semana negra de punta umbría

Podridos hasta el alma

  • Una exposición en el Teatro del Mar recupera imágenes de clásicos del cine negro para reivindicar los orígenes del género

  • Cineastas y novelistas se unen para sentar las bases

Hay un momento clave al final de Perdición (1944) en el que Phyllis Dietrichson, el personaje interpretado por Barbara Stanwyck, le dice a Walter Neff (Fred MacMurray) que no le ha amado nunca, ni a él ni a nadie. "Estoy podrida hasta el alma", sentencia una de las grandes frases de ese guión magistral escrito a medias por Raymond Chandler y Billy Wilder para una de las cumbres indiscutibles del género negro.

Hay muchas almas podridas en los seres que pueblan el imaginario del cine, alimentado desde sus inicios por historias de crímenes, policías y delincuentes que a diario llenaban hojas de periódicos americanos en aquel segundo cuarto del siglo XX. Probablemente sólo el western sea un género más cinematográfico que el que los franceses reivindicaron y elevaron al máximo con la definición del film noir. Pero fue el Hollywood clásico el que fijó las bases, estilizó la imagen cotidiana del momento y creó, de la mano de la literatura, un lenguaje que trasciende el relato de sucesos para marcar una época.

La exposición reúne diez imágenes de seis películas de la época dorada del género

La Semana Negra de Cine y Novela de Punta Umbría ha acudido a ese origen para mostrar estos días una selección de imágenes de algunas de esas películas fundacionales. Desde ayer, el Teatro del Mar de la localidad acoge la exposición Escenas del cine negro con diez fotogramas de gran formato pertenecientes a seis títulos imprescindibles. Es una recopilación de esa estética de glorioso blanco y negro que acentuaba los recovecos de historias llenas de sombras y reversos. Es una invitación a revisitar esos clásicos, a recordarlos y mantenerlos como referentes, todavía ahora, 80 años después. También a descubrir y profundizar para aquellos que no saben que la podredumbre que esconde el alma humana viene de lejos.

John Huston debutó en la dirección con El halcón maltés (1941), entre un extraordinario trabajo como guionista en títulos que quedaron como valiosa herencia. Aquí lo hizo compartiendo textos con Dashiell Hammett, otro de los padres de la literatura en negro, protagonista también de esa feliz y fructífera alianza que se produjo aquellos años. Sólo así podían gestarse películas que fueron parte decisiva de la época más dorada del cine; el brillo que aportó el negro, como el de esa enigmática y codiciada estatuilla sobre la que un policía preguntaba: "¿Pesa mucho? ¿De qué es?". "Del material con que están hechos los sueños", contestaba Sam Spade (Humphrey Bogart), llevando a Shakespeare a las oscuridades del hampa.

Hay mucho de la literatura universal en esa narrativa de Hammett o Chandler, a la que también contribuyó William Faulkner con sus guiones para Howard Hawks en Tener y no tener (1944) y El sueño eterno (1946). O James M. Cain y su novela El cartero siempre llama dos veces, de la que se han hecho hasta tres versiones en cine, incluida la de Tay Garnett en 1946.

El propio John Huston ayudó a definir el género con otros ejemplos a dos bandas, como La jungla de asfalto (1950), adaptada junto a su autor, William R. Burnett, y esa otra sensacional obra maestra que es Forajidos (Robert Siodmak, 1946), Ernest Hemingway adaptado junto a Richard Brooks, con quien, además, compartió con la propia Cayo Largo (1948).

Algunos de estos títulos -también con Nacido para matar (Robert Wise, 1947) y Bonnie & Clyde (Arthur Penn, 1967), la más reciente en la selección- se recopilan en la muestra que se exhibe hasta mañana, día 1, en el vestíbulo del Teatro del Mar de Punta. Imágenes icónicas, algunas de ellas, con protagonistas convertidos en estereotipos repetidos posteriormente hasta la actualidad. Porque ante la seducción que llega de almas corrompidas no cabe resistencia humana.

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