Cultura

Enrique Meneses, periodismo puro

  • Fallece uno de los padres del reporterismo, que dominaba tanto el lenguaje fotográfico como la mejor prosa Trabajó como 'free lance' para Paris-Match, Life o New York Times

Ayer falleció mi amigo Enrique Meneses, con quien en los últimos años mantuve un estrecho contacto tras conocerlo gracias a su participación en mis radiodocumentales sobre Abdelkrim y Fidel Castro, dos personajes que él había tratado de cerca. Y es que desde el primer momento, frente a frente, me sorprendía con las anécdotas de sus correrías como fotoperiodista por medio mundo.

Su padre, del mismo nombre e hijo de una familia acomodada, se había embarcado voluntario con unos amigos en los años veinte del pasado siglo en la Campaña del Rif, todo tras una gran farra corrida en Biarritz, por lo que vivió en directo aquella guerra de la que saldría el libro La Cruz de Monte Arruit, que su hijo Enrique había conseguido recuperar y conservaba con exquisito mimo. Lo tenía encuadernado y sus largos dedos se deslizaban por sus débiles hojas mientras me lo enseñaba y comentaba. Tan débiles como él mismo, apostado en su sillón del que cada día salían sus artículos en un blog que se había convertido en toda una referencia de la actualidad. Ni la edad ni la enfermedad lo habían echado atrás y seguía al pie de máquina tecleando en su ordenador lo que el día a día le sugería. Mucho le debe el movimiento 15-M, ya que en su casa se fraguó UtopiaTV.

Supo reconvertirse, como siempre había hecho, por lo que las nuevas tecnologías y herramientas que internet le ponía cerca sirvieron para que este padre del fotoperiodismo español no se rindiera en esta nueva era distante de una época histórica que él vivió y dio testimonio. Me contó que en 1956, estando de corresponsal de Paris-Match en El Cairo, durante la crisis de Suez por la nacionalización del canal por Nasser, pudo entrevistar a Mohamed Ben Abdelkrim El Jatabi, el líder rifeño pesadilla de los soldados españoles que se encontraba exiliado en Egipto. Enrique le espetó directamente: "Mi padre estuvo frente a usted en el Rif y escribió un libro". Abdelkrim se levantó, desapareció y al rato apareció con el libro entre sus manos. Enrique le dijo que él no lo tenía, pero Abdelkrim se lo guardó en un gesto claro de que no se lo regalaría, para él era un tesoro. Muchos años más tarde Enrique consiguió aquel libro. Él había nacido sólo tres años después de la derrota de Abdelkrim por las tropas franco-españolas que desembarcaron el Alhucemas.

Su dominio de idiomas, especialmente francés, le abrió las puertas de revistas y radio francófonas. Así fue como consiguió aquel trabajo en El Cairo, cuando los periodistas franceses habían sido expulsados de Egipto y Meneses los sustituyó valiéndose de su pasaporte español. Mandaba sus trabajos casi de forma clandestina a una radio belga (Europa 1) y a Paris-Match tratando de que las autoridades egipcias no descubrieran al autor de aquellas crónicas. Ahí empezó a forjar su leyenda.

Maestro del reportaje fotográfico, escribía y relataba los acontecimientos con detalle y esmero. Lo que su vista le alcanzaba en las misiones que a lo largo del mundo cubrió: Egipto, Portugal, Francia, Cuba, Estados Unidos, India, África... ¿Dónde no estuvo Meneses desde que se lanzó a la aventura del periodismo? Ver la foto que le hizo a Martin Luther King poco antes de ser asesinado, las de numerosos actores y directores de Hollywood, la de Kennedy, la de Nehru, la de Picasso en Arles junto a Luis Miguel Dominguín, las fotos de la boda de Balduino y Fabiola o la de los preparativos del enlace de Sofía de Grecia con el entonces príncipe Don Juan Carlos. En 1964 se acercó a Moguer a fotografiar el rodaje de Platero y yo.

Pero el gran reportaje de su vida fueron las cientos de fotos que sacó a los rebeldes de Sierra Maestra. Muchas se convirtieron en la imagen de la revolución cubana y el propio Fidel Castro le manifestó que la revolución no hubiera sido lo mismo sin el impacto que tuvieron sus reportajes en Paris-Match. Y es que la primera noche de su encuentro con Fidel Castro ya durmió bajo su sombra, acurrucándose bajo la hamaca del líder cubano. Ahí entabló una amistad que le llevó a convivir durante varios meses con los rebeldes.

Hablé mucho con Meneses sobre su estancia en Cuba y ahí me di cuenta de su dimensión de periodista. Supo esquivar a las tropas del general Batista engañándolas para llegar a Sierra Maestra y allí se unió a los rebeldes. Reía cuando recordaba que el Che le había montado un bohío como "Centro Internacional de Prensa".

Me confesó que Castro lo quiso nombrar ministro de Información, pero Meneses prefirió mantenerse independiente. Recordaba cómo fue capturado por Batista y como la Embajada española le negó auxilio. Salió de aquella como de tantas otras, pero aun hoy le dolía la batalla legal que venía manteniendo para que le reconocieran la autoría de tantísimas fotos que había hecho en Sierra Maestra. Él las sacó de Cuba al pegarlas a los pliegues de la falda de una joven, pero iban sin firma y Paris-Match así empezó a publicarlas. Tenían autoría, como la que Alberto Korda le hizo al Che convertida en uno de los iconos del siglo XX, y que él tenía en la entrada de su casa madrileña firmada por el propio fotógrafo cubano.

Fue uno de los padres del reporterismo y dominaba tanto el lenguaje fotográfico como la mejor prosa periodística. "Mi idea es buscar la información y contarla bien. Punto". Así se refería en TVE a su concepto del periodismo, la esencia misma de esta difícil profesión. Y lo hizo, vaya que si lo hizo. Era curioso y decidido. Con absoluta independencia, creía en lo que hacía y casi siempre trabajó como free lance. Pasó por las páginas de Paris-Match, Life, The New York Times, trabajó para ABC y montó la agencia Fotopress, estuvo en la edición española de Playboy y en sus trabajos en TVE creó el enorme programa que era A toda plana. Estuvo en Los Reporteros y produjo Robison en África. Pinceladas de las numerosas colaboraciones que mantuvo en diversos medios españoles e internacionales.

Tenía proyectos con él para que me contara cosas de su vida en un documental que iríamos haciendo sobre la marcha, pero no le hice mucho caso cuando me dijo: "Date prisa, tengo fecha de caducidad". Pensé que sería eterno como sus fotos o sus reportajes. Ahora sólo me queda su voz en los radiodocumentales que grabé en 2008, La sombra de Abdelkrim y Fidel Castro, un rebelde en Sierra Maestra.

Sólo puedo añadir una cosa tras el sentimiento que me produce su muerte. Tengo desde hace años como libro de cabecera Hasta aquí hemos llegado, toda una concepción del más puro y digno periodismo, y lo seguiré teniendo.

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