introspectivas: música y músicos

Manolo García se entrega a Huelva

De apoteósico se puede considerar el conciertazo, si ustedes me permiten la expresión, que el incombustible y genio musical de Manolo García concedió la pasada noche del viernes en el escenario del Foro Iberoamericano de La Rábida. Estuvo enorme, sin dejar lugar a la sorpresa a quien lo conocemos desde hace más de veinte años.

Tiró de memoria e hizo un perfecto recordatorio por todos aquellos lugares de la provincia de Huelva en los que han estado, empezando por la Palma del Condado, pasando por Huelva capital, Punta Umbría, Gibraleón, Moguer, y concluyendo en la misma Rábida. Comentó que "era la primera vez que estaba en tal lugar, asegurando que era un perfecto marco para que la música nos hiciera felices a base de canciones".

El repertorio, de casi tres horas de duración, tuvo de todo. Desde el recuerdo a sus primeros proyectos como Los Burros, su larga etapa en El Último de la Fila, con temas como Los ángeles no tienen hélice o Aviones plateados, y finalmente la mayoría de los temas su ciclo en solitario, parándose deliberadamente en su último trabajo de estudio Los días intactos, brillando por encima Alma de papel, Un giro teatral y su particular visión sobre la violencia de género Sombra de la sombra de tu sombrero.

Además, dedicó el concierto a los pequeños agricultores y ganaderos, ya que ellos son el futuro, aunque apostillo el "si les dejan". También mencionó a su padre y curiosamente a todos los jóvenes músicos de la provincia de Huelva que intentan poco a poco ir buscando su sitio.

En cuanto a la estética de la escena, muy de Manolo García. Del techo colgaban unas amplias redes sin peces, pero con una gran cantidad de botellas de plástico. Mientras, por todo el escenario e incluso sobre su soporte de micrófono, grandes jaulas de pájaros vacías o con diferentes elementos inertes. Todo adornado con grandes árboles realizados con material de reciclaje y un importante arsenal de lámparas que daban calidez a las canciones que permitían una baja iluminación.

La banda de músicos que acompañó al artista de Albacete, traía notables bajas como la de Pedro Javier González y Eric de Wit. Aunque mantiene la esencia de muchos de los compañeros que le han seguido en los últimos años, como Nacho Lesko, Charlie Sarda, Íñigo Goldaracena o Juan Carlos García, se ha hecho por méritos propios un sitio el guitarrista y productor Ricardo Marín, quien también ha llevado la dirección musical de esta gira de conciertos.

Decir que se nota la mano de Ricardo, ya que los temas caminan más en el rock, como cambios bruscos de tempo, anacrusas, sincopas y variedad sustancial en las cadencias y finales de frases y de temas. Del mismo modo, engarzaron canciones dando la sensación de continuidad constante.

El público, que abarrotaba de manera casi completa el foro, estuvo entregado desde el comienzo del concierto, como ya es habitual entre los seguidores de Manolo García. Cantaron, bailaron y saltaron al compás de los sones más conocidos. Se realizaron dos bises con una cantidad importante de piezas, destacando Insurrección, que sirvió para que el cantautor asegurara un discurso pacífico pero de "llamada a la rebelión y al movimiento de las personas que sustentamos la base de la pirámide". También esgrimió en su argumento que "está bien que con el dinero de todos se paguen futbolistas, pero sobre todo que esas partidas económicas vayan destinadas a educación y a investigación, ya que se merecen incluso de mayor modo.

Todos los asistentes, casi sin excepción, pudieron disfrutar de música en estado puro. Nada de secuencias ni elementos externos que ya proliferan en demasiados conciertos. Manolo García se mantiene fiel a sus principios "siendo la música la sonrisa del alma". Nada de artificios ni cuestiones tecnológicas, ya que se considera un artesano, con una propuesta desde la propia identidad. Nada de trucos ni de mentiras, música y solo música. Y un artista enorme.

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