Toros

¡¡ Miranda mandó la tarde a la guerra !!

  • Cuatro orejas para el torero triguereño, premio a dos faenas muy rotundas

  • Alejandro Conquero y Emilio Silvera cortaron dos trofeos

  • Buen encierro de Domínguez Camacho

Miranda mandó la tarde a la guerra. Matar o morir. Sin quedarse con nada en la chequera. Todo el capital apostado a mandar sobre el postrer festejo de una temporada que no ha dejado respiro. Sin ese respiro que le quitó al tendido el primer latigazo que el abreplaza le dejó a la escena con Miranda tendido, inerte sobre el albero.El agua le devolvió a la escena mientras el torero seguía a lo suyo otra vez desafiando en la misma pose a ver que pasaba. Más tarde, cuando el triguereño andaba retorciendo el espacio entre los pitones del oponente llegó la segunda. Esta olía a cornada. Solo olía porque David se levantó con las suficientes facultades como para aguantar esa lidia en la que obligar a humillar a un toro que no humillaba y hacerle sacar a flote la clase que terminó enseñando con la faena tomando altura y sentido de perfección. Avisaba el toro y además no mentía en cuanto el torero le disputaba el terreno en esa línea donde parece difícil explicar el por qué jugarse el tipo en la última de la temporada disputando ese terreno tan intenso donde Miranda decidió jugar la partida. Ese terreno donde no ponerse equivale a no ser Miranda.David se llevó la faena en dirección al triunfo con una templanza digna de mil elogios porque existió mando y desbordó emoción. Pero también toreo porque el engarce de esa pasión con la que embestía el toro lo entendió a la perfección el triguereño para correrle la mano con parsimonia. Con la espada no hay titubeos y esa estocada le valieron las dos orejas más meritorias de cuantas se cortaron ayer sobre ese ruedo. Las más.Apuntaba clase el cuarto. Y nobleza. A ambas cualidades no le acompañaban la fortaleza y aquello no terminaba de cuajarse emocionalmente para el tendido. La faena se justificaba en ese afán del torero hasta que al filo de la sexta serie ese tesón y confianza en su oponente terminaron por arrancarle al límite de su fuerzas cinco embestidas que llenan una faena. Una faena entera.En eso ha evolucionado Miranda. En hacer que le sirva cualquier toro sea cual sea su condición. Y es tremendamente pasional que eso ocurra con un torero al que antes se le miraba desde el poderío y eso ya se queda corto. Paseó otras dos orejas. La corrida de Domínguez Camacho no decepcionaba un ápice. Mas que bien presentada, su toros dejaron diversidad sobre el albero palermo. Con la virtud notoria de la nobleza, salvo alguno más picajoso de carácter, hasta las manos de los toreros llegaron al menos tres toros importantes. Los tres en tres lotes distintos.Especial atención para la clase y nobleza de segundo y ese tío en toda regla que saltó sexto.Noble, con clase y movilidad el quinto y otro muy interesante en cuanto a casta y picante como fue el tercero.Si Miranda había mandado la tarde a la batalla Conquero se las ingenió para cuajarle lo mejor de su tarde a su segundo. Pedía Alejandro un toro que le dejara expresarse y se lo encontró delante cuando los focos de la plaza explicaba que la tarde se iba yendo larga.Tenía dentro clase, nobleza, bravura y un viaje vibrante. Ese que tienen los bravos y con él se entendió Conquero de principio a fin. Sin fisuras. Sin dudas de ningún tipo y metido en ese terreno de la batalla llegó la faena más intensa y completa de Alejandro. Con la confianza y el valor de embarcar y llevar para coser los muletazos. Para enhebrar series y marcharse con gallardía de la cara de su oponente. Un torero dando la cara con todas sus armas. Las que le deja tener el tiempo y su sentido del toreo. Que le buscó por la izquierda todas las posibilidades a esa lidia que remató una contundente estocada. Una faena de valor. Toda esa redondez no la tuvo en su labor frente a su primero con el que no llegó a entenderse del todo; no despachaba el viaje con rotundidad agotando la posibilidad de quedarse en el sitio y unir los muletazos y terminar de ahondar esa faena en el remanso de todo lo que ofreció este segundo de la tarde. Faltó por culminar ese toreo ligado, preciso para armar con argumento esos diez minutos que dura la lidia de un toro. Estuvo Conquero valiente toda la tarde a la hora de buscar el morrillo. También en éste.Movilidad y emoción en esa salida del tercero de la tarde. No era toro fácil para llevar la mochila cargada de inexperiencia frente al cuatreño y sin embargo hay un termino que define la actuación de Emilio Silvera: Decisión. Decisión sin terminar de brillar frente a ese tercero que llevaba carbón por los cuatro costaos. Sin brillo total porque ese toreo terminó dejando una faena con el muletazo vaciado hacia afuera y porque tuvo demasiada precipitación en el trazo de las series.Lo del sexto deja otras sensaciones. Y buenas. Notables. Porque frente a ese pavo que le había dejado el sorteo Silvera desplegó sosiego y tiempo para medir la nobleza y clase de un animal que le dejó expresarse con confianza y mostrar bastantes virtudes que le acompañan como torero.No amilanó un ápice la falta de oficio y Silvera tiró de pundonor y vergüenza para no arrinconarse en el olvido de la tarde. Todo lo que no sea eso no pertenece a esta faena que tuvo la cualidad de no querer perder en esta tarde cuando el esfuerzo de no desmerecer es elogioso si además se mata por arriba a ese pavo que se marchó con bastantes muletazos de mucha enjundia torera. Emocionante Emilio en su sinceridad.

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