Cultura

Raúl Rodríguez desembarca con su 'Razón de Son' en Trigueros

  • El músico onubense cerrará el ciclo dedicado a Cuba en el centro Harina de otro Costal

El músico onubense Raúl Rodríguez será el encargado de poner hoy el broche final a la convocatoria que durante esta última semana se ha llevado a cabo en el centro Harina de otro Costal de Trigueros, con diversas actividades como cine, exposiciones, arquitectura, fotografía, coctelería y música. Para este concierto contará con Mario Mas a la guitarra, Guillem Aguilar con el bajo, Pablo Martín Jones en la percusión y Aleix Tobías tocando la batería. Como invitado especial participará también el repentista cubano Alexis Díaz-Pimienta.

El hijo de Maribel Quiñones Martirio trae hasta Trigueros su primera apuesta en solitario, Razón de Son, que define como "un trabajo de antropomúsica creativa, un libro-disco en el que reúno las investigaciones y experiencias que he podido desarrollar en torno al mestizaje en las músicas flamencas y sus conexiones con las rutas del caribe afroandaluz", en un doble proceso de ir "retrocediendo hacia el futuro" para poder plantear creaciones nuevas que tengan razón de ser.

El artista profundiza en la comprensión de los contextos que han dado lugar a los ritmos básicos de nuestra tradición, "buscando fundamentos válidos para proponer nuevas composiciones que contemplen la riqueza multicultural de nuestra música. Como primer fruto de esa búsqueda está la creación de un nuevo instrumento, el tres flamenco, que ayuda a dar forma a un son que se sitúa en medio del mar, a la misma distancia de todos los puertos."

Rodríguez plantea la conexión entre el flamenco y el Caribe a partir de dos premisas. Por un lado, la constatación histórica de que la música que a mediados del XIX comenzó a llamarse flamenco se desarrolló en torno a los puertos andaluces que desde el XV tuvieron un contacto más estrecho con las rutas americanas y con la esclavitud africana. Por ello, entiende que "nuestra música es una más de las tradiciones mestizas del caribe afroandaluz y sólo así puede comprenderse toda su complejidad". Por otra parte, "tengo la experiencia de haber compartido, en estos más de veinte años, mucha música con maestros de la otra orilla - en Cuba, México, Venezuela, Argentina o Colombia -, sin tener que abandonar nunca el lenguaje rítmico flamenco, lo que siempre me creó la incógnita de si no habría entre nosotros unas vinculaciones mucho más poderosas de lo que nos habían contado".

Para el artista onubense, considerar al flamenco dentro de ese circuito internacional "nos abre un horizonte expresivo más amplio para la creatividad futura. Ahí es donde creo que podemos ahondar con motivo, porque ahí sí podremos reencontrarnos con parentescos rítmicos que siguen siendo fértiles".

La parte constituyente de flamenco que hay en su música es la rítmica y la ética. "Mis sones se mueven en Bulerías, Soleá, Caña, Fandango y otros palos del Flamenco. La naturaleza cabal de aquellas letras y la creatividad sintética andaluza son otras claves flamencas de este trabajo, algo que está en las estructuras profundas más que en las formas estéticas más evidentes". El guitarrista explica que se está situando en un terreno de folclore imaginario "que tiene más relación con el Proto Flamenco, con el tejido multicultural anterior a la cristalización de los palos". En esa época misteriosa que abarca desde el XVI al XIX busca bases de una música abierta llena de influencias diversas - morisca, negra, gitana, indiana, sefardí, castellana, ibérica, mediterránea-, "que puede ser releída como un mapa futuro que nos ayude a retomar los contactos que sí podemos confirmar que tuvimos. Yo parto de aquel cruce de culturas para plantear una música de aquí que tenga conciencia de estar conectada con el mundo".

Todo músico lleva dentro una serie de inquietudes, un lenguaje propio que sacar, "y este trabajo es una primera definición de un estilo, la búsqueda de una manera. Siento la música como el único lugar en el que todos podemos convivir en libertad", asegura.

Para Rodríguez, la rítmica flamenca andaluza lleva siglos funcionando "como una máquina traductora de compás, que es una excelente catalizadora de aportaciones diversas, y yo me muevo desde ese concepto en el que el ritmo de mi tierra me permite viajar sin salir del lugar, mirando a los cielos con los pies en la maceta, como dice el sabio de Kiko Veneno".

En la búsqueda de su propia sonoridad va buscando la danza que late en los corazones. "Indago en una música que quiera suceder porque de alguna manera ya ha sucedido. Intento encontrar relaciones fértiles entre las culturas, comprender los motivos, establecer puntos de contacto e imaginar algunas soluciones expresivas que puedan aportar algo a la música de nuestro tiempo. Me sitúo en la frontera de los conceptos, para hacer un viaje constante entre el pasado y el futuro, entre la tradición y la creatividad, lo local y lo global, lo puro y lo mestizo, entre lo acústico y eléctrico. Ando buscando un sonido nuevo en el que la memoria colectiva sea un material vivo".

Ante la situación económica y del mundo de la cultura y si es propicia o no para comenzar nuevos proyectos afirma que "hay una generación de músicos estupendos en nuestro país, pero como respuesta nos estamos encontrando con todas las dificultades para la creatividad. Creo que estamos depreciando y despreciando a la cultura desde casi todos los ámbitos y eso es algo que podemos pagar muy caro en el futuro. Estos son tiempos muy duros para dedicarse al arte, pero no debemos abandonar la función creativa que la sociedad demanda de nosotros. Como bien dice Santiago Auserón, hay que seguir inventando para que nadie gobierne en nombre de ideas muertas".

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