Orondo saltamontes
Fila siete


Torpe y orondo, desmallado y grandullón, es este émulo de aquel saltamontes, según la conocida y popular denominación que se hizo famosa tras el predicamento logrado por aquella serie que hizo furor en la década de los setenta, Kung Fu. Sucesor de tan peculiar invención televisiva, como no podía ser menos, dada la sequía creativa que padece Hollywood y que afecta incluso al género de los dibujos animados, es este nuevo producto de la DreamWorks Animation, artífice de títulos de tanto éxito en los últimos tiempos como El espantatiburones (2001), Madagascar (2005), Bee Movie (2007) y la saga de Sherek (2001), que cada año compite con Pixar para lograr la animación más codiciada por el público.
Kung Fu Panda, precedido de un gran éxito taquillero en Estados Unidos, con más de doscientos millones de dólares de recaudación, nos presenta a este gran oso que sirve tallarines en el negocio familiar, pero cuya gran pasión son las artes marciales. Considerado el animal más perezoso del Valle de la Paz, ansía convertirse en el gran Guerrero Dragón. Según una ancestral profecía tendrá que cumplir la misión de salvar a su pueblo de la amenaza del temible Tai Lung, el fiero leopardo de las nieves.
John Stevenson y Mark Osborne, como directores de la película y los creativos de la poderosa productora de animación, deben haber pensado que, tomando algunas líneas significativas de Shrek, el gran éxito de la empresa, aquellas aventuras y algunas frases famosas de tan inolvidable serie, que apasionó a millones de telespectadores, podría dar como resultado un producto muy rentable en las taquillas.
Y no se han equivocado, al menos en sus consecuencias comerciales, ya que las recaudaciones se han multiplicado favorablemente en las salas del mundo donde se ha proyectado. Es un producto familiar y palomitero a la medida de los espectadores de hoy, poco exigentes, y a la ingenuidad de los niños, sus más numerosos seguidores que se conforman con poco. Los que relacionen la película con aquel Kung Fu, las máximas filosóficas y los interminables enfrentamientos marciales, pueden olvidarse de ello inmediatamente.
Lo que tenemos en la pantalla ahora es la clásica fórmula que propende a la narrativa cómica del patoso, poco propicio a hacer algo útil y trascendente y que al final, como suele ocurrir en estos casos, es capaz de lograr lo inverosímil. Rodado con la técnica habitual en esta factoría con su habilidad digital ya conocida, tenemos un producto de fácil consumo, suficiente para animar y divertir a los más pequeños y que resulta un pasatiempo evasivo para ellos de primera magnitud, sin mayores complicaciones, que las cosas no están para que ni ellos se quiebren la cabeza.
Argumento nada original ni en la idea ni en la realización, su plástica es la ya conocida en esta casa, con aires de otras sagas famosas que el cine viene repitiendo hasta la saciedad y aunque a veces uno tenga la sensación de que tanta reiteración acaba fatigando, entiende que la extrema infantilización del cine norteamericano, el que más se consume, alcanza sus mayores cotas con estas películas. En la versión original ha contado con voces de intérpretes tan famosos como Dustin Hoffman y Angelina Jolie y aquí, entre otros, con el inevitable Florentino Fernández. Creo que los niños pensarán que estos animalitos de los dibujos animados se expresan todos lo mismo.
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