pudiera haber escorado su manera de pensar y trabajar. Es por tanto Seisdedos pura esencia del arte en su obra, pero también en su vida, dedicada, como es bien sabido, a todos quienes le rodean. A usted, a nosotros, a todos quienes tenemos la enorme dicha de saber leer y entender su mensaje. Puro arte.
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