Los conciertos de cámara con grandes solistas deparan resultados magníficos. El domingo se clausuraba el Festival con seis instrumentistas que han dejado un buen sabor de boca. Aplomo, ímpetu y finura confluyeron en tres obras favoritas del repertorio.
La soberbia construcción del quinteto La trucha de Schubert era la oportunidad para unos maestros que nos encandilaron con su dominio del contrapunto, a flor de piel en el primer movimiento. Sobresaliente Andante, que dejó absorto al público; viola y chelo sonaron preciosos en el episodio central, en modo menor. El Tercero fue muy sistemático en su articulación; aunque la parte central recuperara frescura. Punto culminante en el Tema y variaciones, donde maravillaban los trinos en sobreagudo del violín y que más tarde compactaron en un hermoso pasaje al violín, la viola y el chelo. Con el Finale se cerraba triunfalmente la interpretación.
Ofrecida en formato camerístico la suite De los tiempos de Holberg de Grieg. Riqueza y clara estratificación de voces en el Preludio, donde la desnudez sonora del quinteto era propicia comparada con la versión orquestal. Para el segundo movimiento la irresistible languidez de la cuerda desembocó en una frondosidad armónica propia de Brahms. Sin definir el Aire con un contrabajo muy obvio. Rigodón logrado en diestros solistas que evocaron el Barroco tardío.
De Falla empezó con una exuberancia sonora por parte del piano, comunicativo desde el inicio; el siguiente número viró con otro enfoque. En general, El amor brujo nos llevó a la música camerística de principios del siglo XX.
Notamos que predomina en las interpretaciones actuales un fraseo de acentuaciones extremas, donde las partes fuertes y débiles del compás contrastan como de la noche al día. Tanto es así que hay pasajes donde las partes débiles resultan eclipsadas. Por otro lado, es habitual un fraseo que ondula dinámicamente pasando en progresión del forte al piano.
Este concierto contó con detalles estilísticos que no pasaban desapercibidos, como el perfil del pianista, Per Rundberg, la imagen perfecta del músico romántico: técnica y sensibilidad bajo el prisma del paroxismo, milimétrico empaste con el conjunto y gesticulación desbordada. ¡Llegó a indicar a los compañeros en algunas obras como si fuera el director de orquesta!
Nos quedamos con la sensación de que a la provincia de Huelva llega la mejor música de cámara durante el verano; este año con excelentes añadidos: el violinista Kirill Troussov inició sus estudios con Yehudi Menuhin y toca un Stradivarius de 1702, con el que se estrenara el Concierto de Tchaikovsky. ¡Gracias a Mundo Arte por este inagotable tesoro que es la música clásica!
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