Beatriz Pacheco, la duquesa triste

El profesor de la UHU Juan Luis Carriazo inicia la serie biográfica del Centro de Estudios Andaluces con la vida de Beatriz Pacheco, esposa de Rodrigo Ponce de León e hija de Juan Pacheco.

Los tableros de respaldo de la sillería del coro de la Catedral de Toledo constituyen el mejor documento gráfico de la guerra de Granada.
Miguel Navas Granada

14 de septiembre 2015 - 05:00

Las crónicas medievales están protagonizadas por hombres. Desde los Reyes Católicos hasta los distintos cargos nobiliarios, todos los personajes que aparecen en las historias que se guardan de esa época son varones. Podría parecer que solo un sexo tenía el poder en la Edad Media, pero basta con recordar nombres como Isabel la Católica o Juana la Loca para descubrir que las mujeres también tenían entonces poder. Y mucho. Pese a ser ignoradas por los cronistas, tenían gran importancia en los asuntos de la época y quizá el mejor ejemplo sea el de Beatriz Pacheco.

Hija de Juan Pacheco, marqués de Villena, y mujer de Rodrigo Ponce de León, conde de Arcos y marqués de Cádiz, jugó un papel fundamental en la gestión de la recién conquistada Granada, administrando los territorios mudéjares. Por ser hija, y esposa, de quien es y por la importancia que tiene para conocer los años posteriores a la toma de la última ciudad en manos de los musulmanes, Juan Luis Carriazo, profesor titular de Historia Medieval de la Universidad de Huelva, ha decidido publicar una biografía sobre este personaje, que sirve para iniciar la colección de biografías que el Centro de Estudios Andaluces, perteneciente a la Consejería de Presidencia, ha puesto en marcha.

El autor lleva tiempo estudiando la nobleza bajomedieval (siglos XIV y XV) en la Andalucía occidental, centrándose especialmente en los Guzmán de Medina Sidonia y los Ponce de León, dos de los linajes más importantes de la época. Precisamente dentro de este último se encuentra Beatriz Pacheco que, como tantas otras mujeres de la historia, queda olvidada de los documentos pese a tener una importancia decisiva en varios acontecimientos.

Juan Luis Carriazo lo tiene claro, la importancia de este personaje es doble: por un lado por ser hija y esposa de quien es, pero también por la época en la que vivió, ya que abarcó desde el reinado de Enrique IV hasta la etapa de Juana la Loca, lo que permite, a través de los escasos documentos que sobre ella se guardan, conocer aspectos clave de esos años.

Para abordar este libro, Carriazo Rubio recurrió a doce archivos distintos, con lo que consiguió reunir un corpus de 150 documentos relacionados con Beatriz. Lo que no impide que existan ciertos momentos de su vida que no puedan ser conocidos con exactitud, como por ejemplo su nacimiento. Utilizando otros documentos, los historiadores consideran que nació entre finales de 1455 y principios de 1456, pero es imposible determinada la fecha exacta. No es algo extraño, salvo los reyes, no se solía registrar información de las personas hasta que cumplían cierta edad, cuando se convertían en soldados, en el caso de los hombres, o al casarse, en el caso de las mujeres.

En el asunto que aquí nos ocupa, la boda se produjo, como era costumbre, siguiendo criterios políticos. Don Juan Pacheco decidió casar a su hija con alguien de los Ponce de León porque éstos eran enemigos naturales del duque Medina Sidonia, rival también del padre de Beatriz.

Según se desprende de la biografía elaborada por Carriazo, los desposorios -promesa de casamiento entre el hombre y la mujer- se produjo en marzo de 1471, aunque Rodrigo no estaba presente y su puesto lo ocupó Pedro de Avellaneda. No fue hasta varios años después cuando se produjo el encuentro entre ambos y la consiguiente boda. Comenzaba así una nueva etapa en la vida de Beatriz Pacheco que finalizaría poco después de la toma de Granada, con la muerte de su esposo en agosto de 1492.

Durante este periodo, Rodrigo ganaría fama por sus victorias contra los musulmanes, lo que conllevó paralelamente una mayor participación de su figura en las crónicas, de hecho posee el honor de ser uno de los pocos personajes que cuenta con una crónica particular o biográfica. Sin embargo, la presencia de Beatriz en ésta es muy escasa y la mayor parte de las veces aparece recibiendo a su marido al regresar a casa tras una batalla. Pero, como afirma Carriazo, existen documentos que prueban que Beatriz jugó también un papel decisivo en la Reconquista.

Ocurrió en 1482, durante la conquista de Alhama. Los soldados, entre los que se encontraba el conde de Arcos, quedan sitiados por los musulmanes, poniendo en peligro su vida. Ante esta situación, Beatriz pide socorro a todos los grandes nobles de Andalucía, incluyendo al duque de Medina Sidonia, principal enemigo de su esposo. Muy cerca en el tiempo, Beatriz tomó las armas para defender Arcos de la Frontera de un ataque los musulmanes de Ronda, que aprovecharon lo que estaba ocurriendo en Alhama para tomar ventaja.

Como decíamos, la vida de Beatriz Pacheco entró en una nueva etapa cuando enviudó. En su testamento, Rodrigo Ponce de León dejó como heredero a su nieto, Rodrigo, procedente de un matrimonio anterior, pero al ser menor de edad debía ser Beatriz quien ejerciese las funciones de albacea, tutora y administradora hasta que el descendiente cumpliese diecisiete años, algo que ocurriría en 1507.

Esto provoca, por un lado, que aumente la documentación sobre ella, ya que sus nuevas funciones así lo requerían; y por otro, que el papel pasivo que antes ocupaba, desaparezca por completo para situarse en el primer plano de la vida política.

Uno de sus principales labores fue el trato con los territorios mudéjares de Granada, y en esto Carriazo destaca un hecho fundamental de su gestión. Las relaciones con la ciudad, que existían antes de la conquista, estaban reguladas en base a la existencia de una frontera que desapareció tras 1492, por lo que Beatriz, que a partir de este momento firmaría los documentos con el apelativo de "triste duquesa", reformó todos los tratados, adaptándolos a las nuevas necesidades.

Aunque Beatriz debía ejercer las funciones de tutora y administradora durante quince años, solo aguantó seis. En 1498, alegando enfermedad y dolencia, pidió el cese de sus funciones, algo que fue autorizado por los reyes en mayo del mismo año. Según recoge el autor, las enfermedades no debieron ser de mucha gravedad, ya que la viuda de Rodrigo vivió todavía doce años más. Este tiempo lo pasó en una de las localidades que su esposo le legó de forma vitalicia, Carmona (Sevilla).

Se trataba de un retiro físico, pues siguió gobernando sus territorios desde su nueva residencia, algo que realizó hasta el mismo momento de su muerte, en abril de 1511, cuando rondaba los 55 años de edad.

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