Fotos que se reflejan en el alma
Crítica arte
Despejo balones a mi incredulidad. Pese a recordar declaraciones como que en nueve meses el Hotel París ha registrado nueve mil visitantes -¿qué medidores o registros utilizarán?- y que "ésta es una de las muestras más interesantes de los últimos tiempos en el Hotel" -si son nueve meses de vida, ¿cuáles serán los primeros tiempos?-, es todo un placer a los sentidos contemplar y disfrutar de la exposición Espejos del Alma, el retrato fotográfico en la España de nuestros días.
No quiero ser quisquillosa pero retomo mis fantasmas. Que tristes en su soledad se encuentran los ujieres de salas de exposiciones. Viernes, sin lluvia. Dos visitas. Por la mañana, soledad. Por la tarde, soledad más un poco más de frío. Tenía razón la mujer del tiempo, las temperaturas bajaban. La ujier, correcta en su papel. Mientras está arriba, no sé, ni ella, quién está abajo. Y viceversa. Nadie por aquí. Nadie por allá. Maquíllate, maquíllate. Le miré sus manos, y no detecté ningún "contadordevisitantes". Seguro que la instalación tendrá escáner que hace visible lo invisible, como esos de los aviones que tanto dan ahora que hablar. Y que ver.
Anécdotas al margen, todas superfluas, ¡qué más da 9 que nueve mil visitantes!, enhorabuena por esta exposición, un disfrute, repito, para los sentidos. Lástima, y pido perdón por mi pesadez, el dibujo de la sala… proyectado por el enemigo. Un enemigo para las obras expuestas y un enemigo para el espectador. Las prisas y la ceguera son siempre enemigas.
Reunir esta treintena de fotógrafos no es fácil. Ahora bien, teniendo de comisario a un artista conocedor, comprometido e innovador como el onubense Pablo Sycet, todo resulta más comprensible. Si bueno, jugoso, profundo y cultivado es el texto de Francisco Baena, me quedo con el de Sycet. Su sencillez enamora. Falta hacía en Huelva un catálogo crítico como el que la Diputación ha publicado.
La historia que cuenta Sycet es preciosa. Me gusta decir que muy pocos ven más allá de lo que son capaces los tristes mortales. Sycet es uno de ellos. De una foto de mujer abandonada en la calle, una de esas fotos de estudio de nuestros padres, llena de misterio, construye, como el guión de Almodóvar de Los abrazos rotos, un mundo de fantasía, un recuerdo de realidades que definen la vida de España a través de los rostros, pinturas de emociones, de unos personajes que componen el mosaico de una escalera feliz donde hemos crecido y nos hemos creído que somos capaces. Somos.
No es fácil reunir en una exposición, cerrada en la habilidad y sensatez del comisario, autores como los muy reconocidos Colita, García-Alix, García Rodero, Pérez Siquier, Tornero, Villarrubia, Baylón, Santolaya, Aya, Gorospe, Roa, Pérez-Mínguez o Bou. Por mi amor inconfesable a esta tierra mía adoptiva, lástima que no estén Santotomás y Sigler para compartir con mis admirados Clauss y Moisés Fernández la realidad de la fotografía nacida en Huelva que se mece al mismo ritmo que los grandes.
Es toda una delectación viajar a los Espejos del Alma que Sycet nos ha trazado por el camino de la España que nadie como él ha recorrido y vivido. Esta exposición es un canto sincero y veraz del culto a la fotografía de artistas que son en su génesis esencialmente fotógrafos. No hay vacilaciones baratas, advenedizas y especuladoras de aquellos creadores plásticos que en el barbecho o en la sequedad de su universo renuncian a sus herramientas para internarse en la técnica fotográfica. De Aires a Yuste, buscadores de alma, artistas de pinceles clavados en los espejos de tus sentimientos, se suda fotografía pura.
No se la pierda, de verdad, es todo un placer sentir que Connery es bello porque tú ojos lo hacen más bello; que Alaska es una ama de casa kistch que nos ha hecho ser más libre y que Berlanga anuncia que se reunirá pronto, ya lo está, con Benevente en espera de Canut, Ana Curra y la propia Olvido; que Luz Casal es la voz rota que nos da melancolía; que Gil de Biedma es más, mucho más, que una manipulación de filibusteros, que es poesía pura; que Curro es más Curro, incluso, antes de salir al ruedo; que el Niño Miguel delinea entre las cuerdas el sonido de lo profundo; que Palomo es mil hijos de Haití que son tantos mundos…a los ojos de María y a la ceguera del resto de los humanos.
Es tan sensible la exposición que a Camarón, Nancy O y Niño Miguel no le importaron que asaltaran su espacio para que la Asociación Resurgir presentara las tasas de pobreza de Huelva. Mucha pobreza. Humana. Humanitaria. Del obispo Munilla. Cultural. ¿No hay más salas para mostrar los datos? ¿No hay más hoteles? ¿Sólo nos queda París? ¿Se han contabilizado a los periodistas y a los representantes de Resurgir como visitantes de la exposición?
Calentamos motores para Latitudes. Huelva se viste ya de capital fotográfica. De primera calidad.
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