Cultura

Josefito contra el zaratán

  • La editorial Niebla reivindica al prosista Juan Ramón Jiménez con la publicación estos días de 'El zaratán'

  • La obra recupera los grabados de Alberto Beltrán para la edición mexicana de 1946

"Tiene un zaratán. Lo tiene en el pecho. Se la está comiendo viva ese maldito zaratán".

No todo es poesía en Juan Ramón Jiménez. Y tampoco toda su prosa se limita a Platero y yo. El Nobel moguereño dejó muestras de su excepcional habilidad para la narrativa en numerosos escritos, muchos de ellos pendientes todavía de ser publicados. Esas tres frases cortas, en un imaginario diálogo murmurado, introducen al lector en una fabulación que anticipa los límites del realismo mágico y que constituye, probablemente, una de las principales obras de la narrativa española del siglo XX. Es El zaratán, también el relato del moguereño más veces editado y, al mismo tiempo, más olvidado, desconocido todavía para el común de los lectores.

El editor onubense Rafael Pérez sentencia: "Los libros tienen que existir, y un libro no existe cuando nadie puede encontrarlo en una librería". Por eso ahora su sello, Niebla, se ha encargado de rescatar este cuento corto para reivindicar al Juan Ramón prosista y para colocar al alcance de cualquiera, desde esta semana en todas las librerías españolas y en internet, esta "obra maestra" que merece un lugar mucho más destacado en la literatura. Y entre el propio legado del admirado poeta.

El zaratán se encontraba en ese limbo literario del que habla Pérez después de que la Fundación Juan Ramón Jiménez lo editara en 1990 por última vez de forma independiente, prologado entonces por el estudioso juanramoniano Arturo del Villar. No ha sido ese, sin embargo, el modelo seguido por Niebla. Para eso se ha remontado a 1946 con la sencilla pero bellísima edición mexicana de los hermanos González-Casanova, en su celebrada colección Lunes, en la que sobresale el trabajo del ilustrador Alberto Beltrán. Sus impresionantes 19 grabados que dieron visibilidad al zaratán son recuperados ahora y utilizados de nuevo junto al texto revisado en su día por el propio Juan Ramón.

"La reproducción de nuevo de esos grabados es probablemente la principal aportación de esta nueva edición", destaca la profesora Soledad González Ródenas, quizá la mayor especialista en la obra del Nobel moguereño.

"Aquella edición de México es realmente buena, cuidada y bonita, patrocinada por dos hermanos, veinteañeros entonces, que contactaron con autores exiliados para crear una colección de narrativa". Acudieron a Juan Ramón Jiménez para que participara en un nuevo número. Y fue entonces cuando manifestó su interés por ver editado de nuevo El zaratán, sólo publicado antes, en enero de 1936, en el periódico El Sol. "lo hacía siempre que tenía oportunidad, por su afán de dar a conocer su obra", cuenta de su tío-abuelo Carmen Hernández-Pinzón, representante de los herederos del Nobel moguereño.

Pablo y Henrique González-Casanova no pusieron ningún reparo, pese a los temores del poeta por la corta extensión del texto. Tampoco ahora Rafael Pérez, que tuvo muy claro, en su deseo de recuperar su obra, que había que rescatar "este título imprescindible de la poco conocida prosa de Juan Ramón". "Es impensable que una obra maestra de los relatos no pueda encontrarse en las librerías".

Niebla toma ahora ese texto revisado por el propio autor, mejorado sensiblemente y alargado ligeramente para esa edición mexicana, en la que hizo también sugerencias: "Si ustedes lo hacen con texto espaciado y con esos dibujos, quizá puedan publicarlo en su colección", cuenta González Ródenas que les indicó a los editores.

Juan Ramón era un reconocido perfeccionista, especialmente apreciable en el modo en que supervisaba la publicación de su obra. Explica Carmen Hernandez-Pinzón que "le gustaba un tipo de edición bello por dentro y por fuera".

Lo más cerca que estuvo del control de aquella edición mexicana fue por las indicaciones que realizó por carta y el texto revisado enviado, dividido en cuatro partes que también sigue ahora la editorial Niebla.

El moguereño consideraba este relato parte de Elejías andaluzas, como fue publicado primero en Madrid y posteriormente reeditado por Bruguera en 1980. Y se refería a él como "leyenda", aunque, como apunta Soledad González Ródenas, realmente "es una mezcla de recuerdos e imaginaciones".

Aquel "maldito zaratán", ese ser inmundo de procedencia desconocida y afinidad demoníaca, aferrado a la carne de una veinteañera del pueblo, era alimentado en su monstruosidad, en su mitológica concepción, por la mente de un niño de 13 años. "Josefito Figuraciones veía a Cinta Marín con el zaratán en el pecho".

