Toros

David de Miranda se marcha a hombros tras cortar nueve orejas en Palos de La Frontera

  • El diestro triguereño rubrica con cinco estocadas y seis importantes lidias su gran tarde en el Coso del Descubrimiento

  • Entre los hierros lidiados destaca la clase de un buen toro de Millares

Hubiese sido cruel que el destino hiciera carne en el último lance de la tarde. Cruel y desproporcionado para la seguridad y la solvencia con la que David de Miranda se impuso a una tarde de mucho compromiso. De solvencia hablan esas nueve orejas, esas cinco estocadas rotundas y certeras en los cinco primeros toros y de solvencia habla también el tono físico y mental con el que David de Miranda se echó la tarde a sus espaldas totalmente ajeno a cuanto dijeran o dejaran de decir lo que uno tras otro fue saliendo de chiqueros.David impuso sus formas y su toreo a muy distintos animales. Seis faenas dentro de los más estrictos cánones de la tauromaquia seria y honesta del triguereño. Seis actos fieles a su entender templar con el capote en los medios, avivar la llamada de lejos para dejarse llegar muy cerca de las taleguillas al toro o dejar que esa quietud no desarme el valor cuando por momentos hubo que salpimentar la tarde para que hirviese el tendido.En resumen, que después de seis toros, la más certera diversidad de todo la puso el torero tirando del alma para hacer cosas que no están en su recetario habitual. Hacerlas además cuando atrás hay ya cinco estocadas muy de ley y aumentar el esportón no hace falta yéndose a portagayola sin especular un ápice en comodidad con todo a favor de marea y el rumbo marcando triunfo grande, merecido, rotundo.Esa rotundidad, esa afición y esa ambición legitima es lo que más debe cotizar en el triunfo de Miranda. Eso y seis lidias donde no esta exenta de dramatismo la de sexto cuando el de Domínguez Camacho se llevó en los pitones la figura del torero.Seis toros para seis faenas. A estas alturas de la crónica me quedo con el conjunto de bravura, nobleza y clase que de principio a fin dejó sobre el albero el de Millares. Justas las fuerzas, sí, pero con el mismo ritmo de principio a fin y respondiendo a ese exquisito trato que le dejó prendido en sus muletazos el interminable temple del torero.Sabiduría torera para hacerse dueño por completo de una faena que por ambas manos dejó sensación de grandeza. Voló Miranda tras la espada y todo quedó resuelto con dos orejas que daban confianza, que asentaban los pensamientos para embocar un segundo acto donde el de Albarreal no terminó nunca de irse para arriba en ningún momento con media arrancada, sin humillar y distraído de la lidia. Sin irse pero sin estar. Muy digno David en el empeño de pegar muletazos y no aburrirse en la tarea. Otra estocada finiquitaba el acto y todo quedaba predispuesto para que Miranda y Cuadri se encontraran en el ruedo por primera vez. La ovación que le largaron a Remendón fue de órdago. Un poco menos, sí, que la que le había largado al torero la plaza entera cuando se deshizo el paseíllo y el de Trigueros hubo de irse a la medianía del albero para decirle gracias a toda esa gente que había puesto un llenazo histórico.Salió con pies el de Comeuñas, plantando todo su exuberante trapío sobre la tarde. Mostrando cosas buenas con la cara abajo en el capote y poniendo dureza en banderillas pasando discreto el trámite frente a Tito Sandoval.Probó esa dureza de patas David Adalid cuando el de Cuadri le arrolló con violencia dejando afortunadamente indemne al de plata para que saludara junto a Fernando Sánchez la torería y brillantez de un tercio de rehiletes muy honesto. Después, como si eso fuese comer pipas volvieron a irse valientes y entregados frente al sexto y el tendido volvió a pegarle otra ovación grande.Aun no se habían deshilachado los aplausos a la pareja cuando el de Cuadri arrió velas llegando incluso a echarse. Extrañó, sí, ese apagón pero la realidad es que David tuvo que tirar de mucho oficio para encandilar con lo poco que le quedó al animal. Un acto a media luz donde la resolutiva actitud del torero sirve para contar lo más meritorio con el tinglao desmontado y un guiso que le costó hervir incluso con esa lección de colocación y temple que dejaba el torero en cada muletazo.El cuarto no fue a mejor con un Villamarta rajado desde los comienzos de faena. Pareció que en la primera serie con la diestra el conjunto se salvaría con Miranda dejando puesta la muleta y el toro bebiendo con celo en esa fuente. Pero no, este cuarto tiró sin disimulo de indiferencia y el balance volvió a quedar en favor de un torero que había procurado para final de fiesta dos hierros que sobre esta plaza habían dejado cosas muy importantes y bonitas en cuanto a bravura.Poco imaginaba que el de Pereda, precioso de hechuras, que voló buscando los bajos de los burladeros echaría a fondo el freno de mano cuando se le plantó delante el torero. A sorbitos se fue bebiendo la insistencia de Miranda por cuajar faena y andar dispuesto con otro estoconazo de bandera.Llevaba ya ocho orejas en su esportón pero Miranda se fue a Chiqueros a esperar de hinojos al sexto. Por si debía más esfuerzo. Por si los méritos no sobrepasaran el mínimo legal de un compromiso.Le voló bien el capote y el toro entregó vibración y empeño por beberse la muleta. Todo eso transportado después con el mismo ansia de beberse los vientos embistiendo en las dos primeras series. Un poco más tarde, solo un poco, el toro ya no fue el mismo. Todo se tornó en reserva y dudas del toro.El tiempo devolvió a David a la realidad de una tarde grande que tres horas después se llevó en volandas al torero hasta el hotel.

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