Bailando con la guitarra
Quinto ciclo de música antigua Arquitectura y música. Grupo Armoniosi concerti. Obras de De Santa Cruz, Guerau, Sanz, Martín i Coll, De Murzia y anónimo. Iglesia de la Concepción. 19 de mayo de 2011. Nueve de la noche.
Y parece que ahí estriba uno de los secretos de la música antigua: dejar a la voz y al instrumento en un hilo sonoro desencadena la catarsis en un auditorio. Éste termina comprendiéndose a sí mismo gracias a partituras que, aunque se escribieron hace trescientos o cuatrocientos años, despiertan una espiritualidad colectiva invariable. La grandeza de la música no se define en la sofisticación de técnicas y estructuras, sino en la sencillez que puede traer consigo.
Empaste muy uniforme el que consiguen Juan Carlos Rivera y Juan Miguel Nieto (guitarras) y Consuelo Navas (tiorba). Se oyó con suma claridad los trazos de ambas guitarras apuntaladas por los colores de una tiorba que perfiló el sentido camerístico de cada pieza; además, jugaron con una dinámica muy rica que subrayaba los pasajes más vivos mediante rasgueos y que hizo las delicias con rizamientos arpegiados y mordentes. No obstante, hubo alguna pieza artificiosa dominada por el rigor académico y en los episodios virtuosísticos las guitarras forzaban el tempo con una articulación tensa que restaba naturalidad.
Armoniosi concerti dio lo mejor de sí en aquellas obras compuestas en modo menor: entre la pasión y la melancolía se abordó unas Folías italianas de Santiago de Murzia con textura magnífica que poco a poco fue ganando en profundidad y donde las guitarras, en su tierno diálogo, realzaron el tono reflexivo de la composición. El Fandango, en una versión gustosa desarrollada a partir de su sentido cíclico, tocó las fibras sensibles de un público que aplaudiría atronadoramente. El cuerpo central del programa fue una música afable donde la propia melodía se quedaba en un estadio intermedio a la audición y el baile.
Fue un acierto reservar para lo último la suite Al ayre español de Gaspar Sanz, un compendio exquisito donde el conjunto Armoniosi concerti supo engarzar lo culto y lo popular, lo autóctono y lo foráneo con un talento que al auditorio lo dejaría con la miel en los labios; una satisfacción colmada luego en una propina donde se pondría al descubierto las mejores cualidades de cada instrumentista.
Aguardamos que ciclos como el presente contribuyan a fomentar la afición por un género que despacio, concierto tras concierto, año tras año, hace realidad un panorama artístico más diverso: arquitectura y música ha aglutinado a los melómanos dispersos de Huelva y, al mismo tiempo, está proporcionando a la provincia un eco que traspasa sus ámbitos geográficos.
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