Cultura

Juan Carlos Castro y el arte de la fuga

  • Quiere el artista pintar la música, como el filósofo decir lo que no se puede decir Una exposición que inició su periplo en Lisboa y llega ahora a Huelva con nuevas obras

El arte de la fuga. Inauguración, hoy, a las 20:20. Instituto La Rábida. Huelva.

El estudio está en su orden desordenado como en tantas otras ocasiones; las paredes son testigo de los últimos requiebros creativos del pintor, sus obras reposan en los muros, colgadas a la espera de unas pupilas furtivas o del análisis quieto del visitante. Los rostros y paisajes de ayer, los collages de antesdeayer o de hace tres años van retrocediendo en su posición y cada día se aproximan más al blanco de la estancia; llegan nuevos compañeros con una cadencia vertiginosa; el pintor no para y va llenando, con el ritmo enfebrecido de los días propicios, el suelo de la habitación, las mesas que la habitan, los ángulos que recogen en disposición militar la obra que viene; todo, todo se va llenando, cualquier resquicio vacío o sin ocupar es digno lugar para recibir la obra que en ese momento el pintor da por hecha, a la espera de la mirada de mañana.

Lisboa, punto de inicio de la cara de la península con semblante de clave de sol, es el destino de esta obra que ahora está pugnando por acompañarnos para siempre. El arte de la fuga, la metáfora más digna para comprender a nuestra Europa y para entendernos como europeos, define este último trabajo de Juan Carlos Castro Crespo. Quiere el pintor pintar la música, como el filósofo decir lo que no se puede decir o como el poeta abrir claros en el bosque o redescubrir sendas perdidas. Una y la misma Europa, mil europas en un mismo rostro… Una nota en todas las notas, un motivo mil veces anotado, mil veces recreado y multiplicado desde Madrid a Berlín, desde Lisboa a París, desde Viena a Londres, desde Roma a Estocolmo pasando por Moscú… Caminos del alma, caminos de la música, caminos de la creación, caminos de la esperanza…

Radio Clásica o Antena 2 son las compañeras que resguardan el estudio, aunque también están Bach, Beethoven, Mozart, Stravinsky, Casals o Rostropovich, o el recuerdo de la filarmónica de Berlín en algún concierto lisboetam, algún libro del querido T. W. Adorno, porque el filosofo perdió su alma por la música; también el rumor tenue de este Guadiana que solloza o canta la vida de todos nosotros entre los dos puntos blancos de Alcoutim y Sanlúcar de Guadiana, entre estos dos algarves, entre estos dos andévalos…

La exposición contiuó su periplo por Moguer, en la sala Felipe Godinez y en Punta Umbría, en la sala José Caballero. Ahora llega al Instituto La Rábida de Huelva.

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