Cultura

Placer tropical

DISCO. 'Abismo de rosas' por el grupo Praça onze: Francesco Manna (flauta), Chiqui García (guitarra clásica), Lilly Pitta (percusión) y Francisco Rosario (trombón). - Obras de Bellinati, Dyens, Gnattali, Manna y Pereira. - Grabación y mezclas: Estudios 18/Sevilla. - Edición y producción: Zanfoñamovil. - Duración: 43 minutos 41 segundos.

El gran acierto del siglo XX fue acoplar sin prejuicios las tradiciones y los géneros artísticos de muchos países del mundo. Y gracias a la confluencia de pueblos dispares se fue gestando un nuevo lenguaje que poco a poco configuraría los estilos más vanguardistas, con su apreciable sector de adeptos. Éste era el panorama musical en la primera mitad del siglo pasado, enriquecido por voces e instrumentos convencionales y exóticos, a los que se fue abriendo fronteras en salas y teatros de ambos lados del océano.

Praça Onze, grupo que visitara hace poco la provincia de Huelva, lanza ahora al mercado su disco Abismo de rosas, una antología de música que testimonia este encuentro fértil de civilizaciones distantes. A ritmo de sambas, choros y frevos nos adentramos en el entusiasmo de un pueblo: los emigrantes africanos que fueron asentándose en Río de Janeiro. Precisamente, Praça Onze es uno de los lugares más emblemáticos de esa ciudad brasileña, en torno a la cual ha gravitado la música de la denominada Pequeña África. Estos músicos brindan versiones llenas de vitalidad en el incesante curso de melodías y ritmos que de inmediato se pegan al oído. Quizá ahí estribe el secreto de los seguidores que tiene el grupo. El disco contiene obras muy bien contrastadas donde las intervenciones colectivas y en solitario dan un gran atractivo.

Bonita tarjeta de presentación Bate-coxa, una flauta extrovertida junto a una guitarra y una percusión que no detienen su corriente de optimismo. Pixaim es una música que arrastra al oyente con su inconfundible soniquete de carnaval, escuchado tantas veces; es aquí donde los instrumentistas confirman su destreza en episodios dignos de admiración. Suegerente el percusionista, en el Jongo, con timbres que contornean la gracilidad de la guitarra y melodías de una fuerza ancestral que a través de la flauta travesera cobra vida como si fuere vegetación. En este sentido Fuoco consigue llevarnos al corazón de la selva en una mixtura de folclore y academia; se trata de una obra a modo de estudio con trémolos y disonancias.

En una sola pista actúa excepcionalmente el trombón Francisco Rosario, y lo hace con un diseño contrapuntístico encantador que luego se despedaza en remedos burlones con la flauta. Hay unas modulaciones muy originales en Anacleto de Medeiros, una partitura que nos hipnotiza con cromatismos que crean un baile nostálgico. Por su lado, la pieza titulada Chiquinha Gonzaga contiene insertos brevísimos para un contrapunto que evoca a Bach.

Dejan para el final una obra del propio flautista: música hogareña donde sellan su éxito además con un instrumento-sorpresa.

Se echa en falta en la interpretación un juego de dinámicas, sobre todo en aquellas obras de tintes melancólicos o en los pasajes para el cambio de tonalidad. Y frente a la frescura y la nitidez de la grabación, añoramos algo de resonancia para ciertas obras y compases.

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