Adiós a la gracia de Sancho

luto en el cine y la televisión Una complicación en el cáncer que padecía acaba, a los 75 años, con un actor irrepetible

Inolvidable en el papel de Curro Jiménez, el actor se va como uno de los más grandes de nuestro cine

Sancho Gracia (Madrid, 1936), en una entrevista concedida en 2005, durante el Festival de Málaga de Cine Español.
Sancho Gracia (Madrid, 1936), en una entrevista concedida en 2005, durante el Festival de Málaga de Cine Español.
Concha Barrigós (Efe) / Madrid

10 de agosto 2012 - 05:00

Si Humphrey Bogart era el Rick de Casablanca, Sancho Gracia fue y será ya por siempre Curro Jiménez, el bandolero trabucaire que no eclipsó, sin embargo, 57 años de carrera en los que interpretó personajes "enormes" en el cine, la televisión y el teatro. El actor, productor, director y guionista rodó a las órdenes de Juan Antonio Bardem, Jaime de Armiñán, Vicente Aranda, Mario Camus, José Luis Cuerda, Adolfo Aristaraín, Alex de la Iglesia o Pilar Miró, fue alumno de Margarita Xirgú, trabajó en Estados Unidos con Charlton Heston y en España con "los más grandes de antes, de ahora y de siempre", decía. Pero, como recordaba, su Curro Jiménez nació en el momento "preciso" y por ello, y por su audiencia millonaria, se convirtió con 40 episodios emitidos entre 1976 y 1978 en un éxito sin precedentes. Félix Angel Sancho Gracia (Madrid, 1936), al que sus muchísimos amigos llamaron siempre Félix, prestó su físico y su voz al personaje de tal forma que era muy fácil que por la calle le llamaran, hasta sus últimos paseos por la calle de Embajadores, Curro. De hecho, cuando en 2001 le diagnosticaron el primer tumor de pulmón, enfermedad que finalmente le ha segado la vida a los 75 años el miércoles y le dijeron que tenían que ingresarle bromeó respondiéndole al médico que cómo se atrevía a decirle eso a Curro Jiménez.

Uno de sus proyectos más queridos fue la serie documental, producida por RTVE y su empresa, Wanda, sobre los héroes latinoamericanos, de las que ya estaban completas las películas dedicadas a José de San Martín, José Gervasio Artigas, Miguel Hidalgo y José Martí. Le gustaba participar en la elaboración de los guiones, pero lo que más le atraía era la parte de producción porque, presumía, era como una especie de "José Tomás": "cojo el toro, le pego 28 pases y, en vez de matarlo como él, digo aquí lo dejo en suerte".

Aunque se fue siendo un niño de España, recordaba a menudo sus primeros 10 años en el barrio de Lavapiés, y su viaje, con 12 años, a Montevideo (Uruguay), 26 largos días de travesía a un país, en el que viviría hasta los 28, en los que se enamoró por primera vez. Su carrera de actor empezó presentándose a un anuncio de la Escuela de Dramática Municipal de Montevideo, que dirigía la española Margarita Xirgú. Ella le instruyó y le enseñó las máximas que dirigieron su vida: "ayuda a los demás y los demás te ayudarán a ti y hay que estar siempre pendiente de que todo vaya bien". Volvió a España a principios de los 60 para actuar en Calígula con José Tamayo, que lo primero que le preguntó es si él podría "hablar en español". "¿Y en qué estoy hablando?, le pregunté. Me dijo "es que tiene usted acento del Río de la Plata". "En todo caso será uruguayo" y le recité del tirón el monólogo de Segismundo de La vida es sueño", recordaba en una entrevista a Efe.

Su gusto por la guasa acompañó toda su vida a este "pícaro" del siglo XX, al que le complacía contar anécdotas vividas junto a su "hermano" Paco Rabal, dos de las mejores voces del cine español juntas. Nació el mismo año en que estalló la Guerra Civil, el trasfondo de La cena de los generales, la quinta en la que le dirigía su gran amigo Miguel Narros. Gracia interpretaba en ella al maitre del Palace, el señor Genaro, un papel en el que se metió con cierta emoción porque su padre fue el jefe de comedor de ese hotel, en el que también había trabajado su madre como camarera.

El actor ya no pudo asistir a la capilla ardiente de su amigo Gustavo Pérez Puig, fallecido el 26 de junio, que le dirigió en Doce hombres sin piedad en 1973, una nómina de la que solo sobrevive Pedro Osinaga.

Gracia, amigo de Adolfo Suárez, que fue su padrino de boda, y de Felipe González repasaba episodios de su vida trufándolos con versos de Jorge Manrique y García Lorca, y cantaba con su profunda y característica voz tangos y boleros, "que -sentenciaba- enseñan que la vida es esto y nada más".

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