Heredero o verdugo del realismo mágico

Ayer se cumplieron diez años de la muerte del escritor chileno Roberto Bolaño '2666', un caso insólito de fenómeno editorial a título póstumo

De izquierda a derecha, Rodrigo Fresán, Roberto Bolaño, Mario Mendoza, Jorge Franco, Edmundo Paz Soldán, Fernando Iwasaki, Gonzalo Garcés, Iván Thays, Santiago Gamboa, Cristina Rivero Garza, Jorge Volpi e Ignacio Padilla, en la sede de la Fundación Lara. Sevilla, junio de 2003.
De izquierda a derecha, Rodrigo Fresán, Roberto Bolaño, Mario Mendoza, Jorge Franco, Edmundo Paz Soldán, Fernando Iwasaki, Gonzalo Garcés, Iván Thays, Santiago Gamboa, Cristina Rivero Garza, Jorge Volpi e Ignacio Padilla, en la sede de la Fundación Lara. Sevilla, junio de 2003.
Francisco Correal

16 de julio 2013 - 05:00

Vivió los cincuenta años que acaba de cumplir Rayuela de Cortázar. Ayer se cumplieron diez años de la muerte en Barcelona de Roberto Bolaño (1953-2003). Su canto del cisne lo vivió dos semanas antes de su inesperada muerte a consecuencia de un fallo hepático. Sus bodas de oro con la vida lo convertían en el veterano de aquel grupo de participantes en el primer Congreso de Jóvenes Escritores que organizó la Fundación Lara en Sevilla a finales de junio de 2003.

Cinco años antes, en 1998, vio la luz Los detectives salvajes, una novela total, redonda, que cruzó las dos orillas de la genialidad al obtener con ella los premios Jorge Herralde y Rómulo Gallegos. Sus protagonistas, Arturo Belano y Ulises Lima, pasaron a formar parte del imaginario del lector contemporáneo con la misma fuerza o más si cabe que los que creó la imaginación de su admirado Julio Cortázar.

Además de la foto que ilustra esta página, que hizo Eduardo Abad en el palacio de la calle Fabiola que durante un tiempo fue sede de la Fundación Lara, existe otra fotografía que firmó Elena Ramírez, que cuatro años más tarde, en 2007, se convertiría en la directora editorial de Seix Barral. El grupo lo formaban los mexicanos Jorge Volpi, Ignacio Padilla y Cristina Rivera Garza, los colombianos Santiago Gamboa, Mario Mendoza y Jorge Franco, los peruanos Iván Thays y Fernando Iwasaki, el boliviano Edmundo Paz Soldán y el chileno Roberto Bolaño.

Esta fotografía se publicó en el libro que Seix Barral editó para celebrar su centenario, Nuestra historia (1911-2011). Entre los testimonios de ese recorrido editorial, figura el de la autora de dicha fotografía. "Hemos visto volver a casa a Antonio Muñoz Molina o Rosa Montero, hemos incorporado al catálogo a Elvira Lindo, Clara Usón, Enrique Vila-Matas, Ignacio Martínez de Pisón o Juanjo Millás... Hemos llevado a los toros a Don DeLillo o asistido al entusiasmo infantil de Kenzaburo Oé por los dibujos, hemos llorado con una enorme sonrisa escuchando a Anna Gavalda, descubierto Japón con Muriel Barbery, compartido veladas hablando de libros en casa de Donna Leon, hemos compartido la última aparición pública de exultante creatividad de Roberto Bolaño durante el Primer Congreso de Jóvenes Escritores...".

Una generación brillantísima. Allí figuraban tres de los cuatro ganadores del premio Biblioteca Breve que en 1999 se recuperó después de un silencio de casi treinta años: Jorge Volpi (1999), Gonzalo Garcés (2000) y Mario Mendoza (2002). Un mexicano, un argentino y un colombiano que recogían el testigo del certamen que nace con novelas de Luis Goytisolo y Caballero Bonald.

Con permiso de la mexicana Cristina Rivera Garza, profesora de Escritura Creativa en la universidad californiana de San Diego, allí figuraba un equipo de fútbol de escritores. Un once inicial al que le cuadra el título de la novela de Santiago Gamboa: Perder es cuestión de método.

El éxito de Los detectives salvajes le permitió a Bolaño salir del ostracismo y estrenarse como articulista en un periódico de Gerona, ciudad en la que residía y donde coincidió con Javier Cercas, que lo convierte en personaje crucial de la celebrada Soldados de Salamina. Era el más veterano del grupo, un medio siglo que los demás han empezado a ir cruzando con el tiempo, pero su obra no deja de rejuvenecer. Después de su muerte, aparecieron El Tercer Reich, El gaucho insufrible y, sobre todo, 2666, convertido en éxito de masas en Estados Unidos cuando la recomendó la periodista Oprah Winfrey.

"Yo vendo más libros de Bolaño que de Neruda", dice la librera Esperanza Alcaide. Dos chilenos que eligieron España como su patria adoptiva. El poeta que ganó el Nobel en 1971 ha vuelto a la actualidad con la ópera Il Postino inspirada en la película de Michael Bradford y en la novela de Antonio Skármeta El cartero y Pablo Neruda que dirigirá en el teatro Real de Madrir el granadino Pablo Heras-Casado.

La obra de Bolaño estaba llena de referencias cinematográficas, musicales, sociológicas y poéticas. De éstas últimas, el homenaje que le brinda en Los detectives salvajes a Pedro Garfias, el poeta andaluz que se exilió a México, donde ganaba más dinero con el dominó que con la poesía. Género que Bolaño cultivó en publicaciones como la mexicana Plural que fundó y dirigió Octavio Paz.

Bolaño se perdió los honores posteriores de sus compañeros de foto generacional: el ingreso en la academia de México de Ignacio Padilla o el premio Planeta-Casa de América de Jorge Volpi, que hablaba de 2666 como "maldición o herencia" del chileno: "Hay quien considera que es una gigantesca glosa al boom o una negación del boom o el sabotaje extremo del boom".

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