Historias del Fandango

Con los ojos del alma

Antonio Jiménez Manjón.

Antonio Jiménez Manjón. / Foto: La Ilustración Española y Americana

A lo largo de la historia del cante ha habido artistas invidentes que dejaron su huella y, por regla general, contribuyeron con significativas aportaciones al desarrollo de nuestra música. Buena parte de ellos cultivaron –y cultivan– el fandango en sus diferentes modalidades. No será una lista exhaustiva, sino selecta, la que haremos en éste y en los próximos capítulos, comenzando por los primeros de los que hay memoria hasta los más recientes y los que están en activo.

'La curación del ciego', cuadro de El Greco. 'La curación del ciego', cuadro de El Greco.

'La curación del ciego', cuadro de El Greco.

Desde aquella imagen de mujer ciega con niños alrededor cantando o tocando la guitarra por las calles, ejemplo de pobreza absoluta y necesitada de la caridad, la imagen del ciego ha evolucionado mucho, afortunadamente. En tiempos pasados, a los ciegos no se les permitía desempeñar oficio alguno, viéndose abocados a vivir mendigando; incluso, las personas invidentes eran asociadas a supercherías. Sería el humanismo cristiano el que revirtió tal comportamiento al considerarlos, como a todo ser, personas respetables y con derechos humanos; se superaba el estigma de cualquier culpabilidad y se les reconocía su dignidad. Aun así, muchos de ellos vivieron durante siglos en la miseria y el abandono, mendigando limosna para sobrevivir. Relacionados con la música popular, en España tuvimos durante centurias la figura de los “cantores de romances de ciegos”, un tipo de coplas con métrica y estructura similares a los romances tradicionales.

Un invento, el alfabeto diseñado por el francés y también ciego Louis Braille (1829), supuso para los invidentes un extraordinario avance para su formación en todos los órdenes: se trataba de un método “para escribir palabras, música y canciones sencillas mediante puntos”.

El siguiente ejemplo ilustra sobre la precariedad laboral de los ciegos. Lo publicaba en 1845, con evidente sorna, el diario El Espectador: la policía urbana de Madrid, pidiendo la licencia a un ciego para tocar en la calle con su guitarrilla fandangos y jotas [1].

El Espectador, 28 julio 1845 El Espectador, 28 julio 1845

El Espectador, 28 julio 1845

A la vista de la abundancia de mendigos en las ciudades, al Gobierno se le ocurrió en 1906 aprobar un decreto prohibiendo la mendicidad. La periodista, escritora y feminista almeriense Carmen de Burgos, firmó en El Heraldo de Madrid, con el seudónimo Colombine, un extenso artículo oponiendo las razones por las que consideraba un error tal medida, porque “la mendicidad no puede existir cuando, reconocidos los derechos de todos, no haya nadie que carezca de pan”. Pero no era el caso. [2].

El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906 El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906

El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906

Colombine se acordaba en su artículo de la patética estampa de las mujeres ciegas, que el periódico ilustraba con la foto de una mujer y una niña apegada a su falda, mientras tañía algún toque popular con su guitarrilla [3] [4].

El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906. El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906.

El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906.

El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906 El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906

El Heraldo de Madrid, 26 octubre 1906

Como es vieja tradición y costumbre entre los flamencos, la conmiseración con el desvalido de su gremio respondía a menudo con iniciativas de solidaridad, festivales y homenajes destinados a recaudar fondos para quien había caído en la desgracia. [5].

El Imparcial, 9 mayo 1894. El Imparcial, 9 mayo 1894.

El Imparcial, 9 mayo 1894.

Antonio Rodríguez Manjón

El guitarrista Antonio Jiménez Manjón (Villacarrillo,1866-Buenos Aires, 1916) era ciego y fue un eminente músico que lo mismo tocaba piezas flamencas y regionales que composiciones clásicas. Con poco más de un año se quedó ciego, comenzó a tocar la guitarra y aprender música siendo niño aún y se hizo muy famoso. Giró por diversas ciudades europeas y de Sudamérica. Además de su virtuosismo, se recuerda de él que dio un concierto con una guitarra de once cuerdas [6] [7].

La Crónica, 2 diciembre 1889 La Crónica, 2 diciembre 1889

La Crónica, 2 diciembre 1889

Antonio Jiménez Manjón. Antonio Jiménez Manjón.

Antonio Jiménez Manjón. / Foto: La Ilustración Española y Americana

El Ciego de la Peña

Este es un nombre asociado a los grandes seguiriyeros del siglo XIX. Se llamaba Pedro Martín Hurtado, nacido en 1789, cuando todavía no había nacido Silverio Franconetti (1831), quizás en Sanlúcar de Barrameda o en Arcos de la Frontera, que en ambos pueblos le sitúan diferentes estudiosos. No está claro si fue gitano o no; los apellidos familiares no parecen indicar que lo fuera, según investigó Yerga Lancharro. Se le atribuye el cante de los romances gitanos y se le tiene por creador de una seguiriya que ha permanecido en el transcurso del tiempo. Una de sus letras es la siempre viva y cantada “De Sanlúcar a El Palmar / hay un carril / que lo había jecho la Mica / de ir y venir”, letra que dejó grabada para la inmortalidad la Niña de los Peines con Melchor de Marchena acompañándole a la guitarra. Como seguiriyero, se le sitúa a la altura de los históricos Paco la Luz, Curro Durse, Joaquín Lacherna, Francisco Laperla o Tomás el Nitri.

(Continuará)

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