Morante de la Puebla, El Fandi y Manzanares, sin opciones en Salamanca
Abominable espectáculo en el que la terna se enfrentó a una podrida corrida de Juan Pedro Domecq
Ganadería. Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presencia, flojos y desrazados. Los seis apenas se desplazaron. Corrida infame e imposible. TOREROS: Morante de la Puebla, estocada corta, perpendicular y caída (división de opiniones). Estocada casi entera (silencio). El Fandi, pinchazo, estocada y descabello (ovación). Pinchazo, estocada corta y tendida y dos descabellos (ovación). José María Manzanares, estocada con vómito (silencio). Bajonazo y estocada (silencio). Incidencias. Plaza de toros de Salamanca. Algo más de media entrada en tarde de nubes y claros, frío y viento.
Un espectáculo de lo más abominable con una corrida de toros podrida de Juan Pedro Domecq echó por tierra cualquier mínima opción por parte de los toreros, en Salamanca.
Una voz desesperada clamó desde las alturas cuando el espectáculo llegaba a su fin: "¡dale la muleta al ganadero, que también sabe torear!". Resumía el fiasco de tarde. La tomadura de pelo, la desvergüenza, la provocación por tan triste, vergonzoso y vergonzante espectáculo, cuyo punto de partida fueron los toros de Juan Pedro Domecq. ¿Los toros?, mal dicho.
Los "juampedros" no llegaban a toro, eran semovientes, mulos con cuernos. Nada que ver esta raza con la que llaman de sangre brava. ¿Y hasta cuando hay que aguantar así?, seguirá preguntándose la frustrada voz de las alturas. Es fácil: habrá "juampedros", sucedáneos de toros, hasta que los taurinos quieran. Precisamente ellos, que viven de este negocio, se lo cargan a pasos agigantados. ¡Con qué desprecio tratan al público!. Les importa un bledo que hoy, y mañana, y pasado, el aburrimiento se enseñoree en todo.
Lástima de tradición, de afición y devoción. Tantos años, hasta siglos, de liturgia y fundamento taurino reflejado a través de expresiones culturales, poesía, escultura, música. Todas las bellas artes han tenido el toreo como fuente de inspiración. Pero no éste, otro toreo, no la bazofia que así se presenta y se ofrece, cúmulo de desvergüenzas.
¿Qué hubiera pasado si el presidente devuelve el primer inválido como le pidió el tendido insistentemente, y así los otros cinco siguientes. Entre la expectación por ver a Morante, siempre esperado y deseado, y el enfado por haber mantenido en el ruedo la porquería de toro, allí no pasó nada. Pitos en el arrastre.
Y entre indecisiones, dejando intervenir mucho a la cuadrilla, Morante tampoco se comprometió en el cuarto, en un trasteo sin emoción ni estética, en el que abundaron enganchones y desarmes. Otro toro pitado.
Al Fandi se le agradeció el esfuerzo en los dos de su lote, aunque sin resolver nada. Ni siquiera con las banderillas estuvo como otras veces.
Se mantuvo en pie y se desplazó algo más el que hizo segundo. Y El Fandi por allí, también con sus limitaciones artísticas. No pasó nada de relieve. Y en el quinto, de rodillas toro y torero en la apertura de faena, fue el colmo de la pantomima. Medias arrancadas y cabezazos. Ni música, con lo fácil que es la banda aquí.
El primero de Manzanares estuvo más tiempo en el suelo que de pie. La bronca fue monumental.
El último no podía con su sombra, defendiéndose, descompuesto. Otro trasteo al garete. Qué tarde de toros más triste.
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