Perianes siempre nos fascinará
XXIII Temporada de conciertos de abono. Programa: 'Cantus arcticus', de E. Rautavaara; Concierto nº 1 para piano y orquesta en Mi menor, op. 11, de F. Chopin; Sinfonía nº 5 en Mi bemol mayor, op. 82, de J. Sibelius. Piano: Javier Perianes. Director: Aris Rasilainen. Lugar: Teatro de la Maestranza de Sevilla. Fecha: Jueves, 17 de enero. Aforo: Lleno
Nunca vino mejor el título de "Artista residente" que en este año en que Javier Perianes frecuentará el Maestranza en sus diversas facetas interpetativas. Si sobre el papel la opción del Maestranza y de la Sinfónica era muy atractiva, tras asistir a la primera entrega hay que reconocer que supera con mucho lo esperable. Desde que Perianes atacó la primera frase del primer tiempo del concierto de Chopin se produjo una especie de transubstanciación: ese frase, mil veces escuchada, era ahora otra muy diferente merced a un sutilísimo rubato que superponía sobre lo escrito en el papel toda una entonación sensible, poética y llena de intensidad expresiva. El cantabile de su fraseo en el segundo tema arrojó sobre el público una delicada línea de canto angelical cimentada en una matizadísima pulsación y una sorprendente claridad en los pasajes ornamentales. Por añadidura, su capacidad para matizar y dosificar las dinámicas por debajo del piano le permitió desplegar toda una paleta de colores en el teclado.
Y ya en el Rondó final volvió a deslumbrar con su dominio del tempo y de las relaciones internas de las notas, acentuando espectacularmente el ritmo sincopado y las frases a contratiempo. Que Perianes es capaz de sacar oro de donde menos se piensa quedó patente en el bis, una Serenata andaluza de Falla que en sus manos fue una reluciente gema.
A pesar de que el arranque orquestal del concierto de Chopin quedó falto de acentuación y de energía, Rasilainen dirigió el resto del programa desde la claridad en la exposición de las texturas tímbricas, sabiendo controlar las transiciones dinámicas (magníficos crescendi) y alcanzando el clímax expresivo sin necesidad de forzar el sonido orquestal a niveles desaforados.
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