Toros

Nerva, entre el romanticismo de una tarde de festejo y la realidad que ofrece su plaza de toros

  • Salida a hombros de Clemente Jaume y Diego Vázquez con una novillada con trapío y nada fácil del hierro de Couto de Fornilhos

Me decía un buen aficionado al final del festejo que contar hoy lo de Nerva habría que hacerlo desde ese romanticismo de aficionado que nos mantiene viajeros de un sitio a otro. Es verdad. La tarde de Nerva hay que engancharla desde el romanticismo, pero no desde ese romanticismo que sirve para justificar si lo que ocurrió sobre el ruedo merece la pena o no, que fue que sí. Debe ser desde el romanticismo personal de volver a pisar un albero recién regado en una de las plazas más importantes de la provincia. La última vez que vi ese ruedo, la hierba andaba ocultándolo todo. Una especie de selva tapando la historia de un coso que había escrito cosas importantes en el historial de la provincia. También una higuera, coronando aquel tendido vacío y unos chiqueros derrumbados.

Jamás pensé que tal como iban llegando las cosas alguien tuviera la osadía de devolver ese ruedo a la vida. Pero allí estaba y reconozco que un pellizco grande emoción me ha recorrido por dentro mientras el agua salpicaba pequeños trozos de albero sobre la tela de mi pantalón y Miguel Ángel, el presidente de la Peña Sanchino me contaba cosas de futuro. El futuro es largo, así que otro día lo hablamos, pero me alegró haber abandonado la comodidad del aire acondicionado y aferrarme al volante para irme a Nerva.

Quien no comprenda el poso de ilusión y trabajo que están haciendo las gentes de Nerva con su plaza a lo mejor tampoco entiende que en el camión hubiese cuatro utreros con trapío y en el tendido novecientas personas. Que la banda evocara en esas notas que dejara escritas José Luis Bernal para el pasodoble La Torre de Nerva, sonando, y sonando maravilloso, antes de que ocurriera todo sobre el ruedo.

Llegados a esta punto tenia razón el amigo y aficionado para preguntarme  como escribir una página entera de lo ocurrido en ruedo con los de Couto de Fornilhos. Una  novillada amplia de lomos, intenciones jodidas en el segundo de la tarde dando estopa a diestro  desde la miopía que argumentó el acta veterinaria y sobre todo dejando dos triunfadores en distintos conceptos, pero triunfadores.

Uno, francés, Clemente Jaume, dicharachero, comprometido con alegra al tendido y consiguiéndolo ante dos utreros nada fáciles. El primero porque terminó como estatua de sal inamovible a todo  y ante todo y con el el francés supo vender sus mercancía. Una oreja que más tarde serian dos en el cuarto ante un novillo que tuvo al menos esa movilidad necesaria para darle contenido al toreo que un novillero con oficio andaba queriendo expresar ante esa media plaza que le contemplaba. Afición sana la nervense. Viendo, valorando y ayudando cuando no había pan y eran tortas.

Diego Vázquez dio la talla ante un lote muy serio. Comprometido por las condiciones de su primero que repartía estopa hasta al bigote de una gamba. Dispuesto hasta el gañafón que sabia que si iba a llevar y se lo llevó y honesto como novillero que entrega todo lo que tiene ante un novillo con bastante cuajo y temperamento. Desde ese ponerse de hinojos ante el cuarto para recibirlo, esperarlo y vaciarlo con valentía a porta gayola hasta esa faena con imperfecciones técnicas pero de una verdad absoluta que argumenta la disposición de un novillero decidido a todo. Como debe ser, porque estar a otra cosa no merece la pena. Ayer, Diego Vázquez me olió a verdad y disposición buscando conectar por ambas manos su toreo y lo mismo que no lo escribo cuando no lo veo, hoy es de justicia contarlo y es una de las cosas de la tarde que guardo como valiosas en mi reencuentro nostálgico con Nerva.

Y sí, tenía razón Juan León que esta tarde solo servía contarla desde el romanticismo y uno es un empedernido romántico de las cosas de esta Huelva y Nerva ha sido un regalo inesperado pero valioso, muy valioso, con un hombre de 94 años en la Puerta Grande de la plaza nervense que es todo un símbolo de esa Nerva que aparece vital y generosa: Ricardo.

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