Toros

Santi Ortiz, el recuerdo al torero y a un eminente aficionado y entendido de la Fiesta

  • En torno a la figura del matador de toros y docente onubense afincado hace tiempo en Sanlúcar de Barrameda.

  • Reconocido escritor y conferenciante, con él se pierde a un culto defensor de la Fiesta

Santi Ortiz, el recuerdo al torero y a un eminente aficionado y entendido de la Fiesta

Santi Ortiz, el recuerdo al torero y a un eminente aficionado y entendido de la Fiesta / H.I. (Huelva)

Se acumulan los obituarios en mi mente. No es fácil asimilar que los amigos y referentes profesionales cojan el petate y se embarquen en se rumbo que los hace ausentes y recordables. Tengo la sensación de que este año los obituarios se me han cruzado con demasiada asiduidad en estas páginas donde lo principal debe ser la crónica taurina.Primero, la noticia de la muerte de Jesús Quintero y a poco me llegaba también la de Santi Ortiz.De Jesús Quintero se ha escrito largo y en justicia. En suerte dejo mi admiración por el sanjuanero de silencios bien administrados con los que ese mágico loco lidiaba la entrevista. De Santi, tan solo llegamos a dejar expresión en redes de ese fallecimiento. Pero sin duda su figura necesita de pararse y citar en corto qué ha significado Santi Ortiz Trixac para el mundo del toro y para esta Huelva.El domingo, un amigo suyo y mío y que le estimaba en grande me dejó el apunte de que Santi entraba en cuidados paliativos encarando el final . Un día después como diría Sabina en una de sus letras “No fue menos muerte por ser anunciada....” y en ese trance nos ha dejado este onubense doctorado en muchas cosas en la vida pero principalmente torero de esta Onuba a la que compartió con esa otra orilla sentimental que fue Sanlúcar, esta vez por razones docentes pero sin desvincular su presencia de una Huelva que nunca le borró su imaginario colectivo en cuanto a la Fiesta se refiere.A Santi Ortiz lo compartí como aficionado un tarde de toros en el Puerto con seis de Pablo Romero en los chiqueros y Emilio Silvera en el cartel. Antes, bastante antes, su referente quedó anclado en torno a una extensa defensa sobre las circunstancias de uno de los toreros en los que más creyó: Francisco Barroso. Y porque Santi no era de andarse por las ramas y un servidor tampoco llegó el desencuentro que precisamente, cuando el tiempo curtió, forjaría la amistad que la vida nos dejó disfrutar desde la admiración que entendí en justicia le debía a ese tipo que a pesar del dicho, sabía más de toros que las propias vacas.Tiempos de prensa en la grada del dos en La Maestranza. Acababa de sacar a la luz su libro ‘El arte de ver toros, una tauromaquia educativa’; suyas eran columnas y artículos de opinión en las tribunas más prestigiosas del momento y por añadidura su conferencias. siempre con ese santo y seña con el que Santi Ortiz esgrimió su onubensismo: estar siempre presto cuando esta tierra le requirió. Entre José Tomás y Manolete repartió sus últimas pasiones como aficionado. Siempre entendido y apasionado defensor de esa verticalidad que en ambos diestros marcó ese toreo diferente para hacer época.Ahora que ese último paseíllo es más verdad duele recordarlo ausente de la vida. Duele como aficionado porque se pierde un tipo culto capaz de retar públicamente a un filósofo como Jesús Mosteirín a desmentir mentiras sobre la Fiesta. Duele la muerte y duele la vida porque es precisamente a la vida a la que le van faltando ya demasiados amigos. En este caso Santi, un tipo realmente importante.

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