Cultura

Anderson impresiona en Venecia con su 'performance' fílmica

Reflexiones filosóficas, enseñanzas tibetanas, imágenes de infancia, obras pictóricas y música componen Heart of a Dog, el ensayo fílmico con el que la veterana artista multidisciplinar Laurie Anderson concurre en el Festival de Venecia, donde compite por en León de Oro. Su película, que fue muy bien recibida por el público, está "inspirada" por la fuerza de Lou Reed.

"Es una película sobre el amor", destacó con su voz pausada la estadounidense de 68 años sobre este metraje. Su voz, a modo de narrador, acompaña con sus reflexiones al espectador, al que desafía visualmente con diversos filtros, tanto reales como imaginarios.

"Ésta es una película sobre las historias y sobre cómo funcionan. No es una película sobre mí, aunque he usado algunas historias mías, es sobre cómo hablamos de historias", señaló la artista. Aunque la lectura sea universal, la cinta se construye con referencias personales como el accidente que sufrió de pequeña y casi la deja postrada de por vida, la muerte de su perra, la de su madre o el suicidio de un amigo cercano.

No menciona sin embargo la muerte de su marido, el músico Lou Reed, que sin embargo sí aparece en unas cálidas imágenes personales. "Lou está en la película de muchas formas, como parte importante de muchas historias. El espíritu de Lou está bastante en la película", dijo.

Hay mucha de su "ecuanimidad" en la cinta. "Tuvimos muchos debates sobre la fuerza y sobre cómo expresar las cosas de forma sencilla", dijo sobre el músico, de quien señaló además que se insipiró de su fuerza.

A modo de collage, Heart of a Dog une historias ligadas a la muerte, las enseñanzas del profesor tibetano Mingyur Rinponche, las del Libro Tibetano de los Muertos y el pensamiento filosófico de Kirkegard o Wittgenstein.

La propuesta de Anderson, tuvo una buena recepción en Venecia al igual que el nuevo trabajo del polaco Jerzy Skolimoswsky, 11 Minutes, un frenético retrato de la Polonia actual que deriva en una eclosión final.

"La vida es un tesoro, pero eso es algo que solo entendemos cuando la perdemos", afirmó ayer en rueda de prensa Skolimoswsky, cuya cinta aceleró el ritmo de un festival dominado por las películas introspectivas. En 11 minut, el director polaco cruza muchas historias diferentes con un denominador común: las cinco de la tarde, una hora límite para muchos de los personajes del filme.

Skolimoswsky afirma que la historia que cuenta su película es "bastante universal" y podría darse en cualquier tiempo o lugar. Él decidió situarla en Varsovia, pero "podría haber sido en Roma, Moscú, Berlín, en cualquier sitio".

Algunos periodistas han querido buscar similitudes con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, parecidos "vagos" en opinión del director, que usó el número 11 solo como una medida del tiempo.

Un tiempo muy limitado en el que se desarrolla una película muy bien montada, que abusa de la música que anuncia el desastre, pero que está rodada con un gran pulso narrativo y un gran control del caos en el que se mueven los personajes a través de un montaje de una precisión milimétrica.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios