Cultura

Blanca del Rey se despide por soleá

  • La bailaora cordobesa, considerada la reina del mantón y estrella del tablao madrileño El Corral de la Morería, dice adiós a los escenarios el próximo lunes en el Festival del Cante de las Minas de la Unión

Para un artista siempre es difícil dejar los escenarios. Tanto, que sólo unos pocos logran hacerlo por voluntad propia y en el momento más adecuado. Como Blanca del Rey, la bailaora cordobesa que el próximo lunes 8, en la LI edición del Festival del Cante de las Minas de La Unión (Murcia), cerrará una excepcional carrera dancística que llega casi al medio siglo. Un camino que comenzara con apenas 12 años en el tablao El Zoco de su Córdoba natal -con el nombre de la Platera, por la calle en la que vivía-, y que encontró su hábitat ideal en el célebre tablao madrileño El Corral de la Morería, con cuyo dueño, Manuel del Rey, se casó Blanca antes de cumplir los 20 para compartir con él su vida personal y artística hasta su muerte, acaecida en enero de 2006.

"Dejo el baile con sentimientos encontrados: con pena porque el baile es mi vida, pero también satisfecha por haber podido tomar la decisión con plena conciencia y plena libertad, cosa que no todos han podido hacer", declaraba a este periódico la artista, que conserva una estética y unas facultades artísticas que siguen causando en el público que acude a sus actuaciones, tanto en los grandes teatros como en el tablao, ahora de su propiedad, la misma devoción que a comienzos de los 80, cuando, inspirada por unas imágenes grabadas del movimiento de capote de su paisano, el torero Manolete, creara la inimitable Soleá del Mantón, un prodigio de plasticidad y de elegancia que no ha dejado de alimentar, según ella "con amor, porque no se puede mantener vivo un baile de otro modo" y que, sin duda, cerrará la emotiva velada que tendrá lugar en el Antiguo Mercado de La Unión el próximo 8 de agosto.

El pasado jueves, la artista se despidió también, rodeada de sus amigos, del escenario pequeño y cargado de historia flamenca de El Corral. Porque, a pesar de haber tenido una compañía propia de 25 personas, con la que realizó giras de meses por países de Europa o Asia -Poemas y danzas de Andalucía, Renacer y Pasión Flamenca son sólo algunos de sus frutos-, ella defiende el tablao como uno de los mejores lugares para curtir y hacer crecer a una bailaora pues, como ha afirmado en varias ocasiones, "en un teatro el silencio es obligación, pero en el tablao te lo tienes que ganar con tu arte".

Durante muchos años, cualquiera que fuese el lugar de su presentación, Blanca del Rey se ha entregado al baile como una sacerdotisa a un ritual en el que todos los detalles poseen una relevancia inusual: el vestido, el peinado, la mirada, el movimiento de sus manos y de su cuerpo -solar en las alegrías, trágico en la seguiriya o sensual en su también célebre guajira- y, de manera especial, ese mantón de Manila que la cordobesa ha hecho suyo hasta convertirse en el modelo de muchas de las bailaoras (y algunos bailaores) que actualmente lo utilizan para adornar su baile.

Representante de la Danza Española en la Unión Europea desde 1986 y con premios como el de la Cátedra de Flamencología de Jerez, Blanca del Rey ha recibido siempre el aplauso del público y de la crítica, que ha alabado especialmente su armonía, una elegancia natural que huye de todo efectismo y una expresividad que la sitúa al lado de las grandes intérpretes de la danza. Por eso ahora, al hacer balance de su carrera, recuerda muchos "momentos maravillosos, como cuando estrenamos en el Cirque Royal de Bruselas Del sitar a la guitarra (1995), junto a Jehudi Menuhim y Ravi Sankar entre otros; o cuando tuve el honor de cerrar en Italia un espectáculo de Maurice Béjart y lo vi entre bambalinas aplaudiéndome; o cuando el Ballet Nacional de España me invitó en 1990 a bailar Los Tarantos".

De todas formas, y para consuelo de sus muchos admiradores, es seguro que la artista no se negará a colaborar en algunos proyectos especiales, como el que la llevará en septiembre del año próximo al Teatro Falla de Cádiz, con motivo de la celebración del Bicentenario de la Constitución, para interpretar el personaje de El Destino en la aplaudida producción de la ópera Carmen (de Bizet) del Teatro Villamarta de Jerez, dirigida escénicamente por Francisco López y que, si todo sale como se espera, podría suponer la reaparición del admirado barítono malagueño Carlos Álvarez. "Una ocasión muy especial -dice la artista- a la que no he podido decir que no, en primer lugar por las posibilidades interpretativas del personaje y, sobre todo, porque mantengo una relación muy estrecha con el Festival de Jerez, en el que he bailado en varias ocasiones y al que acudo cada año como espectadora, así como con Paco López, un hombre de un talento extraordinario al que quiero y al que admiro muchísimo".

Por suerte para el flamenco, tan necesitado de maestros comprometidos como ella, Blanca del Rey tampoco ha decidido aún abandonar la docencia. Un magisterio que, si bien ha ejercido solamente en ocasiones especiales -cursos especializados en el Festival de Jerez, en el Conservatorio de Córdoba y poco más-, significa mucho para la transmisión del baile flamenco a las nuevas generaciones.

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