Cultura

El Museo revisa la obra de Vázquez Díaz a través de 'El silencio cartujo'

  • El pintor José María Franco hizo un recorrido por un artista que calificó de "perpetuo y permanente" · Elogió su aporte fundamental a la modernidad pictórica en España tras su regreso de París en 1918

Considerado el pintor onubense más universal y uno de los pilares de la revolución pictórica de principios del siglo XX, tras pasar por Sevilla y Madrid, Daniel Vázquez Díaz se instaló en París a partir de 1906, donde completó su formación siendo parte activa de la vanguardia internacional junto a artistas como Picasso, Juan Gris o Modigliani, entre otros. A su vuelta a España contribuiría decisivamente a la renovación de la pintura española, adaptando las más modernas tendencias europeas contemporáneas y ejerciendo una fuerte influencia en los artistas de la época.

Una de las facetas más reconocidas de Vázquez Díaz y en la que el autor demuestra toda su maestría es la de retratista. Cultivó este género durante toda su vida artística, inmortalizando a gran cantidad de amigos y conocidos. Junto a éstos, realizó también retratos idealizados como El silencio cartujo, realizado en París en 1917, donde el artista funde la modernidad con determinadas raíces clásicas del arte español, como la pintura de Zurbarán.

El silencio cartujo fue ayer la obra que dio pie a la conferencia del pintor José María Franco, que conoció al artista nervense en Madrid, al que visitó en numerosas ocasiones en su estudio. Un contacto que nació en 1962 cuando José María expuso con su padre Domingo. Llega a congeniar, tanto que le diría: "Tenemos muchas cosas en común, los dos somos de la provincia de Huelva, pintores y la misma profesión, profesor mercantil, pero hasta que no olvides que dos más dos son cuatro no empezarás a vivir; yo ya lo he olvidado". Franco asegura que su obra ha constituido "una constante lección en la pintura española y que a él también le ha inducido". Asegura que Vázquez Díaz es austero por el equilibrio, lo mismo que en el color, pero defendía a un Vázquez Díaz especialmente colorista. Pone como ejemplo la obra de El silencio cartujo, donde se muestra "a un colorista extraordinario, utiliza el color necesario, no regatea, va a lo esencial", pero además habla de que esta obra tiene algo más, "lo que Vázquez Díaz lleva dentro, que no es otra cosa que un espíritu místico". José María Franco sentenció diciendo que "el monje es el compendio de una vida". José María Franco recordó la vida artista de Vázquez Díaz, desde que deja la fábrica de pañuelos en Sevilla donde era contable. Le sigue por todo su periplo hasta llegar a París, la importancia de su obra y con la gente que convive, como Rubén Darío, al que dibujaría en el mismo tiempo que hace El silencio cartujo en París. Recordó los muchos apoyos que tuvo y también "a los mediocres" que le criticaron. Como ejemplo de lo que se dijo de su obra en ese empuje vitalista que ofrece al arte en España está la frase de Juan Ramón Jiménez: "Es el arte de lo moderno, es una vuelta al orden".

Habló de Vázquez Díaz como "un pintor perpetuo, permanente no doblegado a nadie, pintó al que le interesó". Así aludía a las críticas de quienes le vieron trabajar en España tras la guerra civil, cuando a Vázquez Díaz le ofrecieron viajar hasta Valencia, pero prefirió quedarse junto a su obra en Madrid y seguir luego creando desde su libertad artística.

José María Franco destacó la importancia que supuso para Vázquez Díaz el pintar los frescos de la Rábida. "Era algo -dijo- con lo que él había soñado siempre, por todo lo que llevaba estar cerca de su tierra, él era un hombre llegado a su tierra". Un trabajo que realiza entre 1927 y 1930, su Poema del Descubrimiento. Una obra que sintonizaba en parte con la estética del novecento italiano, pero también con el realismo épico del muralismo social hispanoamericano. José María Franco no dejó atrás obras como Desnudo el la ventana, los trabajos taurinos o La fábrica dormida, uno de sus trabajos fundamentales.

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