Historias del Fandango

El I Concurso de Cantes del Andévalo

  • El año próximo se cumplirá medio siglo del I Concurso  de Cantes del Andévalo, celebrado en Paymogo en abril de 1973

Casa de la Tercia, Paymogo. Foto de Manuel Fernando.

Casa de la Tercia, Paymogo. Foto de Manuel Fernando.

Con la voluntad de dar protagonismo a los cantes andevaleños (no solo a los fandangos, aunque resultaron ser los que finalmente más se cantaron), la Hermandad de la Santa Cruz de Paymogo convocó el I Concurso de Cantes del Andévalo. Su objetivo era inyectarles vida y rescatar algunos cantes olvidados en la comarca. La idea, pues, llevaba implícita la inquietud -tantas veces advertida y con aldabonazo concreto en el Concurso de Cante Jondo de Huelva de 1924- , de que era necesario velar por la buena salud de unos cantes que se creían en peligro de caer en adulteraciones y en la decadencia, con el riesgo de “perder la pureza y el casticismo de sus coplas”, como avisaba Fernando el de Triana hace un siglo.

Los concursantes

Ilustración del libro “Huelva, tierra de fandangos”. Ilustración del libro “Huelva, tierra de fandangos”.

Ilustración del libro “Huelva, tierra de fandangos”.

La convocatoria fue ampliamente difundida a través de las emisoras de Huelva y del periódico Odiel. Fue un concurso abierto al que se presentaron 28 aficionados, de los cuales actuaron finalmente 19. Provenían de Villanueva de las Cruces, Calañas, Trigueros, Huelva capital, Alosno, Tharsis, San Bartolomé de la Torre, Santa Bárbara de Casa, Cabezas Rubias, Puebla de Guzmán y Paymogo. Teniendo en cuenta la idiosincrasia de los andevaleños de la época, nada aficionados a subir a escenarios, se puede considerar un número alto de concursantes; los aficionados que sabían cantar, bien por timidez o ‘por los nervios’, solían abstenerse de hacerlo en presencia de un público expectante. Tradicionalmente, se había entendido que el cante era para la taberna y entre amigos, en romerías o en fiestas familiares, pero nada de tarimas ni competiciones. En la semifinal, con una actuación dividida en dos partes, los concursantes tenían que cantar en la primera cuatro fandangos y en la segunda cantes libres, a razón de cinco puntos cada una. Pasarían a la final los ocho primeros clasificados.

Se establecieron tres premios en metálico de 10.000,  5.000 y 3.000 pesetas, y abundantes trofeos donados por las instituciones públicas y firmas comerciales para los clasificados hasta en octavo lugar, más un premio al mejor fandango y otro al mejor cante libre del Andévalo.  Lo presentó el locutor Juan de Mata Rodrigo, de Radio Popular de Huelva, la emisora que se involucró de lleno en el apoyo al certamen junto con el  diario Odiel. Actuó como artista invitado Rogelio Beltrán ‘El Puebla’. 

Falta de calidad

El jurado, formado por personalidades de los pueblos participantes -que no podían votar a sus paisanos-, más Antonio Toscano en representación de la Peña flamenca de Huelva, estuvo presidido por el reconocido flamencólogo extremeño Manuel Yerga Lancharro.

Tras la puntuación definitiva, decidió dejar desierto el primer premio por falta de calidad en lo escuchado. Con lo cual, el primer premio económico y los trofeos del gobierno civil y de la Peña flamenca de Huelva se quedaron sin ganador. En su crónica del diario Odiel decía José Calero que “regresé a Huelva muy desilusionado… Allí estuvieron todos (los aficionados), que asistieron con entusiasmo, confiados en que podríamos descubrir nuevas lumbreras del cante en lo que se llama fandango del Andévalo… Hubo poco que contar; algunas cosillas sueltas y mucha mediocridad de los concursantes”.

Un segundo premio

El segundo premio fue para el  paymoguero Manuel María Márquez, de 37 años, un aficionado al cante desde chiquillo. La noche de la final dio de mano en la faena a las diez y una hora después estaba compitiendo en el concurso. Del tajo al escenario. Tras él quedaron Manuel Gracia Peguero, Francisco García García, Miguel Garfia Barba, Francisco Pérez Peñate, Cándido Sánchez Márquez, Los Andévalos y Enrique Ponce Pérez. El presidente Yerga Lancharro destacó el esfuerzo de la organización y la importancia de la idea, aunque el propósito del certamen, que era sacar a la luz cantes poco conocidos o en riesgo de perderse, no se hubiera conseguido. Quedaba de manifiesto el fracaso en los objetivos, pero se remitían a que hubiera una segunda edición que los alcanzara. Y la hubo: en 1974, con mayor predicamento y más difusión, se celebró, también en Paymogo, el siguiente intento.

Experiencias del pasado

En la música popular siempre están de vigilia los temores a que se pierda lo viejo, a que las nuevas modas y el olvido lo arrumben. También a este concurso lo impulsó la voluntad y  el propósito de rescate, pero, como en otras ocasiones, tampoco funcionó. En la primavera de 2023 se cumplirá medio siglo de aquel voluntarioso concurso  que pretendía encontrar en lo profundo de los ambientes rurales andevaleños la esencia de antiguos cantes. Algo parecido a lo que sucedió con el Concurso de Granada de 1922, cuando quisieron encontrar en el  campo y en las aldeas la pretendida pureza de los cantes en riesgo de desaparición. Aquí se invocaba un pasado que o estaba grabado o definitivamente se había perdido. Hace más de un siglo que el patrón de copia no es escuchar a los viejos, sino escuchar las grabaciones. Desde entonces, los verdaderos continuadores de lo antiguo son los artistas profesionales. En todo caso, sirva un permanente homenaje a quienes en los pueblos andevaleños mantienen vivas las tradiciones de nuestro riquísimo folclore. 

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