Y así, este cuento de aire mágico presenta los desvelos del adolescente por el monstruo que amenaza a la joven dama, con la que sueña arrebatarla de las garras del mal. Josefito sería el caballero andante, dispuesto a enfrentarse a dragones o gigantes, lagartos o alacranes, para liberar del embrujo a su callado amor. Pero el propio Juan Ramón sitúa la mente de Josefito más cercana a la Grecia clásica que al Medievo, y por eso le llama Persefito al final de la historia, como pequeño émulo del heroico Perseo, salvador de Andrómeda, otra joven bella sufridora.

Pero el fondo de la historia es mucho más terrenal. No hay deidades del pasado ni experiencias paranormales. Nada que no pudiera salir de la imaginación infantil.

Lo avisa el anónimo narrador, puede que un Juan Ramón que vuelve la vista atrás desde la madurez: no son más que figuraciones de Josefito. "Sí, Josefito se figuraba el zaratán como un lagarto grana, un cangrejo carmín, un alacrán colorado. Eso es, eso era, un alacrán colorado que estaba pegado allí, vientre con pecho, con sus pinzas, sus uñas, su hocico, su boca, sus dientes, su pico, su lengua, sus patas, su aguijón arqueado eréctil, sus alas frenéticas, en el pecho blanco de Cinta Marín".

El zaratán era un cangrejo, sí, por herencia lingüística del árabe. Pero también por acervo popular andaluz de la época, en ese Moguer de finales del XIX, ese "maldito zaratán" era el cáncer; un cáncer de pecho en la desdichada Cintita Marín.

Y Josefito y sus amigos, conocedores de la paridad animal, no hacían más que fantasear con la forma en que ese extraño y diabólico alacrán hincó sus patas y sus pinzas en el pecho de la joven y hermosa viuda, compadecida por todo el pueblo, amada en secreto, desde lo más hondo de su ser, por Josefito, que no paraba de figurar. Figurando siempre la forma de ser el gran héroe sanador.

La madre del poeta le llamaba en su niñez Juanito Figuraciones, por cuanto gustaba ya entonces de imaginar y fabular. Pero Juan Ramón desvió el protagonismo de la ficción y se lo dio a ese también imaginado Josefito, trasunto literario para revivir aquellos recuerdos infantiles de Moguer en parte de su obra. Como esa primera mirada a la sensualidad femenina aquí en los pechos de Cinta Marín, "pecho blanco, blanco de leche", escribe, "porque la mejilla de Cinta, su mano, su muñeca, eran blancos mates de leche".

Josefito Figuraciones trascendió el personaje y también formó parte como título recogido en Elejías andaluzas II, junto a Entes y sombras de mi infancia, y a Piedras, flores y bestias de Moguer. Como esa decena de escritos de El calidoscopio prohibido, "ambientado en un concepto difuso que funde lo literario y lo real", apunta la profesora González Ródenas, que habla de la influencia del simbolismo francés en los escritos de la época.

Como en muchos de ellos, también El zaratán es un cuento de adolescencia y muy onubense a la vez, apunta Rafael Pérez. La investigadora cree indiscutible su ligazón a "lo andaluz" en todas sus páginas. Y Arturo del Villar destaca en su introducción a la edición de 1990 la utilización del "habla infantil de un pueblo andaluz", hábilmente combinada con una "elaboración cuidadosa del lenguaje literario".

Porque Del Villar está convencido de que El zaratán ofrece "la culminación de la escritura en prosa conseguida en castellano en nuestro siglo, sólo equiparable a la calidad del verso en su autor".

"Es el relato más trabajado por Juan Ramón, probablemente", incide González Ródenas. "Muy interesante por la poquísima narrativa que publica en vida".

Carmen Hernández-Pinzón la considera "una rareza" a la que es necesario "darle esa importancia de la individualidad por darle su dimensión adecuada". "Hay que rescatar los textos que publicó en vida, que para muchos están olvidados aunque se hayan incorporado a antologías de prosa y otras publicaciones. Hay que darles la relevancia que merecen", insiste la representante de los herederos.

El editor, Rafael Pérez, insiste en su planteamiento inicial: "Debemos poner en valor la figura de Juan Ramón Jiménez donde hay que hacerlo, en las librerías, donde debe estar. No podemos limitarlo a ediciones institucionales que realmente no llegan al lector. Hay que ponerle de nuevo en las todas las librerías y que esté en boca de la gente".

Hernández-Pinzón tiene mucho interés en rescatar la prosa en la obra del Nobel. "Tiene una altísima calidad", defiende. "Son fundamentales sus conferencias y hacen falta más reediciones, con su escritura definitiva, revisadas, revividas, como él mismo decía".

Pocos saben que Juan Ramón Jiménez pensó en escribir novelas y no llegó a dejar ninguna. Lo intentó con su autobiografía pero la lírica tomaba su letra. "No consigue una linealidad y por eso prefiere el cuento", dice la profesora González Ródenas. Cuentos largos, les llama, de apenas unas líneas, que más bien son "estampas", dice.

Ahora El zaratán llega a las librerías para descubrir al poeta en otra dimensión, narrador tan excepcional como poeta, más cercano en sus referencias locales, con nombres propios y localizaciones reales, referencias de su amor a Moguer, condición de quien es el andaluz universal.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios