Flotando a un palmo del suelo

cómic

Max se inspira en 'La tentación de San Antonio Abad', de Gustave Flaubert, para realizar 'Vapor', que tiene influencias de Moebius y George Herrimann

Una página de 'Vapor'.
J. Fernández

12 de noviembre 2012 - 05:00

Casi tres años ha tardado Max (Francesc Capdevila, Barcelona, 1956) en parir su flamante nuevo álbum, Vapor, editado a mediados de octubre en español y catalán por La Cúpula. Tres años que hay que sumar a los otros tantos que hacía desde la publicación de Bardín, el superrealista (La Cúpula, 2006), anterior libro del dibujante y Premio Nacional de Cómic 2007. En todo este tiempo, de Max se han visto muy pocas cosas, de modo que la salida de Vapor puede tildarse de acontecimiento.

¿Qué es Vapor? Las ciento y pico páginas de historieta llevan al lector al desierto, junto al anacoreta Nicodemo, quien harto de todo, "del mundo y de la gente, de las cosas y de las ideas, de las palabras y de las imágenes", busca "soledad, silencio, privación, quietud". Nicodemo, o mejor dicho "Nick", protagonizará diversos episodios y encuentros con algunos de los personajes que habitan ese desierto, como el gato Mosh, la urraca Juanita, el leñador Hércules y su cerdo Julián o su propia y contestona sombra, hasta llegar al climático desfile de la reina de Saba y el encuentro definitivo con Vapor, una entidad superior que fuerza a Nicodemo a aceptar su destino.

En palabras del artista, tomadas de El blog de Vapor (maxvapor.blogspot.com), bitácora en la que Max detalla el proceso creativo del tebeo: "hará unos cuatro años, pocos días después de la festividad de San Antonio Abad, la gran fiesta invernal de la Mallorca rural, en la que en muchos pueblos de la isla se hacen representaciones del acoso al que los diablos sometieron al santo, mi amigo Biel Pons me prestó La tentación de San Antonio, la novela de Gustave Flaubert. La disfruté tanto que empecé a soñar con la posibilidad de ilustrarla, y de hecho lo propuse pocos meses después a un par de editoriales, aunque sin éxito alguno. Otra opción era hacer un cómic a partir de ella, y también la estuve sopesando, pero ¿a quién iba a interesar hoy en día la historia de un santo buscando a Dios y acosado por los demonios? Fue entonces cuando se me ocurrió enfocarlo de otra manera: ¿Cómo sería un anacoreta en el mundo de hoy, en el que ya nadie cree ni en Dios ni en el diablo? ¿Qué podía llevarle a retirarse voluntariamente a la soledad del desierto? Y así empezó a formarse Vapor en mi cabeza".

La estética que Max ha compuesto para Vapor se confiesa heredera de las visiones del desierto de Moebius y Herrimann -referencias ineludibles si lo que se quiere es describir un vacío onírico-, y hay un homenaje directo al pionero historietista Herbert E. Crowley y su The Wiggle Much, rescatado para nuestra generación por Dan Nadel en su célebre antología Art Out of Time: Unknown Comics Visionaries 1900-1969. También encuentro resonancias del trabajo de Jim Woodring y su Frank, obra superlativa del cómic contemporáneo, y cierta filiación con aquella maravilla de Silvestre -que es otro nombre de Federico del Barrio- titulada Simple.

Pero más allá de parecidos, traídos aquí solo para tentar al lector, Vapor es puro Max: belleza y diversión, precisión y ligereza, un sendero de miguitas de pan hacia lo inasible, un viaje a lo inesperado. Como él mismo confiesa: "No he hecho Vapor para sostener ninguna tesis. Yo solo planteo cuestiones y por tanto se trata de una exploración".

·firmadomisterj.blogspot.com

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