Concha Espina en la mina

historia | cien años de lucha obrera en huelva

La escritora estuvo en Nerva tres meses, hasta mayo de 1917, para conocer la situación de los mineros de la Rio Tinto Company

Su experiencia dio lugar a la novela 'El metal de los muertos'

La escritora María de la Concepción Rodríguez-Espina, Concha Espina, en una imagen datada en 1927.
La escritora María de la Concepción Rodríguez-Espina, Concha Espina, en una imagen datada en 1927. / J. Ruiz Vernacci

Huelva/El mundo obrero onubense debe mucho, mucho, a Concha Espina, quien hace cien años estuvo en Huelva, impregnándose de la organización sindical de una huelga, la de 1917, en la cuenca minera del río Tinto. Para ello decidió instalarse en la Villa de Nerva y convivir con aquellos obreros y sindicalistas enfrentados al poder de la todopoderosa Rio-Tinto Company Limited. Ahora, cien años después, es el momento de reivindicar aquella visita, dando luz a este importante acontecimiento para Huelva y sus minas, que forma parte de nuestra memoria colectiva.

El acontecimiento e importancia de aquella estancia en las minas, a pesar del consciente olvido que ha sufrido, no quita ni oculta el valor y verdad de lo que supuso hace cien años que la escritora más reconocida y popular de España se implicase en la lucha social que se estaba desarrollando en la cuenca minera del río Tinto, con una gran repercusión en los periódicos de la época. La zona vivía una enorme tensión social, por lo que durante su investigación sobre las malas condiciones sociolaborales de los mineros decidió alejarse del poder de La Compañía británica, "ya que en Riotinto no es fácil residir libremente sin estar a sueldo de aquella poderosa compañía de la mina. Yo sólo me propuse hacer una obra de justicia y arte".

Llegó a Nerva como la más destacada autora de la época y optó cuatro veces al Nobel"Ha empezado a sonar el estampido de la pólvora con los barrenos del mediodía: el valle recibe la sacudida lejana de los montes, como si temblara, remoto, el corazón de la tierra". El metal de los muertos, Concha EspinaEl director de La Compañía, Walter Browning, le prohibió quedarse en Riotinto'El metal de los muertos' se considera la novela social de referencia en España

Por eso eligió Nerva como destino final, "ciudad pavorosa desde la que conocí la enorme explotación milenaria de Riotinto (…) las fábricas, hornos, contraminas y honduras espantables, con riesgos que estaban recompensados por la satisfecha curiosidad y la intensa emoción; después, con los materiales tan audazmente conseguidos levanté El metal de los muertos". Concha Espina lo dejó escrito en la revista Lecturas, en marzo de 1928.

El momento era convulso, España vivía con continuas sacudidas sociales, con la amenaza de las Juntas militares, cambios de gobierno, con una economía condicionada por la I Guerra Mundial, estancada en Europa y con la declaración de guerra de EEUU a Alemania; mientras que Lenin viajaba a Rusia en el inicio de una revolución que condicionaría las relaciones internacionales del siglo XX.

Y hasta las minas llegó la escritora del momento, la mujer que había obtenido el máximo premio entonces de la RAE, el Fastenraht, en 1915, por La esfinge maragata, un alegato por la mujer campesina y sometida a los convencionalismos de la época.

A pesar de que conocía otras cuencas mineras decidió venir a Riotinto para vivir en directo la organización de una huelga, como la de 1917, con el objetivo de contar lo que sucedía en las que eran las minas más importantes de España, dominadas por empresas extranjeras. Por eso no quiso sentirse manipulada ni intimidada por aquel gigante que todo lo dominaba en Huelva, en Andalucía, en España.

La Compañía era una empresa muy poderosa que quitaba y ponía alcaldes y políticos que le servían dócilmente. Tal es así, que el semanario satírico La Picota se escandalizaba del cese de los concejales socialistas de Nerva, "injustamente separados de sus cargos", por orden del director-gerente, W. Browning, quien "impone su criterio en la administración de los intereses de Nerva, como los impuso siempre en todos los ayuntamientos de la zona minera".

Y eso que, como asegura el director del Archivo Histórico de la Fundación Río Tinto, Juan Manuel Pérez López, Nerva era en aquella época "el centro político, social y sindical de la Cuenca Minera", por lo que fue elegida por la escritora, quien llegó a la población decidida a contar la tragedia y las malas condiciones de los mineros bajo el dominio de una empresa británica.

Durmió en una fonda, en el camastro dejado por un acróbata chino muerto en aquellos días. Obtuvo el leonino contrato de compra-venta de las minas y eso sentó muy mal al llamado virrey de Huelva, Walter Browning, el director-gerente que controlaba con mano dura la explotación minera, quien expresamente le prohibió permanecer en Riotinto. Aun así, a pesar de ser mujer y forastera, se las arregló para entrar en las entrañas de la tierra y conocer las duras condiciones del trabajo en contramina. Necesitó varias semanas para llevarse los contactos y la documentación con los que tejió su novela más trabajada, El metal de los muertos.

Venía de escribir Talín, un cuento consecuencia de ser la primera mujer que en 1916 había surcado los cielos españoles a bordo de un aeroplano y Al amor de las Estrellas. Mujeres del Quijote, en donde analizaba los diferentes caracteres femeninos de las mujeres que rodearon al ingenioso hidalgo. Un estudio en femenino, muy reconocido entonces, y que aún sirve de referencia para los que se adentran en el análisis de la más importante novela española de todos los tiempos.

Y siendo quien era en el mundo literario, se plantó en Huelva, donde Manuel Siurot le sugirió que no fuera a las minas, porque no hallaría nada interesante para una novela, "ya que todo allí es feísimo, desolado y triste. Lo conozco bien y le aseguro que perderá el tiempo de su visita".

No lo perdió, habló con el líder del Sindicato Minero, el socialista Eladio Egocheaga, quien llevaba dos años exiliado en Huelva, y éste le recomendó a Félix Lunar, otro sindicalista que también tendría que huir de las minas varios años después. Él fue su anfitrión en Nerva y quien le presentó a los obreros y sindicalistas que preparaban la huelga para el verano de 1917. Y eso que la propia Concha Espina describiría irónicamente en 1934, en el diario La Libertad, que "allí no había asunto para una novela, allí no había cosa de particular: aridez, desolación; unos señores; unos esclavos; hambre; hartura; ¡nada más!"… Y nada menos.

De su pluma salió la novela más influyente de la literatura social española, por lo que se hace necesario su revisión para publicarla en 2020, en el centenario de la primera edición. Quien la lea recorrerá toda la provincia onubense, de sur a norte, desde la barra de Esuri (Ayamonte) a la punta de Malandar (playas de Almonte), o Estuaria (Huelva), "sobre el ancho paisaje fluvial… se levanta en el arcén de la ría unos muelles férreos y monstruosos donde empiezan a sumarse los millones de la empresa turdetana (británica)… la ciudad tiene sus límites en los caminos de la Cinta y Gibraleón, en los tajos de la Cruz de la Cuesta y la Cabeza de la Horca…". Y así poco a poco describe el paisaje onubense, desde la costa a la sierra, con sutiles observaciones recogidas de su estancia entre nosotros.

Pero lo importante es que supo transmitir la tragedia de Riotinto, cuando toda España se preparaba para una importante huelga que llevó a la cárcel a los organizadores, cuyos principales cabecillas (Andrés Saborit, Julián Besteiro, Daniel Anguiano y Largo Caballero, entre otros) fueron condenados a cadena perpetua, "por un delito consumado de rebelión".

En Nerva, aquella huelga de 1917 costó diez vidas. Y aunque tardó varios años en escribir su novela, las circunstancias hicieron que la publicación coincidiera con otra importante huelga, la de 1920, haciendo extender su impacto y repercusión, tal como reconocía el archivero de la Rio Tinto Zinc, David Avery. En su libro Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria afirma que "su pluma consiguió un gran apoyo para los huelguistas entre aquellos que perteneciendo a las clases medias educadas, pudieran de otra forma haberlos condenado como revolucionarios comunistas. La descripción de la vida de Riotinto que hizo para sus lectores quedó impresa en la mente de estos, y contribuyó en gran parte a la hostilidad manifestada frente a la compañía en los años siguientes". Fue el mejor testimonio de las malas condiciones de trabajo, de la injusticia y desigualdades que existían en nuestras minas, a pesar de ser las más importantes de España.

Cuando escribí Génesis de El metal de los muertos, publicado en 2015 por la Asociación de la Prensa de Huelva, poco se sabía de su estancia en Huelva, y mucho menos de que hubiera estado en la primavera de 1917. El historiador Juan M. Pérez López, en el prólogo del libro, lo reconocía: "La presencia de Concha Espina en Nerva siempre ha estado rodeada de un misterioso velo que ha ocasionado serios problemas a los historiadores que han tratado el tema, llevándolos a cometer errores de peso en sus conjeturas". Concha Espina dijo que había estado dos meses viviendo entre los mineros, por lo que en mis conclusiones del estudio determiné que llegó a Nerva a finales de abril y permaneció allí todo el mes de mayo. Llegó a firmar un artículo en La Vanguardia que fechó con claridad, Nerva 15 de mayo de 1917.

Un tiempo en el que a Concha Espina, la más importante escritora española del momento, no le importó bajar a la contramina y acompañar a los mineros al tajo. No le importó implicarse en una lucha desigual para terminar escribiendo el gran grito reivindicativo más comprometido de aquel momento. Su compromiso social quedó patente en un libro que marcaría a partir de entonces una productiva escuela de literatura social y minera hasta la caída de la II República.

El metal de los muertos fue un libro de referencia, presente en las bibliotecas públicas y hasta Franco lo incluyó en las listas de expurgo. Tras la Guerra Civil volvería a publicarse , aunque en versión censurada, que se ha ido reeditando hasta 2009.

La escritora, en 1932, aún recordaba la visita de 1917 a "la ciudad de los mineros", que sirvió para alumbrar la novela. La República quiso tener grabada la voz de los intelectuales, dándoles libertad para expresarse y Concha Espina eligió de nuevo alzar la voz y recordar su estancia en las minas quince años antes: "Yo no puedo olvidar nunca la emoción de Riotinto. Es algo enorme, todo allí es tan grande, tan triste, tan desolado. Aquellas cortas inmensas, con escalones de tantos metros, con todo el cáncer, con todo corroído. Es un terremoto que parece que sacude allí la tierra. Todo tiembla y hasta el suelo parece que solloza. No solamente es el quejido de los hombres el que se oye, es el quejido supremo de la tierra que también parece que pide libertad".

Y eso que hasta en cinco ocasiones fue candidata al Premio Nobel de Literatura, pero dado el olvido en el que la tenemos, se ve que somos incapaces de asumir nuestra propia historia que debiera formar parte normalizada de nuestra cultura colectiva.

Si Nerva era para Concha Espina "la terrible ciudad andaluza", el Riotinto que conoció lo convirtió en Dite, el nombre latino del dios de los infiernos, Plutón. Y en Nerva, "sobre un cajón vuelto", inició, en aquel mayo de 1917, El metal de los muertos, la más importante novela social y minera escrita en España.

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