Cultura

D'Artagnan, camionero, Lobo…

  • El intérprete madrileño sufrió el encasillamiento con 'Curro Jiménez' pero 'Los tres mosqueteros' o 'La huella del crimen' también marcaron su trayectoria televisiva

Fue el D'Artagnan español cuando TVE adaptaba grandes obras literarias para ubicarlas en el espacio Novela, seriales de un puñado de episodios, grabados en vídeo y con aspecto de teatro televisado. Sancho Gracia encabezaba Los tres mosqueteros , en 1971, su primer papel protagonista en televisión, en un notable trabajo del realizador Pedro Amalio López, también fallecido recientemente, y con el que hasta entonces el actor secundario de papeles duros se hizo popular entre los espectadores de un blanco y negro más exigente. Ese éxito le abrió la puerta a la primera serie de la cadena pública rodada en cine y con un avanzado afán en plasmar la vida cotidiana, entre la acción y el costumbrismo, Los camioneros. Fue la consolidación catódica de Sancho, gracias también a la artesanía fílmica de Mario Camus. De la cabina a la montura era sólo cuestión de un proyecto. En abril de 1975, comenzaban a rodarse las aventuras del barquero de Cantillana, del justiciero Curro Jiménez, con lo más granado del apartado técnico de TVE al servicio de una serie que ya se emitió con España en vías de democracia y con dos temporadas seguidas. El bandolero en principio sólo se enfrentaba a los franceses, porque la ficción nació en los estertores de la dictadura. Los argumentos de fastidiar a los caciques, a las autoridades andaluzas, ya pudieron planearse en tiempos de aperturismo.

Curro Jiménez, estrenada a finales de 1976, pertenece a una época de esplendor de Televisión Española, sin competencia ni comparaciones de ningún tipo, idealizada en la memoria colectiva. En 1978, Curro se marchaba a América y Sancho Gracia, marcado por su apoyo político a UCD, pasó sin pena ni gloria con la lacia La máscara una suerte de bandolero en el Madrid tomado por las tropas napoleónicas. El actor de acción y patillas, penúltimo superviviente del magnífico Doce hombres sin piedad (Estudio 1, Gustavo Pérez Puig, 1973), sufrió lo suyo con el encasillamiento y necesitaba reconvertirse. Sólo ahora se reconoce en su dimensión su excelente interpretación como El Jarabo en La huella del crimen, episodio repuesto hace pocos días en La 2.

Sancho Gracia, siempre emprendedor, incómodo ante las limitaciones, hizo muchas más cosas, pero el gran público lo relaciona con la tele, como un tótem de sus mejores recuerdos juveniles. Tal vez algunos no aceptaban sus roles como el malvado patriarca en Lobos, que tuvo que retirar por baja audiencia Antena 3 en 2005 y que, pese a todo, es una de las mejores series españolas de todos los tiempos; o en la producción de factura andaluza La dársena de Poniente que pinchó en La 1. TVE, a principios de este siglo, quiso rescatar a toda costa el teatro de Estudio 1, pero su Calígula fue seguido, injustamente, por la indiferencia pese a sus redifusiones. Su última aparición en la pantalla de casa fue de nuevo en Antena 3, como comisario en Días sin Luz, en 2009, donde interpretaba al comisario en la desaparición de la infortunada niña Mari Luz Cortés. Pero también fue visto en algunos programas de entrevistas de la propia Antena 3 o en Telecinco, con encontronazos como es costumbre en sus platós, hablando sobre su enfermedad y de sus trabajos con Álex de la Iglesia y otros directores.

No podía con la mediocridad. Todo pasión por la vida y la palabra, con este veterano actor no es cuestión de quedarse con una sola imagen o un solo papel. Queda por emitir su participación en una serie sobre los libertadores americanos, en la récamara por cuestión presupuestaria. La crisis también nos impide por ahora ver el útlimo trabajo de su hijo, Rodolfo Sancho, como Fernando el Católico en Isabel. Mientras, en este verano de ajustes y navajas en el horizonte, tenemos que conformarnos con la reincidiente reposición en las tardes de La 2 de Curro Jiménez, el Robin Hood despechugado, acompañado de El Algarrobo, El Estudiante, El Gitano, que con esos clichés podrían ahora figurar en las listas del paro. El señor Jiménez se tomaba la justicia por su mano cuando en Andalucía no existían todavía supermercados ni había cajeras a las que ultrajar.

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