Lars y los demonios de la carne

La primera parte de 'Nymphomaniac' llega el día de Navidad a los cines precedida por una gran expectación y la ya habitual promesa de polémica, en este caso por sus explícitas escenas de sexo

Uno de los carteles promocionales de 'Nymphomaniac', la esperada nueva película del danés Lars von Trier.
F. Camero Sevilla

24 de diciembre 2013 - 05:00

Jefe de marketing de sí mismo, siempre controvertido y excesivo -sus más conspicuos detractores dirían, abiertamente, megalómano-, amado y odiado con pocas medias tintas, con fama de misógino aunque quizá misántropo sería un término menos parcial, Lars von Trier regresa mañana a los cines con una de las películas más esperadas del año -la campaña de promoción, dosificada con su pequeño y largo goteo in crescendo, ha vuelto a ser impecable-, y lo hace además, por la fecha elegida, con esa mueca de risa cáustica, algo esquinada y desafiante que se le presupone desde hace tiempo a un autor cuyo obsesivo imaginario ha sido moldeado por las depresiones que padece con frecuencia desde que tiene memoria.

Justo en estos días-entrañables-y-familiares, empotrada entre cintas de animación para los más pequeños y comedias reconfortantes, el danés presenta Nymphomaniac, la primera parte de una versión cortada (con una duración de una hora y 50 minutos), a la que en algún momento aún no concretado de 2014 se le añadirá una segunda de algo más de dos horas, y cuya versión íntegra -cinco horas y media de metraje sin corte alguno en las escenas sexuales más explícitas- se verá por primera vez -tras su airado enfrentamiento con el Festival de Cannes tras su ya célebre gracieta sobre Hitler y el nazismo- en la próxima edición de la Berlinale, después de que la mayoría de distribuidoras y salas de exhibición internacionales se mostraran reticentes ante la duración y la crudeza del material de la versión inalterada, y él se viera obligado a plantearse otra edición de la obra, que por primera vez en su carrera dejó en manos ajenas.

Con un reparto que en sí mismo ya es una demostración de poder (Willem Dafoe, Uma Thurman, Shia LaBeouf, Stellan Skarsgård, Christian Slater, Jamie Bell, Stacy Martin, Mia Goth... y por supuesto Charlotte Gainsbourg, en su tercera colaboración con el director tras las tortuosas y apocalípticas Anticristo y Melancholia), el filme es supuestamente, así se ha repetido una y otra vez desde que se tuvieron noticias del proyecto, la película porno (de autor) que el cineasta había anunciado en ocasiones años atrás, aunque entonces muchos pensaran que se trataba de una más de sus provocaciones. Naturalmente, en un tipo al que le gusta jugar al engaño o cuanto menos a la confusión, y que además gusta de envolver últimamente sus obras en una malla de significados simbólicos y a veces en un calculado manto de misterio, Nymphomaniac será, casi con toda seguridad, algo más que porno con coartada intelectual. Incluso, probablemente, una cosa distinta a eso.

Resumiendo mucho, la cinta cuenta la historia, "loca y poética", aseguran desde su productora, de una mujer desde su nacimiento hasta que cumple 50 años; desde su iniciación en el sexo hasta su colapso de la carne y el espíritu. Ese arco recorre la película, que arranca en una fría noche de invierno, cuando un viejo, encantador y cultísimo soltero (Skarsgård) descubre a Joe (Gainsbourg) tirada en un callejón después de que le hayan dado una paliza. Una vez en casa de él, tras ser curada y atendida, ella procederá a contarle la historia de su vida, que en la película adopta la forma de ocho capítulos correspondientes a épocas e incidentes diversos, desde el descubrimiento adolescente de su poder sobre los hombres hasta la experiencia del amor como fuerza irremisiblemente debilitadora que rompe su afanosa coraza de cinismo, desde la muerte de su padre -figura tutelar- hasta los platos rotos de su desenfreno irreprimible del deseo; desde el placer hasta la culpa y el arrepentimiento estéril.

Será difícil que no se subrayen sus imágenes explícitas de felaciones y orgías (con polifonías de Bach), pero a tenor de las reacciones suscitadas por la película allí donde ha sido vista ya, los genitales parecen importar más bien poco en esta historia de hondo poso dramático -lo cual difícilmente podrá sorprender a nadie- en la que, más que en el sexo en sí, que a ratos aparece vaciado de sentido y emoción, el danés se detiene a examinar la sexualidad humana, la manera en que ésta se percibe (y se juzga) en el marco -ineludible- de la vida en sociedad.

Entre las películas que han anunciado que adelantan su llegada a las salas al día de Navidad están también la de Ben Stiller, que tras Zoolander y Tropic Thunder regresa a la dirección en La vida secreta de Walter Mitty, una historia más seria y menos alocada que las anteriores, la de un tipo (interpretado por él mismo) que sueña despierto para colorear su monótona vida;e Ismael, la nueva película del argentino Marcelo Piñeyro, que cuenta aquí con uno de esos elencos que arrastran a la gente al cine, con Mario Casas, Belén Rueda y Juan Diego Botto, protagonistas de este drama amable sobre la familia y las raíces que arranca cuando un niño, el que da título a la cinta (encarnado por Larsson do Amaral), se escapa de su hogar en Madrid para buscar a su padre biológico (Casas) en Barcelona.

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