Historia menuda

Historia del Cine 'Oriente' (I)

SE puede decir, sin incurrir en exageración, que cada cine en Huelva tenía un sello distintivo especial y ahora, que son recuerdo enamorado, mucho más que cuando estaban funcionando. Hoy, en nuestra Historia Menuda, por su interesante y antigua historia, sus valores todos, traemos al Cine 'Oriente'.

En aquellas fechas existían varios cines de verano en nuestra ciudad, y podemos afirmar que pertenecen a la más bonita de las memorias de todos y cada uno de los onubenses que los vivieron. A los momentos de infancia, a los de sus primeros flirteos y triunfo del amor, a los de ver cómo los hijos iban creciendo. Y es que en los cines de verano cabían todos estos sentimientos y, además, tenían los techos más suntuosos que ningún arquitecto ha podido imaginar: ¡nada más y nada menos que la luna y las estrellas!

El primer dato sobre este cine nos viene dado a través de la solicitud, fechada en nuestra ciudad el 24 de marzo de 1934, de Francisco Oses Infante, en la que "deseando construir un cine de verano en la casa numero 21 del Paseo de la Independencia, según los adjuntos planos y bajo la dirección facultativa de C. Luis Saavedra Navarroýsolicita el oportuno permiso para llevar a cabo dicha obraý".

Y, en efecto, el jueves 31 de mayo de 1934, a las nueve de la noche, se proyectaba en su arcaica pantalla (un enorme rectángulo pintado sobre una pared) la película La máscara de otro, dirigida por Richard Wallace el año anterior, e interpretada por Ronald Colman y Elissa Landi en los papeles estelares. ¡Ah! Los precios que rigieron en aquella velada cinematográfica fueron los siguientes; Sillas, 0,70 pesetas, Gradas, 0,40 pesetas. Para la audición de esta película, se utilizó un sistema primitivo de cine sonoro, el cinefón. Pero detengámonos y describamos el cine en el exterior e interior del edificio.

La fachada que concibió el Sr. Saavedra no estaba exenta de gallardía.

Así, levantó una casa señera y prócer en la que los adornos quedaban supeditados a dos airosos pináculos que se apoyaban en dos pilastras adosadas. En la parte central se situaba una puerta grande cercada por un dintel de plaquetas cerámicas. En un plano inmediato superior, se observa una moldura adosada constituida por varias rectas y, en interior, se observaba una cazoleta de hierro de la que emergía un globo de gran luminosidad. Todo estaba coronado por las palabras Oriente y, en un plano inmediatamente superior, Cine y, entre ellas, un ojo de buey se convertía en toque necesario para romper la monotonía. El remate al muro de carga de fachada lo concibió con una moldura adosada en forma de arco rebajado. Si trazáramos una línea imaginaria que dividiera la puerta en dos partes iguales, las dos pilastras adosadas, las dos ventanas y las dos carteleras serían simétricas a dicha línea.

Esta fachada tenía 11,16 metros de longitud.

Atravesamos el umbral de la puerta y, a los pocos metros, nos encontramos un patio rectangular que mide 49,60 por el ancho ya citado de la fachada. El patio queda dividido en dos zonas repletas de sillas.

La más cercana a la pantalla se denominaba Sillas o Preferencia y la más lejana, zona de mayor dimensión que la anterior, recibía el nombre de Grada o entrada de General. Ambas zonas, estaban separadas por una valla de ladrillos y los dueños de las entradas más económicas tenían su acceso por la carretera de Gibraleón (actual Avenida de Alemania).

José María Segovia, hombre muy vinculado con este cine, nos va a contar otros pormenores:

<<ýA la entrada al local existían habitaciones que servían, una de taquilla, otra de cuarto almacén para guardar carteleras y afiches, completándose con lo que pudiera considerarse el hall del cine, separado de la sala por una puerta de cristales de color verde. Encima, en el piso alto se encontraba una pequeña terraza, donde también había una fila de sillones de madera y en el centro la cabina de proyeccióný"

El primer y segundo veranos fueron muy prósperos para el industrial que lo explotaba. Pero, en los años siguientes y hasta la terminación de la guerra, nuestra ciudad sólo contó con dos cines: El Cinema Rábida y el Cinema Park.

En estos primeros años, existía en la parte posterior una cuadra con caballos que, los domingos, se convertía en una improvisada pista de baile a la que acudía mucha juventud.

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