Toros

García Palacios y Quique Toro ponen nombre a los triunfos más rotundos de la tarde iliplense

  • Importante tarde ganadera con el colofón de la vuelta al ruedo a un gran novillo de Millares

  • Buena clase de primero y tercero de Prieto de La Cal

Tienen las novilladas sin caballos la especial virtud de desintoxicarnos de esa abúlica rutina que nos da a los cronistas tanto espectáculo feriante. De sacarnos de esa especie de dormidera en la que nos sumen esos orondos y maquiavélicos potentados del toro con los argumentos repetidos porque el gusano egoísta con el que montan y repiten carteles no les deja ver que aburren de tanto repetir caviar.

¿Y porque les cuento esto esto cuando en realidad una crónica bien debiera empezar con el que se ha ido a hombros, el que se está duchando en el hotel defraudado de una tarde que ya no tiene remedio, con aquel o cual toro y el nefasto presidente que no le ha dado la oreja a mi torero?. Pues muy sencillo, porque lo de ayer en Niebla es de esas cosas que te dejan la reflexión de que para querer esta profesión y sostener esta afición se necesitan tardes como esta. Tardes de tanta pureza sobre el ruedo que emocionan hasta por encima de la falta de oficio.

Y porque el tendido estaba a reventar. No solo de público. A reventar de ilusión por ver a un torero que les trae por esa calle del querer. Muchos, ni siquiera con esa afición en vena del entendimiento. Quizás en eso, como decía un buen amigo terminando el festejo, se dejaron por detrás pedir algo para la pinturería y excelente corte de torero con el que el palmerino Raúl Parra había enseñado de mitad de faena para arriba la excelsa clase de ese bombón de la Ruiza embistiendo y repitiendo con raza buena. Con la nobleza metida entre esas manos llenas de ritmo con el que buscó la muleta bien puesta y templada de un torero que merece la pena escucharle torear. Sí, sí. Escucharle torear porque tiene dentro un son muy bueno de toreo templado que engancha.

El segundo de Prieto de la Cal le recordó a Casado que esto del toreo a veces es un camino de discusiones. Y el eral se empeñó en discutirle el terreno, el sitio y la comodidad. No fue fácil esa embestida áspera pero tampoco el novillero le perdió la cara y la oreja resarce el esfuerzo.

Se rompió por dentro el tercero, un albahío de rancia estirpe en reata veragueña que enseñó estampa y bravura importante.

Una mala caída le dejó sin todo. Era desleal insistir y Quique Toro se quedó sin una de las dos bazas con las que ayer jugaba. Desasosiego en el tendido pero sin acritud. Aun quedaba uno.

Más antes habría de pasar la tarea de Illaguas frente a la descompuesta embestida del de Millares. Bien de fijeza y raza pero sin estilo. Pedantemente hablando, sin clase como para emplearse por bajo. Tener oficio se hizo necesario para no incrementar las dificultades más el novillero solo pudo sacar a flote la voluntad y la decisión que da la dignidad de no querer perder ninguna guerra y tras la estocada paseó un trofeo.

La tarde se había ido llevando el festejo en tragos agradables pero faltaba aun la contundencia de dos triunfos muy legítimos protagonizados por García Palacios frente a un interesante colorao de Millares a que le paró los pies con un ramillete de verónicas de notable trazo y sobrada decisión. Marcó terrenos de dominio el novillero y falta hizo porque el eral no entregaba fácilmente la cuchara. Había que estar y este García Palacios demostró además que quiere estar. Que sabe estar y que con la humildad del principiante dejó sembrada una faena que ilusiona por verla en manos de otro nombre onubense en los carteles. Además firma contundentemente con la espada así que las dos orejas hacen justicia a la brillantez de su prometedora actuación.

Así que en pleno éxtasis de la tarde Quique Toro terminó de salir de esa niebla mental en la que le había sumido su frustrado acto con el tercero. Le sacó un extraordinario novillo bravo, serio, encastado y bravo de Millares. Y ahí emergió el Quique Toro que deslumbró en Paterna, que enseñó torería en La Puebla y que cuajó de pitón a rabo por naturales y derechazos un novillo de los que te encumbran. No en dinero, pero sí en confianza para saber que sirves para esto que ese temple y esa garra son la bandera con la que San Juan presume de novillero.

Bendita tarde de toros, ayer en la Monumental.

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