Cultura

Arrabal y la patafísica institucional

  • El autor recibe en Sevilla el Premio de la Asociación Colegial de Escritores, un "honor inmerecido" que el polifacético agradeció y dedicó, a su manera, a Antonio de Nebrija

Llegó con una chaqueta verde de sport que se cambió inmediatamente por un kimono negro con dragones bordados en dorado y gafas de sol con margaritas y se pasó un cuarto de hora haciéndose fotos con todo aquel que se lo pedía. Se fue en un coche de caballos surcando patafísicamente el Patio de Banderas, poniendo deditos triunfales en uve y haciéndole a su mujer, la profesora (jubilada) de la Sorbona Luce Moreau, delicados ademanes de amor cortés entre japonés y versallesco. Y durante el tiempo que medió entre ambas performances de sí mismo, Fernando Arrabal, "explorador de mundos y sueños", "escritor adelantado a su tiempo", "artista integral que se desenvuelve sin ataduras", "el escritor español vivo más universal", como lo definieron ayer algunos de los participantes en el acto que acogió el Real Alcázar, experimentó, puede que con secreto regocijo, quién sabe, el teatro pánico de los actos oficiales, en el que los protocolarios discursos políticos siguen siendo inamovibles incluso aunque el protagonista haya intervenido y recogido ya los obsequios conmemorativos.

El poeta, ensayista, novelista, pintor, cineasta, libretista y dramaturgo -la faceta a la que seguramente le debe una mayor parte del reconocimiento en todo el mundo- vino a recoger el Premio de las Letras Elio Antonio de Nebrija que concede, con el patrocinio de la Fundación Unicaja, la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía; "y de Ceuta y Melilla", como apostillaba con extraordinario respeto a los estatutos el presidente de la asociación, Manuel Gahete, pues de lo contrario habría quedado fuera de su ámbito este -en efecto- "melillense aunque universal"; un creador que ha recibido tantísimos premios y reconocimientos, que ha mantenido amistad, en el París donde en realidad ha vivido casi toda su vida, con tantísimos artistas y pensadores, que su propia figura serviría, por sí sola, como guía urgente de las corrientes culturales más osadas y radicales del siglo XX. También tiene el título de Trascendente Sátrapa que concede el Colegio de Patafísica, distinción que comparte con personalidades como Ionesco, Man Ray, Baudrillard o Marcel Duchamp y que viene a ser algo así como el máximo honor de los surrealistas, su Nobel, del que por cierto ha sido finalista en varias ocasiones.

Minutos antes del comienzo del acto, a las puertas del Alcázar, una mujer preguntaba a gritos si aquel señor era "el de Youtube". Últimamente, ya se sabe, también es una especie de profeta del chanantismoavant la lettre tras su celebérrima profecía mineralista, uno de los greatest hits más longevos del circo 2.0 de internet. El caso es que cada vez que Arrabal toma la palabra o aparece en algún lugar, caminando lentamente, pequeñito y teatral, con ese aire de provocador endiabladamente imprevisible, el enjambre de cámaras y teléfonos móviles está garantizado. Lo mismo ocurrió ayer, en cuanto el autor fue capaz de encontrar una rendija para atajar la proliferación descontrolada de solemnidad, laudatios fervorosas y discursos envarados. Una especie de Simposio Internacional de Rectores Ceremoniosos en el que, paradójicamente, el propio homenajeado parecía obligado a buscarse sus minutos de protagonismo. Tras las intervenciones de Gahete y José María Molina Caballero, Arrabal aprovechó el momento en el que le entregaban una medalla conmemorativa para lanzarse a hablar. Estaba rompiendo el protocolo -así se lo indicaron luego- pero él, caminando con pasitos cortos de un lado a otro ante la mesa de autoridades y hablando sin micrófono, había decidido que ya era hora de agradecer el homenaje.

"Es un honor inmerecido, aunque me gustaría merecer estas palabras", dijo sobre este premio que recibieron antes que él Manuel Alcántara, Rafael Guillén, Antonio Gala y Antonio Hernández. "Me entusiasma que el premio lleve el nombre de Antonio de Nebrija. Me recuerda que el cardenal Cisneros le quiso hacer un regalo, uno que mi novia ya no puede recibir porque a partir de los 65 años no se puede enseñar. A los españoles creo que se lo permiten hasta los 70. Pero Nebrija muere a los 82 años, la edad que yo tengo ahora, en Alcalá de Henares. ¿Por qué fue allí? ¡Para enseñar! Diez años antes, todas las autoridades morales, políticas, sindicales, el gobierno, la oposición, ¡todos!, quisieron enviarlo al retiro. Y qué hace Nebrija: comienza su ciclo español, escribe su Gramática castellana. Y cuando sabe el cardenal Cisneros de semejante regalo a España, le dice a Nebrija: ¿qué podemos darle, cómo podemos pagarle, cuánto dinero quiere? Y él responde: no, no quiero dinero. Por eso agradezco que me hayan dado este premio", concluyó Arrabal, que cuando le hicieron entrega de un cuadro, seguramente movido por el espíritu andalusí de sus motivos geométricos, añadió: "Me gusta imaginar que mil años después mi padre jugaba en la Plaza del Potro [en Córdoba, donde nació] con Averroes y Maimónides".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios