Archer Huntington regresa a Madrid

El Prado muestra los 'Tesoros de la Hispanic Society of America', recorrido por un catálogo excepcional con obras de Velázquez o Goya y un homenaje al creador de la institución neoyorquina

La 'Duquesa de Alba' de Goya, uno de los retratos favoritos del artista aragonés de entre los que dedicó a la aristócrata.
La 'Duquesa de Alba' de Goya, uno de los retratos favoritos del artista aragonés de entre los que dedicó a la aristócrata. / Reportaje Gráfico: José Ramón Ladra
Braulio Ortiz

Madrid, 04 de abril 2017 - 02:14

En uno de los numerosos viajes que hizo por Europa siendo apenas un muchacho, Archer Huntington (Nueva York, 1870- Bethel, Connecticut, 1955) visitó Madrid y halló en las salas del Prado la poderosa pintura de Velázquez, un hallazgo de tal magnitud ante el que se sintió aturdido. "Un descubrimiento que no sé cómo expresar", anotó en su diario ese jovencito que sin embargo ya llevaba toda su vida en contacto con el arte, y que años antes había escrito desde el entusiasmo: "No creo que haya una cosa tan espléndida como un museo. Me gustaría vivir en uno". Contaba 22 años cuando tuvo ante sus ojos la obra del genio sevillano; una década más tarde ya había adquirido tres imponentes cuadros del maestro. Desde pequeño, Huntington mostró una voluntad decidida de hacerse con una de las colecciones más sobresalientes de su tiempo. Como cuenta Mitchell A. Codding, actual director de la Hispanic Society Of America, cuando el filántropo se enteró de que el francés Arthur Engel había suspendido sus excavaciones en Itálica, alquiló los terrenos e inició sus investigaciones en el yacimiento; más tarde completaría su excepcional colección arqueológica con las cerámicas de la cultura campaniforme que George Bonsor había encontrado en el valle del Guadalquivir.

La pasión con la que Huntington se entregaría a Velázquez o a rastrear en las huellas de la antigüedad revelan la amplitud de miras con que el millonario concibió la Hispanic Society of America, la institución que fundó en 1904 y que abriría sus puertas en la parte alta de Manhattan, en Audubon Terrace, cuatro años después. Ahora, hasta el 10 de septiembre, mientras la sede neoyorquina encara una reforma, el Museo del Prado repasa algunos hitos de esta extraordinaria iniciativa en una exposición, Tesoros de la Hispanic Society of America. Visiones del mundo hispánico, que inauguraron ayer los reyes Juan Carlos y Sofía. Una oportunidad para que el visitante acceda a la colección de arte hispano más notable que existe fuera de España, compuesta por más de 18.000 piezas que van desde el Paleolítico hasta el siglo XX y una impresionante biblioteca con más de 250.000 manuscritos y 35.000 libros raros. "Una extraña mezcla de Museo del Prado, Museo Arqueológico y Biblioteca Nacional", tal como define el nuevo director del Prado, Miguel Falomir, la institución que creó Huntington.

El 'Conde-duque de Olivares' de Velázquez se expone por primera vez en España

La selección de la Hispanic Society que alberga el Prado, donde se exponen más de 200 obras, permite, como recuerda Mitchell A. Codding, director del centro neoyorquino y comisario de la muestra, que se exhibe por primera vez en España el retrato que Velázquez hizo a Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, o que se pueda ver tras su reciente restauración, "casi como un cuadro recién pintado", la Duquesa de Alba de Goya que adquirió en su momento Huntington.

El itinerario cronológico que dispone el Prado arranca en el final de la Edad del Cobre, en el umbral entre el tercer y el segundo milenio antes de Cristo, fecha en la que los especialistas sitúan la cerámica campaniforme que Huntington compró a George Bonsor y que el arqueólogo halló en El Acebuchal, en la localidad sevillana de Carmona. También del sur proceden el majestuoso Busto de joven que ha llegado a nuestros días casi intacto y cuyo origen parece remontarse a Itálica, o el soberbio mosaico de la Cabeza de Medusa que Bonsor encontró en Alcolea del Río.

Huntington, que llegó a aprender árabe, estudió con interés la huella que había dejado en el alma española la herencia musulmana. Entre los objetos que forman parte del catálogo destaca un prodigioso cofre cincelado en marfil y plata dorada proveniente de la ciudad de Medina Azahara o una delicada seda de la Alhambra.

Un símbolo de la erudición del creador de la Hispanic Society fue la asombrosa biblioteca que logró reunir, un empeño para el que se hizo con los fondos del marqués de Jerez de los Caballeros o compró miles de volúmenes al librero alemán Karl Hiersemann. En este apartado, el visitante de la muestra se topa con joyas como un Libro de horas negro del siglo XV.

El señorial retrato de Fernando Álvarez de Toledo, tercerDuque de Alba, que pintó Antonio Moro y que fue la primera adquisición que hizo el padre de Archer Huntington, sirve de preámbulo para una sala dedicada al Siglo de Oro y en la que se suceden obras maestras de Luis de Morales, El Greco, Alonso Cano, Francisco de Zurbarán, Murillo y dos adquisiciones recientes: un San Acisclo de Pedro de Mena y los Desposorios místicos de Santa Catalina de La Roldana. La mayor atención, no obstante, recae en los tres lienzos de Velázquez que se muestran: el grandioso Conde-duque de Olivares, uno de los primeros trabajos de su autor en la Corte,contrasta con la intimidad de la pintura que el sevillanodedica al cardenal Camillo Astalli y el conmovedor Retrato de niña.

En los fondos de la Hispanic Society también hay espacio para la cartografía, un ámbito en el que conviven un espectacular Mapamundi de Giovanni Vespucci o el Mapa de Tequaltiche, que se daba por extraviado.

Pintada entre 1796 y 1967, cuando el maestro aragonés pasaba unos meses en la finca de la aristócrata en Sanlúcar de Barrameda, la Duquesa de Alba de Goya que pertenece a la Hispanic Society regresa a España con el esplendor que le ha proporcionado la restauración. Un lienzo en el que la noble viste el traje negro de maja y señala con un enigmático gesto la tierra que pisa, y que fue una de las creaciones más queridas del genio: a pesar de que él pintó a la duquesa en varias ocasiones, conservó la obra en su taller hasta años después de que su retratada falleciera. La exposición también difunde otro óleo de Goya en el que inmortaliza al militar Manuel Lapeña y una carta que el artista destina a su amigo Martín Zapater.

La muestra se cierra con un documental que ahonda en la figura de Huntington y la gestación de su museo, pero antes, el último tramo pone de manifiesto la estrecha vinculación que tuvo con dos pintores de su época: Sorolla y Zuloaga.

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