Cultura

Bella se aloja en el Hotel París

  • Declaro mi grata sorpresa por la obra del pintor almonteño, pero, con todos mis respetos, no entiendo cómo ha ido a exponerse en este espacio cultural

En la sala de exposiciones del Hotel París, un espacio con techos liliputienses y con obstáculos múltiples como para imitar a Tomba enfilando las pendientes alpinas más empinadas, muestra obra Francisco Bella.

La pintura es un estímulo. Un acto creador. De expresión. Es libertad. Exponer consagra. O entierra. Paso de la luz íntima del estudio a la luz cegadora de las emociones personales y sociales. Francisco Bella lleva poco tiempo mostrando su obra. Probablemente, escaso también el dedicado a esta disciplina. No obstante, tiene disposición, y enmienda. Tiene ojo, y referencia. Tiene aptitud, pero asimismo actitud. Arroga valentía, y ensimismamiento. Tiene mano, sin duda. Es decir, le queda camino por recorrer pero el andado, corto, con talento pisa.

La obra que presenta, intencionalmente compacta en la idea, no en la ejecución iconográfica, se enfrenta a un tema de actualidad. La falta de libertad de la mujer. Ella, ataviada con el despreciable burka. Cada vestido cárcel porta un aliciente, una llamada. Un símbolo que exonere a la mujer de la noche perenne. De la ignominia. De la presión. De la falta de Ser.

Y para ello escoge un modelo víctima del proceso devorador del consumo popular: las meninas de apariencia velazqueña. El pintor barroco sevillano es un ideal más que un idealista para todos aquellos que lo frecuentan. Las recreaciones te invitan al vicio de perder el horizonte. En Bella, con maña, se aprecia tanto el intelecto como la compungida, por joven, guía de la mano. Sin embargo, no recrea desde la nodriza velazqueña sino a partir de las interpretaciones particulares del versátil Picasso y en menor medida del Equipo Crónica y sucedáneos, convirtiendo su obra, en algunos casos, en orfebrería made para lucir, edulcorada por un digámosle pop-art con sacudidas neoexpresionistas.

Me parece encomiable el esfuerzo que Bella ha desarrollado en esta exposición. Muestra madurez conceptual, pero le falta recorrido, oficio. Que se adquiere. Lógico. Muy interesante el mensaje. Un único modelo, la menina, y un apéndice elástico de rosas vs burkas; formas reiterativas que comunican; con colores bien dispuestos; trazos de pincel seguros buscando vanos dramáticos; y un alarde de creatividad plástica, la visión alegórica en los rostros tapados, que es donde más se engrandece la metáfora y donde más se puede empobrecer el resultado plástico. En estas damas, Velázquez idealizó un servicio real, y la pintó en plano, inaugurando, como reflexionaba Ortega y Gasset, la pintura pintura. Bella necesita del bulto redondo, precisa de la protuberización de las formas, del ensanchamiento de la mancha pictórica, para hacerlas (la denuncia y la forma corpórea) más realista a su ideal social. Y a su conocimiento técnico y plástico.

En cuanto a las rosas… no cuentan con la misma fortuna, se pierden en la conexión simbólica y en la fragilidad del trazo. ¿Un burka al revés, un homenaje a las 13 Rosas ejecutadas por la ceguera fascista?

Declaro mi grata sorpresa por la obra de Bella, pero con todos mis respetos cuestiono el lugar. No entiendo cómo ha ido a parar esta exposición, muy digna por cierto, al Hotel París, espacio cultural, con todos sus pesares, que ha cobijado ya obras de Barceló, Granel o los hermanos Rosado. Y encima la exposición tiene comisario, menina de todo evento hoy en día. ¿Qué se puede comisariar en la obra ex profeso y escasa en número de un autor vivo, y sin currículo? ¿Dónde está la selección y el estudio crítico?

Me encantaría ver a Bella de nuevo, pues atesora ideas plásticas y conceptuales comprometidas, pero me gustaría verlo también rompiéndose el pecho en la disputa con cientos de jóvenes y menos jóvenes que buscan un lugar para mostrar su obra. ¿Puede ser el Hotel París? Bella no ha sufrido eso. Ha llamado. O le han llamado. Da igual. Puerta abierta. Exposición. Medios de comunicación a su alcance. Eso no me gusta tanto como su modo de expresar artístico.

Mi padre, minero jubilado, sigue modelando en León trozos de carbón. No lo hace mal. Como al Platanito, también se merece una oportunidad. Mientras tanto, le pediré pedazos de carbón. Por estos días, más de uno se lo merece. Y no precisamente Bella pintor, que crece y crecerá. Seguro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios