Fila siete

Denuncias sociales

Es una lástima que, como tantas otras películas, ésta no se haya estrenado en la capital, donde, sin duda, los cinéfilos aprecian bastante el cine de Kean Loach, en cuya filmografía aparece títulos tan valiosos como Agenda oculta (1990), Lloviendo piedras (1993), Tierra y libertad (1995), tan interesante para nosotros ya que narra con gran brillantez un capítulo oscuro y silenciado por muchos sobre los enfrentamientos entre comunistas y anarquistas en Otoño de 1936 en el curso de nuestra guerra civil, así como Sólo un beso (2004), entre los diversos títulos que podríamos citar.

De Ken Loach han dicho algunos críticos que se repite. Pero ¿qué director no lo hace como lo vemos frecuentemente? Aunque así fuera En un mundo libre, es en cierto modo una nueva variación sobre el tema de la inmigración dentro de su inapelable realismo social, que el realizador había tratado ya en La canción de Carla (1996), que aquí vimos en una de las sesiones del Cine-Club Francisco Elías en el Gran Teatro, y Pan y rosas (2000), inédita también en Huelva. Pero en esta ocasión fustiga un vicio laboral muy frecuente en nuestro tiempo: las empresas de contratación temporal de inmigrantes legales o ilegales, en su mayoría procedentes del Este de Europa o de países árabes.

La protagonista de esta película, Angie, es una representante de esa subclase obrera que, concretamente, en el Reino Unido es como muchos emigrantes explotada por empresas de trabajo temporal precisamente dirigidas por quienes en su día protestaban por las malas artes de sus inicuos patrones.

Angie, de nuevo en paro, decide montar una empresa ilegal con su compañera de piso. Loach revisa aquí desde esa óptica que siempre ha caracterizado su cine no sólo los tópicos del arcaico y desgastado discurso de la izquierda en el entorno de esas convencionales conductas de estas empresas, las subcontratas, los empleos basura, el reciclaje de los trabajadores inmigrantes y no sólo para fustigar a los responsables de tanto desaguisado laboral sino también a los que desde ciertas posturas políticas estas situaciones se permiten o se justifican.

Con lugares comunes evidentes Ken Loach sigue empeñado en su denuncia social, como lo hiciera desde el principio mismo de su carrera como director, en la inolvidable dura crítica de Family life (1971), si bien en este caso la actitud de su heroína de En un mundo libre, deje ciertos resquemores en el espectador e igualmente su tendencia, propia de su compromiso político, hacia soluciones didácticas demasiado fáciles y lecciones de ética tintadas de planteamientos maniqueos. Quizás las irregularidades evidentes resten convicción a las intenciones del realizador.

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