Pura y dura provocación

22 de julio 2009 - 05:00

Multicines La dehesa Islantilla, CineBox Aqualon Puerto Huelva, Multicines Al Andalus Punta Umbría: Estados Unidos, 2009.- T.O.: 'Brüno'.- Duración: 97 minutos.- Dirección: Larry Charles.- Guión: Sacha Baron Cohen, Dan Mazer y Monmica Levinson.- Fotografía: Anthony Hardwick y Wolfgang Held.- Música: Erran Baron Cohen.- Montaje: Scott M. Davids y James Thomas.- Intérpretes: Sacha Baron Cohen, Richard Bey, Candice Cunningham, Ron Paul, Paula Abdul, David Hill, Alice Evans, Emerson Brooks.

Si recuerdan Borat (2006), porque no creo que puedan rememorar otros títulos donde su presencia era más o menos directa, Bruno, ahora con el mismo director Larry Charles, no es más que otra pura y dura provocación de este actor polifacético y descarado llamado Sacha Baron Cohen, un cómico salido de la televisión británica, judío ortodoxo de buena familia, licenciado en Cambridge con brillante tesis doctoral, devoto padre de familia, pero capaz de reírse de su sombra y por supuesto de las de los demás, irreverente, provocador, insultante, desvergonzado, irritante y desmadrado con tal de dar juego a sus múltiples caras.

En ésta ocasión Sacha Baron Cohen, a la vez protagonista, coguionista y productor de la película, encarna a un popular periodista y presentador austriaco, dedicado a poner en solfa los prejuicios homófobos de buena parte de la población mundial, a través de un programa nocturno de la televisión, gay, obsesionado con la moda y dispuesto a convertirse en "la mayor celebridad austriaca después de Hitler". Su peculiar descaro le permite montar en un plató de televisión una especie de talk show, proponiendo la adopción de un niño negro. En la Semana de la Moda de Milán boicotea un desfile de modelos de Ágata Ruiz de la Prada. Vestido con un traje de velcro y perseguido por unos exasperados policías es finalmente detenido.

Con la fórmula ya empleada en la anterior ocasión citada, el llamado mockumentary, es decir el supuesto documental, Sacha Baron Cohen nos depara todo un recital de bromas pesadas a costa de tomarle el pelo o sacarle la lengua a una sociedad tan desnortada, descentrada, contradictoria e irrisoria como la que hoy camina por este mundo. Y ello con su particular pasión por el travestismo, el disfraz y la burla despiadada contra unos y otros. Su técnica de rodaje es ya conocida: localizaciones diversas y cámaras ocultas, lo que le permite combinar ficción y realidad. Todo le sirve para presentarnos otro desopilado personaje capaz de las mayores transgresiones para hacer reír a un público a veces fácil y en ocasiones inteligente. Si bien hay pasajes que no son capaces de lograr la gracia y diversión pretendidas.

Si se tiene en cuenta el título original, que naturalmente no ha recogido ninguna cartelera, Bruno: deliciosos viajes por América con el propósito de hacer sentir visiblemente incómodos a hombres heterosexuales en presencia de un extranjero gay en camiseta de tirantes, se comprenderá fácilmente cuales son los propósitos transgresores de Sacha Baron Cohen. En este caso para sacar de sus casillas a homófonos de distinto carácter y opinión, cuando, por ejemplo, es capaz de estamparle un beso en la boca a su contrincante en pleno combate de lucha libre, lo que desata un tremendo escándalo en el graderío. Los resultados de esta nueva puesta en escena tan singular evidencian pronto para el público avisado de la falsedad de muchas situaciones, ya que prácticamente todo ha sido pactado de antemano lo que rebaja considerablemente los efectos en el espectador y su capacidad de provocación y de sorpresa. En fin, nada es nuevo. Mucho de lo que recordamos de Borat, de tanto éxito y motivo sin duda de la reiteración, en Bruno propende fácilmente a la redundancia. No obstante, y no quisiera equivocarme, en esa personalidad histriónica, grotesca y extravagante, hay un actor ocurrente e imaginativo, que ridiculiza normas y costumbres y sobre todo cuanto afecta a temas tan vigentes y polémicos como las leyes de adopción y libertad sexual, así como otros asuntos no menos conflictivos, que tal como los trata Sacha Baron Cohen, por encima de la labor del realizador, Larry Charles, ya que Sacha es la mano que mueve la cuna, a veces resultan demasiado ominosos en su tratamiento y en ocasiones superfluos.

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