Rita la cantaora

Historias del Fandango

No es un personaje de ficción, sino una cantaora de las importantes de finales del siglo XIX, aunque su nombre se invoca para zafarse de una obligación o una carga

Rita la 'cantaora'.
Rita la 'cantaora'.
Miguel Ángel Fernández Borrero

10 de abril 2022 - 04:00

Expresiones como “que trabaje Rita”, “a eso va a ir Rita”, “lo va a pagar Rita”, etc., son muletillas frecuentes. Al parecer, estos dichos provienen de su disposición para actuar en tablaos o fiestas privadas, aunque fuera cobrando menos de lo habitual. Lo cual servía de excusa a sus compañeros, que le endilgaban el encargo: “que lo haga Rita”.

Flamenca desde niña

Rita Giménez García (Jerez de la Frontera, 1859 – Zorita del Maestrazgo (Castellón), 1937) ya destacaba cantando y bailando coplas en las reuniones familiares de su barrio de Santiago. Siendo jovencita, cantaba con gusto y conocimientos por malagueñas y soleares, haciendo con mucha gracia las bulerías. “Una ve me oyó un argente teatrá y me contrató”, recordaba Rita a la revista Estampa en 1935.

Hizo casi toda su carrera en Madrid como figura destacada de los cafés cantantes. Debutó en el famoso Café Romero, en la calle de Alcalá, junto a artistas famosas como las bailaoras Juana y María Vargas, las Macarronas, y al cantor malagueño Juan Breva. En el Café El Imparcial ganaba tres duros diarios. Coincidió en aquellos años con Fosforito el viejo, las Coquineras y La Paloma. Después, en los años 20 compartió escenario también con Manuel Pavón y Manuel Escacena, entre otros.

El periódico El Enano le dedicó un largo poema en 1885:

“Del pueblo andaluz señora

todo el elogio merece,

que su mirar enamora,

que una rosa que florece

es Rita la cantaora. ….”

En 1892 participó en una función benéfica representando la obra “Mi mismo nombre”, actuando en el cuadro flamenco con artistas como Juan Breva, las bailaoras Pepa Gallardo y La Coquineras y el guitarrista Paco el de Lucena. Unas veces la llaman “Rita García” y otras “Rita de Jerez”. En ese año actuó también en el madrileño Circo de Parish, en la pantomima “La feria de Sevilla”.

El Heraldo de Madrid, 09.08.1892.
El Heraldo de Madrid, 09.08.1892.

Entre 1894 y 1895 actuó varias veces en el Liceo Rius, siempre con artistas de primer nivel.

El Heraldo de Madrid, 1894.05.23.
El Heraldo de Madrid, 1894.05.23.

Por estos años viajó a Andalucía, actuando en Jerez, Málaga y Sevilla.

Cantaba en la línea de Antonio Chacón y Fosforito el viejo, escuela en la que la encuadró Núñez de Prado: “… esta artista es un astro que traza su caprichosa órbita dentro del sistema de Chacón…”; esto nos aproxima a cómo pudo ser su cante, pues ella no dejó grabaciones.

El Imparcial, 1894.12.11
El Imparcial, 1894.12.11

El escritor cordobés destaca sus excelentes cualidades profesionales, si bien se empeña en un retrato psicológico oscuro -muy del gusto del Romanticismo- de la mujer sufriente y perdedora por los celos: “La popularidad de su nombre es inmensa y las simpatías de que goza, y esto lo debe tanto a sus cualidades como artista como al atractivo de su carácter alegre, comunicativo hasta la volubilidad … Es justamente admirada y aplaudida, porque dentro de ella hay algo que no pertenece a la generalidad, que no es vulgar, que lleva consigo la marca particularísima de una psicología determinada…”.

Del libro “Cantaores andaluces”, Guillermo Núñez de Prado.
Del libro “Cantaores andaluces”, Guillermo Núñez de Prado.

Su vida en Carabanchel Alto

Como otras artistas de aquellos tiempos, pasó de la gloria a la miseria. “He vivío como una reina y ahora soy má probe que las rata. Ya ve cómo vivimo aquí”, decía al reportero en su humilde casa de Carabanchel Alto, a donde se la llevó a vivir el bailaor Patricio el feo. Allí conoció, más tarde, al volquetero Manuel González Flores. Se enamoraron y vivieron juntos con una hija y cuatro nietos que él traía. Rita se hizo muy popular entre sus vecinos por su bondad, su buen carácter y por los chistes picantes que contaba. En aquella vida, ya apartada del espectáculo, se cuenta que todas las mañanas tomaba una copita de aguardiente de Cazalla con el sereno del barrio, aficionado al que ella le cantaba. Pero su marido murió en 1930 y desde entonces convivió con su familia adoptada. (Datos de una semblanza, sin firma del autor, publicada en 1980 en la revista Er compá, de la Peña flamenca Enrique el Mellizo, y que se cita en el blog Papelesflamencos).

Su última actuación

Su última actuación en público fue en 1934, en el Café Magallanes de Madrid. Por iniciativa de Fosforito, se organizó un festival de viejas glorias y Rita no podía faltar. Tenía 75 años y, cogida de su mano, salió a escena “con una farda blanca y negra, una blusa blanca y mi clavelito rojo de trapo, que guardaré hasta que me muera. Ya creo que no me lo pondré má”. Y cantó una malagueña:

“Desde que te conocí

mi corazón llora sangre;

yo me quisiera morir,

porque mi pena es mu grande

y así no pueo viví”.

Y el público, entregado a aquellos veteranos, “jartos de escuchá a tanto niño con su fandanguillo y sus milongas, y me desían ¡viva la vieja!, ¡viva la solera del cante!. No se me orviará mientra viva. Tos los viejos reuníos… Ahora no hay má que buena vose, y fandanguillos, cosa fina, pero na… S’acabó la sabiduría der cante y der baile”, comentaba desde una irreprimible nostalgia. “Lo púe sé tó, porque tuve a mi vera mucho hombre que me hubieran elevao… y me casé con un vorquetero de Carabanché. ¡La vía! Si uno supiera er fin que le aguarda, ya viviría de otro modo”. Su cante por soleá:

“Males que acarre er tiempo

quien pudiera penetrarlos

pa ponerles er remedio

antes que viniera er daño”.

En los años 30, compañeras suyas como las bailaoras La Nona y La Paloma malvivían vendiendo flores por los cafés de Madrid.

Camino del olvido

Cuando estalló la guerra civil, en 1936 evacuaron a los vecinos de Carabanchel Alto por el peligro que suponía permanecer allí. Salvaron sus vidas. Rita y su familia fueron acogidas en Zorita del Maestrazgo, donde falleció a los 78 años. Su historia es una más de tantas artistas que vivieron el tránsito de la fama a la decadencia. En Zorita está enterrada, lejos de su ambiente flamenco y olvidada.

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