Pilar Barroso, la sabia sencillez
ARTE por María Pérez Mateo
"La exposición desnuda la obra sentida y sencilla de esta diosa de la impresión que es todo expresión llamada Pilar Barroso, una mujer que no necesita argumentos superfluos para crear"
Élie Faure, autor, entre otros ensayos, de ese maravilloso referente hipnótico que fue su monumental Historia del Arte, escribió que "el impresionismo pretendía expresarse de cualquier modo, con tal de que la expresión resultara justa. El expresionismo enseña que hay que expresarse de cualquier modo, con tal de que la expresión sea personal".
Impresión y expresión. Justa y personal. Con esta reflexión quisiera sintetizar la obra de Pilar Barroso, pintora de mi máxima admiración más por como crea, el espíritu y el impulso, que por lo creado, la materialización, la obra en sí. En su exposición antológica del Museo de Huelva, inaugurada al abrigo del fervor amistoso y cariños sinceros, se aprecia perfectamente como la fuerza interior pare obras de valor extraordinario y cómo la represión del envite crea, a menudo, lo que una no quiere; es decir, obras no de su gusto, pero sí del agrado de quien tiene que adquirirlas y admirarlas. Exégesis, que diría mi padre espiritual don Antonio con desánimo novillero. "Una cosa es crear para gozar y otra para subsistir. Una cosa es una cosa y lo demás todo lo contrario".
La exposición del Museo admite más de un artículo, puesto que es una muestra hecha con tanto amor y con tantos amores que el resultado no puede ser otro que la satisfacción colectiva. Personalmente, imprescindible verla. Y gozarla. Si la producción de Pilar Barroso se defiende sola, sin ayuda, está atacada de valores invariables y golosos, portento de sencillez, dos amigos de currículos extensos, abiertos y generosos se prestan a mejorarla si cabe. La puesta en escena es extraordinaria por su naturalidad y captación del sentido de lo expuesto. Según he podido colegir durante esa hora frenética de besamanos y abrazos que se deflagra en las inauguraciones, es autoría de un grande de los grandes de esta Huelva cainita que todo lo devora: Juan Manuel Seisdedos. Y la comisaría y catálogo, una especie de emporio sin medida entre la literatura y la historia, entre la realidad y el onirismo, entre la fidelidad, la religiosidad y la adhesión, entre la belleza de la palabra y el susurro de la anécdota perpetrada de verdad, pacto armonioso entre la objetividad y subjetividad, es privativo de mi admirado Bernardo Romero. Con esta fusión, ver la obra de Pilar Barroso no es un compromiso social, es de obligado cumplimiento. Esencial, diría, si quieres conocer una producción artística hija de unos padres que cincelaron la historia de la pintura local con palabra justa de impresionismo y con locución personal de expresionista.
Bernardo Romero, a lo largo de su reflexión sobre la obra de Pilar, nos dice que "Barroso es, para la pintura de Huelva, una esponja de sentimientos e intenciones, un ejemplo de hacer lo que le da la gana y sin mirar a quien. Su sólida formación se lo ha permitido, pero también su carácter, el de una persona absolutamente libre e independiente, difícil de adscribir a escuelas o a tendencias concretas. Una pintora que ha aprendido todo lo que ha podido y que confiesa sin disimulo seguir todavía hoy aprendiendo cada día, de este o de aquél, de todos, una artista que a fin de cuentas se ha quedado con aquello que más le ha interesado y con lo que más cómoda se ha sentido. Cuando se le interpela sobre la pintura, sobre lo que significa la expresión artística, Pilar Barroso pronuncia siempre una misma palabra, evolución. Luego asegura con absoluta limpieza en la mirada, que todos hemos aprendido de otros, que hemos copiado de otros y que así es desde el principio de los tiempos. Desde Altamira hasta Picasso, atravesando otros puntos de inflexión de la Historia del Arte, el Giotto o Velázquez. Y la nómina continúa, el hombre no ha hecho más que utilizar el arte como instrumento de comunicación, lo que es en esencia toda obra de arte, y volcar en esas formas, sean cuales fueren, sus aspiraciones, sus anhelos, sus sentimientos, de ahí que la obra de arte emocione, guste a los demás, a quienes va dirigida".
Estoy contenta, y feliz, por una grandísima exposición que desnuda la obra sentida y sencilla de esta diosa de la impresión que es todo expresión llamada Pilar Barroso, una mujer que no necesita de argumentos superfluos para crear y enseñar todo un abanico de buen hacer creativo. Pero también estoy satisfecha y emocionada por el maridaje de ese triángulo de amistad y creación que forman Barroso, Romero y Seisdedos. Piensen que constituyen una parte crucial de las hojas más ricas del libro de la cultura de Huelva, ese pequeño manual más tendente a arrancar(se) hojas y divulgar(se) octavillas que a anexarlas y multiplicarlas. E, indudablemente, como ciudadana, estoy feliz por la iniciativa. Desde que hace diez años Antonio Belmonte inaugurara la saga, todos hemos crecido en el conocimiento de la pintura de Huelva. Enhorabuena a quien osa patrocinar. Que cunda.
Pilar, no sé si los ojos y el corazón tienen razones de objetividad, pero no puedo mejor resumir mi sentir al admirar tu obra que ya era hora que Huelva te aclamara. Te lo mereces.
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