Crítica de Cine

Estigmas del pasado

'UNA PASTELERÍA EN TOKIO'

Multicines La Dehesa Islantilla y Al Andalus Punta Umbría.- Producción: Japón, Alemania y Francia, 2015.- T.O.: "An".- Duración: 113 minutos.- Dirección: Naomi Kawase.- Guión: Naomi Kawase basado en la novela de Durian Sukegawa.- Fotografía: Shigeki Akiyama.- Música: David Hadjadi.- Montaje: Tina Baz.- Intérpretes: Kirin Kiki, Miyoko Asada, Etsuko Ichihara, Miki Mizuno, Masatoshi Nagase, Kyara Uchida

Es muy raro encontrar en la cartelera de Huelva una película japonesa, en este caso en una coproducción con Alemania y Francia. Pero lo es también en la cartelera española donde sólo aparecen películas de esta nacionalidad o de otras no muy corrientes en nuestras salas cuando vienen precedidas de una gran acogida taquillera en sus países de origen o han sido premiadas en los festivales internacionales de más renombre, en los que sus jurados tienen curiosamente una especial predilección por las producciones orientales. Eso ocurre con Una pastelería en Tokio presentada en la Sección Un certain regard del Certamen Internacional de Cannes o en la Sección Oficial del Festival de Valladolid, Seminci.

Esta película que se estrenó en España el seis de noviembre pasado, llega a estas salas de Islantilla y Punta Umbría presentándonos la enternecedora historia de Sentaro que regenta una pequeña pastelería en Tokio. Su especialidad son los dorayakis, unos dulces típicos de Japón. Son unos pastelitos rellenos de una salsa llamada an. Una encantadora anciana, Tokue, se ofrece para ayudarle en la elaboración de tan apetecibles pasteles. En principio Sentaro no está muy conforme pero acaba aceptando su colaboración. Ella demuestra su particular habilidad en la preparación de los dorayakis, con su receta secreta y su mágica preparación. Con el tiempo el negocio prospera. En su cada día más cercana relación ambos acaban confiándose sus más íntimos estigmas personales.

Quizás esa tendencia al new age que se le atribuye a la directora japonesa, Naomi Kawase, no parece demasiado relevante, cuando se advierta fácilmente su fidelidad a la trayectoria zen que siempre caracterizó su ejecutoria cinematográfica. Quizás en esta bella y sencilla realización la revelación de las heridas del pasado por parte de los protagonistas, que pudiera constituir lo más interesante para el espectador del íntimo relato, no se exprese con la especial convicción que merece la puesta en escena y las más elevadas intenciones de la realizadora.

Lo que sí es más atractivo en líneas generales es la delicadeza y sensibilidad poética que Naomi Kawase imprime a su visión de los acontecimientos que relata así como la expresión de los personajes, sobre todo en el aspecto humano de los mismos. Ese acercamiento al ámbito personal e íntimo del pastelero y su mágica colaboradora, la hábil y la sugerente utilización de los símbolos, envuelve las perspectivas narrativas de un halo sentimental ciertamente conmovedor. La lenta cadencia narrativa favorece la actitud de los intérpretes como la planificación y el movimiento de cámara, que es excelente a tono con el espíritu de profunda humanidad que contempla el tema. En ese aspecto la actuación de la actriz Kirin Kiki resulta notable.

Quiroga

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