Las razones de Putin

El autor analiza los motivos que hay detrás del hecho de que19 drones rusos penetraran esta semana en el espacio aéreo de Polonia

El presidente ruso, Vladimir Putin. / Efe

¿POR qué Rusia ha atacado Polonia? No empecemos negando los hechos: ya sea por causas accidentales o por decisión deliberada, a consecuencia de una imprudencia o con el propósito de provocar una escalada, 19 de los drones de Vladimir Putin –ésas son las cifras que da Varsovia y poco importa si son exactas o aproximadas– han penetrado en el espacio aéreo del mejor armado de sus vecinos.

Líderes políticos y analistas de todos los países europeos han tratado de poner en claro las razones de Putin, tanto desde la racionalidad como desde la propaganda. El más grave de los cargos que se le han hecho al dictador y, a la vez, el menos razonable es el de tratar de provocar una guerra con la OTAN. Volodimir Zelenski, como cabía esperar, se encuentra entre los que han dejado caer esta posibilidad que, para él –como la internacionalización de la guerra para los republicanos españoles en 1939–, sería un sueño hecho realidad.

Sin embargo, tal acusación no resiste el menor análisis. Si ésa fuera la intención de Putin no tendría que recurrir a artificio alguno pero, además, ¿por qué un líder que lleva más de dos años de forcejeo sin conseguir conquistar una sola ciudad del tamaño de Utrera –perdón por señalar– y que confía su suerte en la guerra al albur de que su enemigo agote su capital humano o su voluntad de resistir, querría enfrentarse ahora a toda la Alianza? El sueño de Zelenski sería una pesadilla para Putin.

Menos traída por los pelos es la interpretación que hace del ataque el Gobierno polaco. Para ellos, lo ocurrido es deliberado y tiene un objetivo que puede ser importante para el dictador del Kremlin: medir la reacción aliada y calibrar hasta dónde puede llevar el enfrentamiento híbrido que tiene con Europa.

El motivo menos razonable es el de tratar de provocar una guerra con la OTAN"

Sin embargo, los riesgos políticos que Putin habría tenido que aceptar si ese fuera el caso me parecen demasiado elevados para lo que podría lograr. Una de las posibles consecuencias todavía está en el aire: la de que Trump decida por fin que ha llegado el momento de tomar partido y apruebe paquetes de sanciones adicionales que no harán ningún bien a la debilitada economía rusa. Pero hay otra que ya no es una especulación, sino un hecho: a su extraña manera, Rusia se ha visto obligada a dar un paso atrás. De acusar al Gobierno polaco de haberse inventado el ataque ha pasado a ofrecerle una reunión para discutir los hechos. Este traspiés, por supuesto, no ha tenido ningún reflejo en la prensa rusa, pero la gente siempre acaba enterándose y Putin odia transmitir debilidad a sus paisanos.

Concluyamos entonces que no es probable que se trate de un ataque deliberado. ¿Qué otras opciones hay? Si damos por buena la versión bielorrusa, que culpa a la guerra electrónica “de ambos bandos” de lo ocurrido, los drones habrían llegado a Polonia de forma accidental, después de perderse por el camino y atravesando el territorio del aliado de Putin. Note el lector ese divertido “de ambos bandos” que da fe de que Lukashenko, siempre servil, sabe que Putin prefiere autoinculparse a reconocer un éxito de un enemigo al que desprecia. Oficialmente, el dictador todavía atribuye el hundimiento del crucero Moskva al descuido de algún fumador entre la dotación.

A la teoría del accidente se han apuntado el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y la mayoría de los analistas, tanto los profesionales como los que sólo hacemos esto para entretener la jubilación. La objeción planteada por algunos –19 drones no pueden equivocarse simultáneamente– ignora el hecho de que la distorsión deliberada de las señales de los satélites de navegación afectaría a todos a la vez.

El dictador prefiere autoinculparse a reconocer un éxito de un enemigo al que desprecia"

Debe quedar claro, sin embargo, que esta explicación del caso no exonera a Putin. El dictador tiene la obligación de tomar medidas para que esto no se produzca: desde evitar los bombardeos demasiado próximos a las fronteras de la Alianza hasta asignar a estos blancos más comprometidos sus misiles más precisos, en lugar de sus drones más baratos.

Así pues, Putin es como mínimo culpable de imprudencia. Pero, ¿es ésta la verdadera explicación? ¿Todo ha sido un descuido? ¿Lo fue también el ataque a la delegación de la UE en Kiev? ¿El reciente asesinato de 24 jubilados en la aldea de Yarova? No lo creo. Como ocurre con los 19 drones que terminaron en Polonia, cuando se acumulan los errores siempre debe existir una causa común. Y no cabe culpar de todo a la guerra electrónica. ¿Cuál es, pues, la razón de tanta muerte inútil, tanto ataque en apariencia contraproducente? Para encontrarla, me parece necesario un pequeño milagro: penetrar en la mente del ex espía de la KGB.

¿Es Putin un actor irracional?

Como los milagros no están a nuestro alcance, los analistas geoestratégicos a menudo recurren a un modelo académico, el del actor irracional, cuando les parece que las decisiones de un líder no se ajustan a lo que a ellos les parece lógico. A primera vista, ése parece ser el caso del ataque a Polonia, ya sea por acción o por omisión. El frente europeo –que sostiene a Ucrania por dejación de Trump– se ha galvanizado, y eso no acerca esa victoria por aburrimiento que Putin parece perseguir. Sin embargo, un modelo como éste rara vez está justificado en la vida real. Casi siempre que calificamos a una persona de irracional es, sencillamente, porque no entendemos sus motivos.

Incluso los errores de Putin sirven a sus propósitos: demostrar que no nos tiene miedo"

Hagamos un esfuerzo. ¿Podemos asumir con certeza que Putin quiere ganar la guerra de Ucrania? Sí, claro. Pero, ¿para qué? ¿Qué es lo que quiere conseguir? Imagine el lector que, en la mente del dictador, el objetivo no es Ucrania –un medio más que un fin– ni tampoco Occidente, sino la demolición de los últimos vestigios del régimen democrático que heredó de Yeltsin y la aniquilación de sus posibles rivales en la lucha por el poder. Puede que me equivoque al juzgar a Putin –el alma humana es insondable– pero, si se le juzga desde esa perspectiva, el hipotético actor irracional se vuelve predecible; y, después de todo, es de eso de lo que se trata.

Lo ocurrido en Polonia es, seguramente, un accidente; pero no causado por negligencia o descuido, sino porque Putin sabe que puede asumir ese riesgo. Incluso sus errores sirven a sus propósitos: demuestran a sus súbditos que no nos tiene miedo y contribuyen poderosamente a abrir la grieta entre la Europa democrática y su autocracia en construcción.

Si se admite esta explicación, no cabría analizar el ataque de los drones rusos a Polonia como si fueran los daños colaterales de una política arriesgada o irreflexiva en los límites geográficos de Ucrania. En realidad, se trataría de los beneficios colaterales que pueden esperarse cuando alguien –como le ocurre al dictador del Kremlin por culpa de Occidente y, sobre todo, del presidente Trump– se siente protegido por una infranqueable barrera de impunidad.

Quizá –y permita el lector que ha llegado hasta aquí unas líneas de ficción histórica para zanjar un asunto tan árido– la respuesta del dictador a la propuesta de sus generales de lanzar oleadas de drones contra objetivos próximos a la frontera polaca haya sido un simple: “Sí, claro. Total, qué más nos da”.

Juan Rodríguez Garat es almirante retirado.

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