martirio. cantante

"Chavela tenía el don de sanar los corazones con su canto"

  • La intérprete y su hijo Raúl Rodríguez abren el sábado en Nerva una gira por Andalucía que pasará por Punta Umbría, Sevilla, Almería y Cádiz, y en la que presentan 'De un mundo raro'

Desde siempre, y más desde una mítica actuación que la mexicana ofreció en la sala Caracol de Madrid, en 1993, Martirio había admirado a Chavela Vargas, y la consideraba su principal referente por muchos motivos: por la sensibilidad con que ella "paladeaba las palabras y las convertía en poesía", por el desgarro con que mostraba sus heridas más íntimas y, como los grandes, hacía de ese dolor un espejo en el que todos podían reconocerse. Sus canciones, asegura la onubense, "contenían tanta experiencia que cuando tú estabas escuchando no oías una letra, escuchabas una vida". De esta veneración, por la mujer y por la intérprete, surgió el disco De un mundo raro (Universal), que Martirio sacó el pasado año junto a su hijo, el guitarrista Raúl Rodríguez, un conmovedor homenaje a esa gran dama que falleció hace dos años, un 5 de agosto. Estas semanas el dúo presenta su álbum -no sólo: también habrá clásicos de la carrera de Martirio- en una gira por Andalucía: tras el concierto que ofrece hoy en Madrid, visitarán Nerva -la Peña del Hierro- este sábado, el Teatro del Mar de Punta Umbría el martes 12, los Jardines de la Buhaira de Sevilla el miércoles 13, la Sala Chamán de Cabo de Gata, Almería, el viernes 15, y el Baluarte de la Candelaria, en Cádiz, el sábado 16.

-En el texto que Raúl Rodríguez ha escrito para el disco, cuenta que en los últimos días Chavela "era candela viva. Su cante quemaba, su mirada abrasaba (...) Era un Sol abierto para todos".

-La energía, la voluntad, la dignidad, la vocación... era alucinante vivir todo eso al lado de ella. Y lo que enseñaba siendo, sin dar lecciones. Era un oráculo [ríe], una mujer muy sabia, con mucho talento, con una experiencia de vida vivida al máximo, donde conoció las pautas del amor y el desamor, los nombres del éxito y el hundimiento, las alegrías y las penas. Eso se advierte en su voz.

-Cuando se conocieron en el 93, al parecer, hubo una conexión instantánea entre ustedes.

-Bueno, sobre todo por mi parte, porque ya hacía tiempo que la escuchaba y me gustaba. Ir a ese concierto de la sala Caracol fue como asistir a una ceremonia sagrada del arte. Yo no había visto nunca convocar tanta energía, hacer que la gente riera, llorara. Volví a encontrarme eso en otros conciertos suyos, ese don de sanar los corazones con su canto y de conectar a la gente consigo misma.

-Cuando alguien era tan especial como Chavela, sus energías quedan, su recuerdo permanece, como si la muerte no hubiese ganado del todo su batalla.

-Sin duda. Nosotros hemos estado en mayo en México, en Morelos, donde ella vivía. No te puedes imaginar la energía que había allí, al lado de la montaña en la que decía que conversaba con Federico. Había una energía muy fuerte porque era un espíritu fortísimo y poderosísimo. No siento en absoluto que se haya ido, es como si estuviera dentro. Sí, como la gente que queremos, que se queda dentro.

-Hablando de ese viaje a México, ¿les impuso cantar en la tierra de Chavela?

-Miedo no nos daba, si acaso prurito. Lo que ocurre es que este disco se ha hecho cargado de amor, desde la admiración y el amor absolutos, y cuando algo se hace con el corazón uno no tiene que sentir miedo. Íbamos a cantar lo que ella nos enseñó, a dejar una huella de eso, pero con el compás de las casas andaluzas, simplemente. Como si le dijéramos: Es tu canción, pero como nosotros la interpretamos para devolvértela a ti. Yo siempre he sentido que Chavela sonreía. El reconocimiento del público allí ha sido maravilloso, porque realmente las canciones no se desvirtúan, están pasadas con mucha naturalidad al flamenco. Raúl tiene la suficiente pausa, toca sabiendo que esos temas son algo sagrado, para que el recuerdo brote de una manera pura.

-Han traducido las canciones de Chavela a bulerías o zambras, pero ese trasvase, efectivamente, no suena forzado. ¿El proceso ha sido fácil?

-Es algo que hemos trabajado mucho. Pero también es importante aquí hablar de la influencia que México tiene en España y España tiene en México, con la cantidad de siglos de intercambio cultural que ha habido. Sólo hay que fijarse en cuántas fiestas españolas acaban con la gente cantando rancheras. Y en México se adora a España, no tanto por esa unión de tantos siglos, también porque después de la República se acogió a muchos exiliados. La cultura española allí está muy presente: el flamenco, la copla, la música pop incluso. Y si tú investigas, estudias, siempre subyace en una ranchera un compás que se puede adaptar al flamenco con naturalidad.

-En un momento de En un mundo raro, la letra habla de olvidar "el rencor, no diré que tu amor me volvió desgraciada". Chavela mostraba siempre un corazón roto, pero lo hacía desde la serenidad, la voluntad de perdonar, de no quedarse en lo negativo.

-Eso es así: ella cantaba al desamor sin rencor, y de ahí se aprendía que la única manera de volverse a enamorar es perdonando. Es muy difícil, porque el rencor engancha mucho más que el amor. Cuando uno es capaz de perdonar tiene el corazón de nuevo abierto a la vida. Ella cantaba al desamor con una sonrisa.

-Esas letras, como la de la preciosa Las simples cosas -"uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida..."-, necesitan una voz madura, alguien que haya vivido mucho.

-Primero hace falta esa madurez para escribirlas [ríe]. Ella tenía una intuición maravillosa para elegir el repertorio. Elegía canciones fabulosas, de José Alfredo Jiménez, también de Álvaro Carrillo. Sí, hay que tener experiencia para interpretar estas canciones: hay que haberse atrevido a amar, a pasar un desamor, a perdonar. El sufrimiento es lo que nos acerca a los demás, hay que conocerlo, porque hasta que uno no sufre, quizás, no sale de su burbuja. Eso no quiere decir que Chavela no tuviese un sentido del humor magnífico, porque era una mujer a la que le encantaban los chistes, le encantaba reírse.

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