Cultura

"Pensé que Paquirri podía perder la pierna, pero jamás que moriría"

  • Ramón Vila, al que hizo llamar el torero tras la cornada de Pozoblanco, sostiene que la tragedia era inevitable

Muy pocos han conocido tan de cerca a Francisco Rivera Paquirri como el doctor Ramón Vila, cirujano-jefe de la Maestranza y albacea del torero. Vila es explícito cuando concertamos esta entrevista. "Hablaré con el corazón; pero no como algunos lo hacen en los llamados medios del corazón. A lo largo de estos 25 años no he tragado con esas cosas. Me daban mucho dinero. Pero dije: yo quiero dormir tranquilo".

-Ramón, ¿cómo era Paquirri en la distancia corta?

-Paco, como muchos toreros, tenía un cerco alrededor suyo que era muy difícil traspasar. Yo lo hice de una manera sorprendente. Entró herido en la enfermería de la Maestranza. Me dijo el anestesista: "El torero pregunta por tu padre", quien le había curado varias heridas. Pensé: "Me lo juego todo a portagayola", y le dije: "Paco, mi padre está enfermo. Yo me estoy lavando para operarte. Si quieres te dejas operar; de lo contrario, coge aquella puerta y te vas a la calle". Se quedó unos segundos en silencio, que fueron horrorosos, y me pidió que le operase. Pasado un tiempo, me dijo: "Ramón, te vi como yo cuando me pongo delante del toro a portagayola y me diste tanta fuerza que quise que me operases tú". Desde entonces entré en su círculo. Era una persona muy sencilla; aunque para el público fuera un poco áspero. Le hacían reír las cosas más simples que había en una conversación. No tenía maldad. Era un niño grande. Sin embargo, cuando lo rodeaba la gente, se defendía como podía porque en el fondo era un gran tímido.

-¿Cómo se forja vuestra amistad?

-Después de aquella cornada yo iba a Cantora a curarle. Charlábamos en el café. Al cabo de tres o cuatro años nos entendíamos con la mirada. Cuando llegaba a la plaza, me miraba así y veía que llegaba fenomenal o me guiñaba el otro ojo y sabía que ese día venía un poquito más atrancado. Nos comprendíamos casi sin mirarnos. Fue una amistad corta en el tiempo e intensa en el sentimiento. Él me confesó que le hubiera gustado ser médico. Me preguntaba cómo se trata una herida, cosas que desgraciadamente fueron las últimas palabras que pronunció: "Doctor, usted abra todo lo que tenga que abrir y corte todo lo que tenga que cortar". Yo se lo había dicho muchas veces: "Paco, las heridas, aunque sean muy grandes, hay que abrirlas para ver bien su alcance". En una ocasión me sorprendió con una frase: "El día que a mí me pegue una corná fuerte un toro, te vas a enterar". Y le respondí: "Mira, Paco, no me tientes. Si tienes algún día una cornada... yo te curo y ya está". Y continuó: "No, el día que me coja a mí fuerte, te vas a enterar". Y mira por dónde, me tuve que enterar. Me había dejado como albacea.

-En la enfermería de Pozoblanco, Paquirri habla como un experto cirujano, señalando hasta las trayectorias de la cornada.

-Claro. En la cornada, no duele el momento en que penetra el pitón. El dolor llega al cabo de un tiempo y los toreros saben incluso hasta dónde les ha penetrado el cuerno. Mira, en la cornada del año 78 en Sevilla entró con dos cornadas. Una en el muslo izquierdo, muy grande y otra en el derecho, con un boquetito. Él mismo me dijo cuál de ellas era la grave y hasta dónde le había entrado el pitón. Recuerdo que como tenía una alergia enorme, cuando soplaba el viento en Cantora se le ponían los ojos irritados y me decía: "Tendría que haber sido médico y haber buscado una vacuna para esta enfermedad". Era entrañable. Fue una amistad, como creo que se hacen las grandes amistades, sin estar todos los días juntos.

-¿Cómo era como paciente?

-Como todos los toreros, quería reaparecer cuanto antes. Y salía con los puntos puestos a torear. Pero en las curas me decía: "Ponme anestesia para quitarme el esparadrapo". Le daba un miedo tremendo el tirón de aquel esparadrapo, que era de cinc y arrancaba el vello. Antes de empezar la cura, se lo había ido quitando poco a poco. Tenía miedo a la aguja, a una inyección, al esparadrapo, y después entraba andando a la enfermería con una cornada.

-Desde que sucedió la tragedia, ¿cuántas veces ha meditado sobre ello y qué conclusiones ha sacado?

-Los tres o cuatro primeros años fueron durísimos. Recordaba cómo tras llamarme me fui para Córdoba. En aquel viaje pensé que incluso le podrían cortar la pierna, pero jamás en que se podía morir. Fui al hospital donde me había dicho Juan Carlos -Juan Carlos Beca Belmonte- que le iban a llevar. Y desgraciadamente tuvo que quedarse en el otro, en el Militar. Pregunté: "¿Está aquí el torero Paquirri?" y me contestaron: "No. Está en el otro, pero ha entrado muerto". Desde ese momento comencé a darle vueltas a la cabeza. Yo he hablado con todo el mundo... y me he convencido de que hay veces de que por mucho que quieras no le puedes encontrar el porqué a una causa. Son una serie de acontecimientos. No es normal la cornada certerísima que le pegó ese toro en Pozoblanco a Paquirri. La enfermería no tenía todos los medios. A ello se unió un traslado de ochenta y tantos kilómetros por una carretera infame de curvas cerradas una detrás de otra, por donde era imposible que pudiera andar un coche. Todo eso unido hizo que Paquirri se muriera.

-¿La tragedia era inevitable?

-Hombre -resopla Ramón Vila-... dice un refrán taurino que "a toro pasado todo el mundo es valiente". Tu puedes decir: "Si hubiera sido en otro sitio...". Pero también hubiera podido ocurrir en otra plaza. Evidentemente, si hay más medios se pueden tener más posibilidades. Es una cosa que no me gusta juzgar porque no van a darse otra vez las mismas circunstancias. El médico, Eliseo Morán, era un cirujano muy reconocido por los toreros, que estaba harto de ir por los pueblos y había curado a muchísimos toreros. Tengo la impresión de que el toro le metió el pitón entre la cadera y el pubis y que él sabía que la única manera para desengancharse era agarrarse. Algunos dicen que no debió hacerlo. Es verdad que estuvo un rato muy largo colgado del pitón y el destrozo fue brutal. Él dejó una cosa por la que yo llevaba muchos años luchando y no había conseguido y es que las autoridades se preocuparan de las enfermerías. Hubo un paso adelante y a partir de entonces se pusieron unidades móviles.

-Algunos comentaron que Paquirri, en esos momentos, ya no tenía puesta la mente en la temporada?

-No. Si yo le pongo alguna pega es que estaba demasiado feliz. Después de esa corrida, se marchaba con Isabel Pantoja a América a pasar un mes de vacaciones. Tan peligroso es estar demasiado preocupado como quitarle importancia. Mirando el vídeo se da uno cuenta que da verónicas mirando al público, una cosa rara.

-¿Exceso de confianza?

-Exceso de confianza. Paco era un torero muy potente y con muchos reflejos. Yo creo que ni él mismo se dio cuenta.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios