Crisis en el Reino Unido

La 'dama de hierro' que se fundió en seis semanas

La primera ministra británica, Liz Truss, seguida de su marido, se dispone a anunciar su renuncia

La primera ministra británica, Liz Truss, seguida de su marido, se dispone a anunciar su renuncia / Andy Rain (Efe)

Liz Truss tomó las riendas del Reino Unido con la idea de proporcionar una sacudida neoliberal al país y resucitar el espíritu de Margaret Thatcher, pero seis semanas de errores de cálculo y torpeza política han servido para fundir a quien aspiraba a convertirse en una nueva dama de hierro.

Con su dimisión este viernes culmina uno de los períodos más excepcionales y convulsos de la historia reciente británica, que acaba con el mandato más breve de un primer ministro en Downing Street.

El pasado 6 de septiembre, con una visita a la reina Isabel II en su castillo de Balmoral, Truss iniciaba su mandato. No podía ser un buen augurio que la monarca muriese sólo dos días después de recibir a la líder tory.

La ex primera ministra alcanzó el cargo aupada en las primarias por las bases conservadoras, que apreciaron su discurso desacomplejado y su propósito de dar un giro a la derecha en el rumbo del país.

Pese a ello, a nadie se la escapó que en las votaciones previas entre los propios diputados tories ella nunca había encabezado las preferencias y sólo pasó a disputarse el liderazgo con el ex ministro de Economía Rishi Sunak por apenas ocho votos.

Sin la legitimidad con la que contaba Johnson gracias a su aplastante victoria en 2019 ni un gran respaldo en sus propias filas, Truss aterrizó en Downing Street con pies de barro.

Eso no obstó para que el 23 de septiembre su entonces ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, presentase la mayor bajada de impuestos en medio siglo, sin más plan para financiarla que endeudar al país; los mercados respondieron disparando la prima de la deuda soberana y hundiendo la libra.

Ese día fue el principio del fin para Truss. A partir de entonces sólo pudo dedicarse a destituir a Kwarteng y enmendar una por una todas sus medidas, hasta llegar a la humillación final de ver al nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt, desmontar este lunes por completo ante el Parlamento un plan lleno de "errores".

Su rictus inexpresivo aquel día, en la bancada detrás de Hunt, le valió comparaciones en la despiadada prensa británica con un "espectro" que seguía en el cargo pero vacío de poder.

Sus últimos movimientos a la desesperada, como aparecer en la BBC para hacer acto de contrición y pedir perdón, no sirvieron para nada más que para dilatar un destino que ya estaba escrito.

'Brexitera' reconvertida

Antes de convertirse en primera ministra, había ocupado en el último año la cartera de Exteriores, desde donde desplegó una dura retórica contra Rusia y China, y dirigió un choque con la UE que todavía amenaza con derivar en una guerra comercial.

Ella fue la impulsora de la ley que permitirá a Londres incumplir el acuerdo del Brexit y se erigió en la primera defensora de las "oportunidades" que vislumbra el Reino Unido fuera de la UE, a pesar de que defendió con pasión la permanencia antes del referéndum de 2016 -abandonar el bloque sería una "tragedia", llegó a escribir-.

Pese a todo, como jefa del Ejecutivo pareció adoptar un enfoque más posibilista hacia la cuestión europea.

Con fama de ser una política hábil en las distancias cortas, durante la campaña de las primarias tories y su corto paso por Downing Street crecieron las dudas sobre su capacidad de movilizar a las masas, especialmente como sucesora de alguien tan carismático como Johnson.

Crecida en una familia de izquierdas. Republicana ella misma durante su juventud en un país monárquico. Liberal-demócrata antes que tory. Truss fue capaz de superar todas sus contradicciones para crecer dentro del Partido Conservador con una carrera firme en la que su primer cartera ministerial, Medio Ambiente, le llegó en 2014.

Sirvió en los gabinetes de David Cameron, Theresa May y Boris Johnson, quien le dio la gran oportunidad de su carrera al pasarla de Comercio Internacional (donde había fraguado los primeros acuerdos pos Brexit con terceros países) al Foreign Office.

En Exteriores obtuvo el trampolín desde el que aspirar al plato fuerte, la jefatura del Gobierno. Sólo seis semanas después, la deja con la cabeza gacha y como un borrón, muy breve, en los libros de Historia.

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