'Niñitos', un puñetazo al 'putinismo'

La película sobre los huérfanos de Moscú muestra una realidad que el Kremlin sigue ignorando

Los niños asesinan a los pedófilos como "ángeles de la venganza".
Ignacio Ortega

13 de mayo 2013 - 05:00

La película rusa Niñitos (Détochki), un puñetazo en el estómago protagonizado por unos huérfanos que apuñalan a los desalmados a plena luz del día, denuncia graves problemas sociales ignorados por el Kremlin.

"En la guerra está permitido matar", asegura uno de los huérfanos, que fue a parar a un orfanato tras el asesinato de sus padres a manos de unos mafiosos, para justificar moralmente sus actos.

Los adolescentes, que se ganan la solidaridad de la sociedad en la película y la admiración del espectador en los cines pese a tomarse la justicia por su mano, tienen 12-14 años, el tiempo que lleva en el poder el líder ruso, Vladímir Putin (1999-2013). El objetivo de su particular guerra contra el mal son los pedófilos, los padres que abusan de sus hijos, los militares que maltratan a los reclutas, los médicos que se niegan a operar a los niños de familias pobres, los narcotraficantes...

"Es un cuento en el sentido de que hay buenos y malos. Pero también queríamos hablar de los problemas que nos preocupan, lo que convierte a la película en una fábula moral con una fuerte crítica social", aseguró su director, Dmitri Astraján. La cinta, de presupuesto medio, ha calado en la audiencia precisamente por la crudeza del mensaje y de las imágenes, en las que el espectador no puede evitar solidarizarse con esos justicieros, aunque asesinen a diestro y siniestro.

No es casual que los huérfanos sean los protagonistas, ya que Rusia no ha podido solucionar ese problema desde que numerosos niños perdieran a sus padres durante la Segunda Guerra Mundial.

Sólo recientemente el Kremlin decidió promover la adopción nacional e invertir dinero en la modernización de los orfanatos, tristemente conocidos por sus pésimas condiciones de vida y el maltrato a los menores. El protagonista, Vania (Iván), que mató a su padre para que no violara a su hermana, es uno de los cientos de miles de huérfanos sociales; es decir, a cuyos padres el Estado les retiró la custodia por alcoholismo o abusos.

Las primeras escenas, en la que se puede ver a un diputado y a otros altos funcionarios intentando llevarse a la cama a niñas de 6 o 9 años, agitan la conciencia del más incrédulo de los espectadores. En esta fábula, los malvados reciben su merecido, ya que antes de que logren consumar su perverso plan son apuñalados por unos adolescentes con capucha.

"Son ángeles de la venganza que han venido a castigarnos por nuestros pecados", asegura el jefe de Policía que persigue a los niños. Pese a que varios de esos actos son perpetrados a plena luz del día, la Policía no logra convencer a nadie para que declare contra los huérfanos, en una demostración de la crónica desconfianza de los rusos hacia las fuerzas del orden.

No hay gestos de rabia u odio en los rostros de los niños, sólo un profundo sentido de la justicia; los niños cometen los asesinatos sin aspavientos, sin ensañarse en sus víctimas, tras lo que regresan a sus estudios y sus partidos de fútbol.

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